Capítulo 10 Llamas rojas

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Elías sujetó la punta de la espada, antes de que esta pudiera perforarle el corazón. Abrió los ojos, lo primero que visualizó, fue el color inusual en la hoja, era oscura y reflejaba las imágenes de su alrededor en tonos rojizos. Lo segundo, fue a Claus empuñando esa extraña espada, con una sonrisa dibujada en su rostro.

—No esperé hallarlo dormido en la tumba de la reina Diana —manifestó moviendo la espada hacia atrás. Tras hacerlo, un hilo de sangre corrió por la palma de la mano de Elías. El capitán observó la herida abierta, no podía ser otro material, más que las escamas de los dragones negros, fundidas con el acero más resistente.

—Hermosa, ¿no? Acaba de salir de la herrería —dijo el joven guardándola de nuevo en su funda.

—Te agrada desafiar a la autoridad —habló Elías cerrando el puño—. Una hoja que me haga sangrar no será suficiente.

—Lo sé. —Claus ofreció su mano para ayudarlo a ponerse de pie, pero Elías lo rechazó y lo hizo por su propia cuenta.

—¿Qué quieres?

—Mi cuñado organizará un torneo en honor a las nuevas conquistas. Ahora que forjarán espadas con escamas de dragones negros, me emociona saber si estará dispuesto a participar.

Elías recogió su espada del suelo, la ajustó en su cinturón y aclaró:

—Las actividades que puedo compartir con los caballeros son muy pocas. Los torneos no son parte de ellas.

—Estaba prohibido para usted por su identidad como dragón plateado, pero actualmente no creo que sea un problema. Si sangra, el pueblo lo verá.

—No me interesa —respondió iniciando la marcha. No quería perder más tiempo con el hermano de la reina, y su obsesión con derrotarlo. Desde que se conocieron, Elías había sido una especie de ejemplo a seguir, un guerrero con amplios conocimientos y destrezas que variaban entre la esgrima, el combate cuerpo a cuerpo y la arquería.

—Lo comprendo, debe estar muy ocupado en otros asuntos que no involucran el entretenimiento... como la búsqueda del dragón perdido.

De solo mencionarlo, a Elías le hirvió la sangre, le recordaba el fracaso y la derrota.

—¿Cuál de los cuatro escapó? ¿El obeso? ¿La chica? No, no... tal vez sea el del cabello largo. Megara me explicó, es parte de la cultura de los dragones negros, dejar crecer su cabello hasta que son derrotados. Apuesto todo el oro que tengo a que se trata de ese.

—Acertaste. Ya sabes cómo luce, por si lo ves mientras fornicas con las criaturas del bosque.

Claus se enfureció por el comentario. Estaba comprometido con una mujer noble de buena posición, sin embargo, tenía muchos hijos bastardos dentro y fuera del reino, algunos aniquilados por sus fieles compañeros, comprados por el oro que poseía como familiar de la reina, otros, muertos bajo su propia mano. Elías conocía sus secretos, Claus era un soldado más de la guardia real. En sus travesías juntos, lo había visto hacerlo con cualquier criatura que se asemejara a una mujer.

Dejándolo sin palabras para defenderse de la insinuación, regresó al castillo, transitando por un camino de piedras, pensando en lo descuidado que fue al dormitar en aquel lugar. En realidad, no existía sitio para descansar, había enemigos en todas partes esperando a que cometiera un error.


Naila descansó en su antigua cama, la que ocupó Raito durante su recuperación, mientras él se concentraba en interpretar el mapa que ella le consiguió del reino, sacrificando monedas destinadas para comprar vegetales. Su hermano, Rakuzen, era el encargado de leer mapas, aprender los diferentes idiomas del continente para actuar como traductor, y estudiar la cultura y costumbres de cada región, por lo que le costó interpretarlo.

Black dragon IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora