Lucemond Week 2023

Asfixia

Antes que nada, esta parte es la continuación del OS anterior donde Aemond queda de Rey y Luke como su sirviente y aquí si plasmé la idea original de Smut. Por cierto, inventé a la septa de estos OS y le di un nombre equis. 

Una persona me dijo que hiciera la continuación y aquí está, lo creí imposible de terminar, pero se logró. Adiós procrastinación. JAJAJA 

De paso quiero dar las gracias por su apoyo, este corto libro llegó a 1k de lecturas y me sorprende. Todo lo que escribo lo disfruto y espero ustedes también. Sin más, doy por terminada mi palabrería diciendo que por el Lucemond le hecho ganas a la vida, amén. ♥

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Los meses pasaron y se fueron transformado en años, quizá siendo pocos; dos años.

Durante ese tiempo las cosas no podían seguir ocultas, sobre todo si Aemond no lograba reprimir sus necesidades e instintos primitivos de contraer sexo con su joven sirviente personal, quien seguía sirviéndole. Sin embargo, la diferencia era que Lucerys ya no poseía un cuarto para él solo, sino debía despertar en la misma cama que Aemond. Eso no significaba que se entregaban en pasión cada noche, era algo que Aemond hubiese querido, pero la realidad era que siendo el Rey de los siete reinos —el primero de los hombres y demás títulos innecesarios (según él)— contenía tantas responsabilidades de las cuales no escaparía por más que lo deseara. Por ende, intentaba cumplirlas lo más pronto posible para volver a reunirse con Lucerys, pero el cansancio a veces lo perseguía y al final lo único que obtenía era su compañía y creía necesitar solo eso.

Siempre pensó que sería el más apto para ser un rey y estuvo en lo cierto, no obstante, eso mismo tenía un precio del cual a veces se arrepentía. A su vez desechaba sus reproches a si mismo porque desde hace mucho tiempo buscaba la forma de lograr obtener a Lucerys, de la forma que fuese posible y vivo. Estando con todo ese poder no había manera de que alguien se atreviera a desafiarlo porque no existía nadie más poderoso que él, excepto que los dioses y en su momento, su tío Daemon, pero él ya no estaba ahí.

Entonces, Lucerys era suyo por ambición (capricho) y disponía de él cómo se le apetecía. No era exactamente un juguete o una puta de las que vio con Aegon hace mucho tiempo antes de su coronación y después de su abandono a la corona. No estaba seguro de lo que significaba para él, más lo quería tener por siempre a su lado.

Aemond consideró un tanto de veces el proclamarlo cómo rey consorte bajo un matrimonio del que solo serían testigos unos cuantos.

Sin embargo, Aemond no era un completo idiota para hacerlo, al menos aún no en ese momento sin antes jugar sus cartas porque era posible que una vez Lucerys tuviese ese poder en sus manos no dudaría en hacer movimientos para salvar a su familia o traicionarlo con eso mismo. Aemond era precavido, tal vez no lo suficiente, pero no descartaba opciones.

Había una manera de que Lucerys renunciara a todo para que solo se fijara en él, para que deposite toda esperanza en su tío y no tenga en quien más recurrir. Que Aemond fuese su sitio seguro más de lo que ya era, su refugio y lo único que deseara en el mundo, más allá de que entregara su cuerpo, sus suspiros y su aliento. Y no la dejó ir, pero tampoco actuó de golpe porque lo que menos pensaba hacer era una mala jugada. Odiaba perder, siempre lo hizo.

Lucerys era completamente suyo.

Nada ni nadie se interponía, todos sabían que Lucerys fue el amante del rey y nadie murmuró al respecto porque si salía esa información del castillo Aemond no tendría piedad de tal traición y a él no le interesaba quien pudo hacerlo en particular, no había justicia ni igualdad cuando una de las tantas ovejas se atrevió a ir en su contra y cómo dragón las quemaría aun si debía volver a iniciar buscando unas nuevas; el rebaño no termina, meditaba Aemond de vez en cuando. No fue que no le gustaran los desafíos, sino que detestaba que las cosas no salieran cómo quería.