Día 5 ♦ AU Hogwarts ♦

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A lo largo de los años muchos magos han deseado ingresar a la escuela más prestigiosa de magia que pudo existir y que recibieran una invitación era un sueño hecho realidad, claro que no siempre se obtenía la oportunidad de que el mismísimo libro encargado los anotara; a cada bruja y mago desde su nacimiento. Debido a ese pequeño detalle el ser juzgados no era inexistente, ya que probablemente estaban defectuosos o porque eran sangre sucia; mestizos como resultado de una unión entre un muggle y aquellos que poseían magia.

Así fue al inicio de sus clases, todo le emocionaba de ser su primera vez y de esa misma manera no se conservó aquella esencia por mucho tiempo. Se conocía que Aemond era un chico defectuoso con respecto a sus poderes, sin embargo, el director Viserys Targaryen nunca perdió la esperanza (al igual que su esposa Alicent) de que el chico pudiera desarrollar mejor y dominar la magia en cuestión de tiempo. Muchos no estuvieron de acuerdo con su decisión altamente arriesgada, ya que Aemond podía ser un peligro o todo lo opuesto, ni siquiera liberarla a lo promedio.

Bien, Aemond no fue recibido como Aegon que tenía un gran control de magia, la suya canalizaba por todo su cuerpo desde antes de recibir su invitación a Hogwarts. Se podía sentir la envidia porque al menor le costaba trabajo, se salía de control o era muy reducida. Tampoco estuvo reclutado con alguien, a excepción de Criston Cole que le importó una mierda su descendencia y, al mismo tiempo, este insistía en que poseía un gran potencial, del cual se atrevió a esculpirlo.

Sin embargo, ¿Quién era Aemond Targaryen de tercer año? Todos lo conocían, su nombre era famoso. El chico que perdió un ojo contra un niño (sangre sucia decían los rumores) y que fue defectuoso era el mejor jugador de Creaothceann de todo Hogwarts, mejor aun siendo parte de la casa Slytherin con calificaciones envidiables. Los mismos de su propia casa lo hacían de lado al inicio y a veces intentaron hacerle la vida imposible, bueno, su hermano Aegon no fue su mejor soporte para afrontar todo eso. Al contrario, también en ocasiones debía pelear contra él porque creía entender que tener un hermano así de mal chiste no era tan agraciado.

Al principio suele ser tan difícil, pero después quien estuvo ahí había sido Helaena con su llegada, su hermana que se encontraba en la casa Ravenclaw.

¡Cuán acertada fue la decisión del Sobrero Seleccionador!

Para Aemond era tan complicado. El tener que afrontar acertijo tras acertijo, no por querer ingresar a la habitación de su hermana para esconderse o acudir en momentos de desesperación, frustración y rabia, sino que su misma hermana hablaba en acertijos y nunca había terminado de entender, pero tampoco fue imposible. Si le preguntaban «¿Quién es más complicada, tu hermana o la estatua?, de inmediato les daba un puñetazo en su cara porque no eran precisamente con intenciones de halagar, pero algunas veces se hizo la pregunta para sí mismo llegando a la conclusión de que Helaena le haría volar la cabeza más que la clave, eso podía saberse con tan solo preguntarle a algún miembro de aquella casa, ya que Helaena fue quien resolvía todos los acertijos sin problemas y algunos se acercaban a ella para implorar esa ayuda.

No era común que se llevaran tan bien los miembros de la casa Slytherin con alguna otra que no sea de la misma, pero a Aemond poco le importaba porque en la única persona que podía confiar era en Helaena y Criston, más con su llegada las cosas no fueron tan complicadas, sino marcharon para mejor... más de lo que pudo esperar.

A pesar de haber sido pisoteado, logró demostrar que valía la pena. Que perder un ojo no era la gran cosa para que no fuera un excelente mago, mucho más de los idiotas que lo rodeaban. Sin embargo, Aemond podía fingir que le importaba una mierda el perder su ojo por un niño, pero con total honestidad se sentía presionado, ansioso y humillado hasta cierto punto en el que dentro de sus esfuerzos lo tenía de manera constante en sus pensamientos. Recordaba los momentos anteriores al acontecimiento y eso solía confundirlo. Existía la controversia entre odio y una especie de afecto que no podía identificar, pero en su mayoría intentaba convencerse de que se trataba más lo primero y que eso le dio la fuerza suficiente como para llegar a lo que se convirtió sin recibir un halago o una mirada más haya de ser un estudiante por su propio padre.

Lucemond Week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora