Charlotte y sus amigos continuaron jugando en el vecindario tras la misteriosa desaparición de Dylan. Sin noticias ni explicaciones sobre su ausencia, Charlotte se hallaba constantemente preguntándose qué habría sucedido. ¿Se habría mudado? ¿Habría ocurrido algo que lo obligara a marcharse sin despedirse?
Una tarde, mientras jugaban en el parque, Charlotte no pudo evitar mencionar a Dylan.
—Extraño a Dylan — dijo Charlotte con tristeza en su voz, mientras se sentaba en un columpio.
—Yo también —respondió Leo, dándole un empujón suave al columpio—. Era un buen amigo. Ojalá supiéramos qué pasó.
—He escuchado rumores de que su familia tuvo que mudarse de repente —añadió Violetta, sentada en el columpio adyacente—. Pero nadie sabe por qué exactamente.
La tristeza comenzó a invadir el corazón de Charlotte mientras se divertía con sus amigos. Aunque intentaba mantenerse distraída, siempre estaba presente la nostalgia por la ausencia de Dylan. Extrañaba su presencia, su risa contagiosa y aquella hermosa sonrisa que iluminaba cada juego en el que participaban.
Con el tiempo, los días se convirtieron en semanas, y luego en meses. La vida siguió su curso, y Charlotte comenzó a olvidar detalles sobre Dylan. Su nombre se desvanecía en su memoria, pero lo que nunca olvidaría era esa sonrisa que había dejado una huella imborrable en su corazón.
A pesar de seguir disfrutando de la compañía de sus amigos y los juegos del vecindario, una parte de ella siempre anhelaba la presencia de Dylan. Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, aprendió a aceptar su partida y a seguir adelante.
Los años continuaron su marcha, y Charlotte creció en un mundo lleno de nuevas experiencias y desafíos. El vecindario que una vez fue su hogar se transformó en un recuerdo lejano, pero siempre llevaría consigo aquellos momentos de diversión y amistad compartidos con los demás. Aunque Dylan ya no formaba parte de su vida, sus recuerdos seguían siendo un tesoro especial.
Con el tiempo, Charlotte también aprendió que la vida estaba llena de encuentros y despedidas, y que cada experiencia, por dolorosa o alegre que fuera, contribuía a su crecimiento y fortaleza. Y aunque nunca volvió a saber nada sobre Dylan, guardó la esperanza de que estuviera bien y que en algún lugar del mundo también recordara aquellos días de juegos y risas en el vecindario.
La amistad entre Charlotte y sus amigos se fortaleció con los años, y juntos vivieron nuevas aventuras y construyeron recuerdos inolvidables. Aprendieron a valorar cada instante y a apreciar la magia que la vida les ofrecía a través de sus encuentros y despedidas.
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Me di cuenta que tu sonrisa no estaba muerta.
Romance¿De qué murió? Se ahogó con palabras que nunca dijo.