Capítulo 7: Un postre para ti

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Sentado en una de las sillas del comedor, acostado sobre el frío cristal de la mesa, se encontraba aburrido sin algo en qué entretenerse por el momento, mirando en cada parpadeo algunos rincones y objetos de la cocina tratando de encontrar algo desatendido en el que poner orden.

Rendido y en dirección a su cuarto, se topó con un estante de libros en la sala que hacía tiempo él y su hermano no tocaban. Sobre ella se encontraban antiguos libros de alquimia, libros que le trajeron nostalgia, pero ya no como aquella vez, hace un par de días en el que se sentía vacío y herido. Todo el malestar que alguna vez había sentido fue producto de la acumulación de sentimientos y pensamientos negativos.

Entre tantos libros, encontró uno pequeño con una portada gruesa y algo antigua a juzgar por el color amarillento de las finas hojas y un par que se encontraban dañadas; sus manos se posaron sobre él y estaba un poco empolvado. Hace mucho que no limpiaba aquel estante.

Un pequeño libro de recetas. Tenía una portada llamativa y diferente a la del resto que captó su atención casi de inmediato. Observó el libro y encontró un par de notas en pequeñas hojas sueltas de colores que tenía escrito ingredientes ajenos a la receta original, como alteración a lo habitual.

No hacía falta preguntarse quién era, Edward lo sabía.

—Supongo que a mamá también le gustaban estas cosas. —en su memoria venía el rostro de su bondadosa madre.

...

—Ed, ¿te gusta Alphonse?

—Sí. —el pequeño se encontraba con las manos sucias manchadas de tiza, sobre el piso dibujaba unos peculiares gráficos que la mayoría de veces su madre no entendía y de ella emergía una figura de arcilla dando forma a una especie de animal irreconocible.

Cada vez su pequeño dibujaba más variedad de ellos.

En medio de la conversación pensaba y observaba la peculiar figura que Edward hacía, sentada sobre una silla de madera vieja. Continuó con las preguntas curiosas. —¿Te gusta Winry?

—Mm, también.

—La abuela Pinako?

—Mmm, pues, también me gusta.

—¿Y yo?

—Tú me gustas mucho más, mamá.

—Y... ¿papá?

—No. —sin parpadear ni despegar la mirada sobre un cargado libro, respondió tajante.

—Ni siquiera lo pensaste y respondiste de inmediato. —no pudo evitar reír ante la ocurrencia del niño. —¿Por qué no?

Ignorando la pregunta de su madre, tenía una duda desde hacía mucho tiempo. —... ¿Y por qué te gusta papá?

—Y cómo sabes que me gusta.

—Porque siempre hablas mucho de él, y cuando lo haces te ves muy feliz.

La figura materna entendió a qué quería llegar. —Tu padre está muy ocupado y no puede estar aquí siempre con nosotros, pero sé que tu padre nos quiere, Ed. Lo sabes, ¿verdad? Tocó su cabeza con delicadeza. El pequeño que observaba aún el dificultoso libro, dudaba mucho cuando su madre le decía esas palabras con una cálida sonrisa en el rostro.

Que su padre quería a su familia era un poco difícil de creer cuando la persona que siempre le recalcaba las razones de las faltas de aquel hombre, lloraba desconsoladamente en su habitación a altas horas de la noche con la voz susurrante y quebrada que según ella nadie escuchaba.

Al final, era un niño, después de todo; un niño que solo quería ver a su madre feliz; y el idiota de su padre, como él le atribuía el nombre, no cumplía con su expectativa y deseo.

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⏰ Última actualización: Jan 17, 2023 ⏰

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