Capítulo 9 Creencias y secretos

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Un pergamino llegó a manos del rey Empirio, proveniente del reino de Amsrott, donde parte de su ejército tomaba el dominio de las tierras, faltantes de un rey y un sucesor, que pusiera a sus caballeros a defender el trono. Empirio repetía a su Consejo real constantemente, Amsrott era bello, con hermosos paisajes, prados repletos de flores, cuna de los más talentosos artistas, pintores que reflejaban el mágico entorno, pero la fortaleza era débil, los soldados inexpertos en guerras y una tenían una historia que no los respaldaba con triunfos. No necesitó a su dragón, o a su hechicera, los que fueron tomaron el control del castillo y luego se expandieron por el resto de la ciudad principal.

Como supuso, los elfos no se presentaron para defender al pueblo, que se arrodillaba y juraba obediencia a un nuevo soberano, un hombre que no tenía relación sanguínea con ninguna de las familias nobles.

En la mañana, se sentó en su trono a la espera de las tareas del día. Sus consejeros no tardaron en rodearlo y comunicarle las novedades más relevantes. Uno de sus mejores hombres arribaría al castillo.

—Es descortés e impulsivo. No es un caballero digno de su atención, majestad —dijo un anciano refiriéndose a la persona que atravesaba el largo de la sala en dirección a su rey.

—Olvidas que es mi cuñado, parte de mi familia. Contraer matrimonio con Megara tiene sus ventajas y desventajas —habló Empirio cuidando de que sus palabras no alcanzaran los oídos del recién llegado.

Claus era joven, apenas había abandonado las andanzas de adolescente, enderezado su camino hacia las ambiciones de Empirio, conociendo su lugar como caballero. Era musculoso, esbelto, de espalda ancha. Tenía el cabello violáceo, los mismos ojos que su hermana mayor, Megara, penetrantes y desafiantes. Destacaba por sus habilidades en combate, por el dominio de la espada, era ambidiestro como Elías. Los demás caballeros alegaban que quería imitarlo, incluso superarlo, no obstante, hasta entonces solo era el hermano menor de la reina, alguien que enloquecía rebanando cabezas y bañando su cuerpo con la sangre de sus adversarios. "¿Alguna vez vieron al dragoncillo plateado alimentarse?" le gustaba decir, "De seguro bebe la sangre de los insectos que aplasta cuando nadie lo mira. Seré humano, pero no quiero perderme de probar esa satisfacción." y luego de eso dejaba caer gotas de sangre de un brazo amputado sobre su lengua.

Black dragon IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora