Capítulo 3

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"CONFRONTACIÓN"

Mientras me lamentaba por ser una estúpida y dejarme llevar por mis deseos e impulsos, alguien tocó el marco de la puerta de mi oficina.

Era él.

—¿Puedo pasar? —me preguntó, y yo asentí.

Necesito que se hagan una imagen mental de la forma en la que entró este descarado. Sus manos estaban en los bolsillos de su pantalón de vestir, su mirada era fría, dura, seductora, inclinada un poco hacia abajo. Pasos lentos pero fuertes y decididos. Sin dejar pasar el detalle que se veía muy sexy en traje y su cabello pelirrojo peinado hacia atrás me había vuelto loca. Lo escaneé de arriba a abajo y él lo notó.

Una vez que entró, cerró la puerta detrás de él y mis sentidos se alteraron. Siempre dejaba la puerta de par en par, todos lo hacían. Solo se cerraba cuando eran asuntos privados, y todos se enteraban de aquello. Por lo que, sí, casi le grito que vuelva a abrirla.

—¿Qué se le ofrece, Sr. Fitzwell? —pregunté con la mirada puesta en mis papeles.

—No sabía que trabajabas aquí —dijo. Yo lo observé, sonreía de par en par, y lo hacía más hermoso de lo que era.

—Y yo no sabía que iba a ser mi nuevo jefe —solté.

—No creí volver a verla, es una gran coincidencia —afirmó—. Lo de la otra no...

—No sé a qué se refiere —le dije, negando con la cabeza y mirando hacia otro lado.

—¿Vamos a actuar como desconocidos? —preguntó un poco indignado.

—Es que lo somos —informé.

—Te conozco debajo de esa ropa —dijo con doble intención.

—No lo menciones —susurré.

Iba a entrar en un colapso. Él realmente estaba recordándome lo que habíamos hecho esa noche sin ningún descaro. Estábamos en el trabajo y se atrevía a decir aquello. No tenía vergüenza.

Él caminó hasta quedar a centímetros de mi cara y empezó a jugar con él botón de mi camisa, haciendo que olvide como respirar.

—¿Necesita que refresque su memoria? —susurró.

Mis ojos se perdieron en sus labios por un momento y mi respiración comenzó a entrecortarse. En ese instante pude confirmar que estaba frente al mismísimo Satanás.

Giré la cara hacia un costado y negué.

—No, gracias —dije y me alejé—. No mezclo el trabajo con la vida personal.

—Así que es eso —asintió—. Eres de las que solo buscan una noche de pasión.

Lo miré lo más seria posible, lo que más me permitía estar mi cuerpo en esa situación, porque con tan solo unas palabras y un roce había logrado alterar todo mi sistema nervioso.

—No, soy de las que busca no perder su trabajo por un error —dije—. No sabía que usted iba a ser mi nuevo jefe, de ser así, no hubiera hecho lo que hice.

—No es problema, ninguno lo sabía.

Se alejó y volvió a dar la vuelta hasta quedar del otro lado de mi escritorio.

—Lo que sucedió aquella noche es pasado —le confirmé—. No volverá a ser mencionado ni sacado a la luz.

Y lo decía en serio. No iba a perder mi trabajo por un error. No iba a dejar que años de esfuerzo se fueran a la basura. Y iba a hacerse saber. Yo no quería nada con él. Nada.

Entre el juego y el deber [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora