Charlotte, una niña de tan solo siete años, tenía una hermana menor llamada Antonia. Juntas formaban un dúo inseparable de diversión y aventuras. Vivían en un vecindario tranquilo, donde todos los niños se conocían y jugaban juntos.
Charlotte era una chica alegre, llena de energía y confianza en sí misma. Siempre estaba buscando maneras de evitar el aburrimiento y dispuesta a probar cualquier cosa para divertirse. Para ella, no había nada más emocionante que jugar con sus amigos del vecindario.
La casa de Leo y Violetta se había convertido en el lugar de encuentro favorito de Charlotte y sus amigos. Aunque no había un parque oficial en el vecindario, la amplia zona de juegos de la casa de Leo ofrecía un espacio perfecto para sus travesuras. Allí podían jugar al baloncesto, bailar, cantar y reír sin cesar.
Una tarde soleada, mientras Charlotte y Antonia caminaban hacia la casa de Violetta
- Antonia , ¿qué crees que inventaremos hoy?
- Tal vez un nuevo juego de aventuras o una competencia de baile.
- Seguro que será algo increíble! Siempre lo es cuando estamos todos juntos.
Al llegar a la casa de Violetta, Santiago, Adriana y Madison ya estaban reunidos. Leo, el líder no oficial del grupo, los saludó con una sonrisa amplia.
- Hey, Charlotte, Antonia! Justo a tiempo. Estábamos por empezar un juego nuevo. Lo llamamos 'El tesoro perdido'.- ¿De qué se trata? - Antonia intrigada preguntó
- Cada uno de nosotros tendrá una pista y tenemos que resolverlas todas para encontrar el tesoro. Las pistas están escondidas por toda la casa y el patio. El primero en encontrar el tesoro, gana. - dijo Leo
Comenzaron a buscar las pistas, corriendo de un lado a otro, riendo y colaborando entre ellos. Mientras buscaban. La imaginación de los niños no tenía límites.
- ¡Aquí hay algo! Dice que debemos buscar donde el sol brilla más fuerte."
- Eso debe ser el jardín trasero. ¡Vamos!
Corrieron hacia el jardín trasero y, efectivamente, encontraron la siguiente pista. Así siguieron, resolviendo cada enigma con creatividad y trabajo en equipo. Finalmente, fue Charlotte quien encontró el "tesoro", una caja de galletas que Leo había escondido.
- ¡Lo encontré!
Todos los niños celebraron juntos, disfrutando de las galletas y compartiendo historias sobre sus aventuras del día. No necesitaban tecnología para pasarlo bien. No tenían teléfonos móviles ni tabletas, pero eso no les importaba en lo más mínimo. En su lugar, confiaban en su imaginación y en la creatividad para crear momentos mágicos. Las risas resonaban en el patio de la casa de Leo, y la felicidad se contagiaba entre ellos.
A medida que el sol se ponía y la tarde llegaba a su fin, Charlotte y sus amigos se despedían con la promesa de volver al día siguiente para continuar sus juegos. Cada día era una nueva oportunidad para vivir aventuras y crear recuerdos imborrables.
- estos son los mejores días de mi vida. No puedo esperar a ver qué nos depara mañana. - decía Charlotte
- Yo también. Somos muy afortunadas por tener amigos tan increíbles y una infancia tan llena de diversión y risas.
Y así, Charlotte y Antonia se retiraban a su casa con una sonrisa en el rostro, esperando ansiosas el siguiente día de juegos y risas con sus amigos. No había tecnología que pudiera reemplazar la felicidad que encontraban en esos momentos compartidos.
Continuará...
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Me di cuenta que tu sonrisa no estaba muerta.
Romansa¿De qué murió? Se ahogó con palabras que nunca dijo.