CAPÍTULO UNO

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Lisandro tenía una sonrisa pintada en su cara. El día no podía comenzar más perfecto.

Ayer en la noche había presentado su nuevo álbum de música, siendo el segundo que sacaba en su corta carrera de cinco años. La euforia que sintió en el boliche donde hizo la exhibición de las doce canciones de su disco lo llevaron a meter en su gran cama a tres chicas al final del día, con las cuales tuvo unas cuantas rondas de pasión en donde dejó piel, sudor y mucho desgaste físico, pero que al recordar el reciente acontecimiento le borraba cualquier signo de cansancio y ponía una sonrisa en su cara.

Se miró su torso, abriendo las sábanas para encontrar que seguía desnudo de pies a cabeza. Marcas en diferentes tonos de rosa y tamaños decoraban toda su piel brillante, pero que no se comparaban ni de cerca a los cuerpos de las muchachitas que yacían dormidas en ambos de sus costados. Había mordido, clavado uñas y dedos, y sobretodo cacheteado cada parte de piel de las chicas, enfocándose más que nada en sus culos.

Las miró. La de cabello rubio con raíces marrones tenía el maquillaje corrido, el labial había desaparecido —aunque ese se esfumó mientras estaban en el primer acto— y una marca de dientes se mostraba demasiado vistosa en su cuello. Tenía la espalda con algunos rasguños, los cuales le hicieron recordar algunos momentos donde ella consolaba a la colorada que estaba siendo gratamente golpeada en su punto dulce en una de las tantas rondas que había tenido con Lisandro.

Se fijó en la colorada. Su cabello era un completo desastre, con los pelos revueltos y algunos mechones pegados por el semen seco. Tenía las marcas de las lágrimas en las mejillas, que había derramado cuando Lisandro encontró su fascinante orgasmo femenino, siendo ayudado por la rubia quien había chupado toda su zona íntima como una reina, o así le había dicho el cantante para premiarla con su bien dotada pija una vez había terminado con la pelirroja. La frutilla del postre eran las manos aún marcadas del castaño en la blanca piel de su pomposo culo.

Y por último estaba la morocha con los muslos y las tetas marcados con sus mordidas, quien estaba un poco vergonzosa al principio pero Lisandro recordaba como se había soltado cuando lo montaba sin parar mientras dedeaba a sus dos compañeras y lo besaba con demasiada desesperación. Como si una sola no la bastara en su apretada vagina. Así que cuando tuvo la oportunidad, la puso en cuatro y le hizo el orto sin tener piedad, mientras le indicaba a ella que chupara en todo su sexo a sus dos compañeras en esa noche, demostrándole que quien mandaba era él. El cantante de veinticuatro años que tenía muchas rondas pasionales para gastar con las tres chicas que se había llevado a casa.

Se levantó y las cubrió con una sábana para que no tuvieran frío. Buscó su bóxer, encontrándolo sobre la lámpara que tenía al costado del placard con su ropa y se lo puso. Luego, busco unos pantalones cortos para estar por la casa y una vez vestido, se dignó a bajar por las largas escaleras para ir al living. En otro momento se ducharía, pero ahora tenía que ver qué era lo que estaban diciendo en la TV sobre la salida de su nuevo disco.

Se sentó en el gran sofa de cuero blanco y encendió la enorme televisión, donde lo primero que le apareció fue un partido de la Premier. Empezó a subir, buscando algún canal donde estuvieran hablando sobre él, y lo encontró justo en un programa de espectáculos. Hizo un pequeño gesto de victoria y aumentó el volumen.

—Es el segundo disco de Licha Marz —comentó la periodista rubia—. Hasta ahora ha tenido muy buena repercusión por parte de sus fans, la crítica, y obviamente que el público en general. Nunca decepciona con su música.

Sonrió. Eso era lo que sus oídos esperaban oír.

—Y tampoco decepciona con los chimentos —comentó su compañero, haciéndole fruncir el ceño—. ¿Qué tenes para contarnos, Cata?

QUÉ IRONÍA ೃ⁀➷ Licha Martínez x Cuti RomeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora