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Todo el asunto de la noche anterior me ha dejado pensando en muchas cosas, principalmente que debo dejar de beber como si no hubiera mañana; además intento recordar el orden de los sucesos antes de que esa sombra me salvará del río, ese hermoso canto habrá sido obra suya?

Pregunto en la posada donde me aloje después del accidente, me aconsejan ir a la ópera, que no queda muy lejos de aquí, a investigar ya que ahí se juntan los más grandes talentos musicales, decido ir por pura curiosidad así que compro un boleto para la función de está noche.

Nunca antes habia venido a la ópera, la verdad no me interesa mucho, sí, la música es hermosa, y sí, las historias son entretenidas, pero simplemente creo que no tengo el suficiente conocimiento musical como para poder valorarla cómo es debido. La función empieza y me quedo expectante a escuchar aquella voz la cual nunca hizo su acto de aparición, decepcionado, pregunto a los acomodadores si hay más cantantes a parte de los que participaron en esta función. -Las voces principales son todas, pero puede venir mañana temprano a la práctica para conocer al resto del coro, busqueme y se los presentaré- me dijo una de ellos.
Un corista, dudo mucho que esa hermosa voz sea la de un corista, pero no pierdo nada viniendo para conocerlos, tal vez el alcohol me haya engañado, no sería la primera vez que pasa.

***

Al día siguiente encuentro a la acomodadora, quién me hizo el favor de llevarme al escenario y presentarme a todo el elenco, no quería que se sintieran incómodos con mi inesperada visita, o sea, un completo desconocido llega sin previo aviso y empieza a cuestionar a todos sin motivo aparente, así que les explico la razón de mi vista. A ellos no parece molestarles mi presencia, es más parecen curiosos, todos son tan amables.

-Tal vez deba vernos en acción para así escuchar todas las voces- me habló con dulzura una de las coristas.

-Muy amable de tu parte, pero justo me presenté a la función de anoche y no es ninguna de las que participaron.- le respondo con una expresión desilusión. -La voz que yo escuché era tan suave, fuerte e hipnotizante, como si hubiera sido la voz de un ángel o como si lo hubiera soñado y temo que haya sido asi- al decir esto último parecía que acababa de perder la esperanza. - Siento mucho haberles robado algo de su tiempo, creo que ya es hora de retirarme.

Las chicas del coro y las bailarinas se empezaron a ver con cierta complicidad cómo dudando si decirme algo o no, hasta que una de ellas dio un paso adelante para decirme -Creo que sabemos a quien escucho esa noche- cuando dijo eso todos en el escenario se quedaron en silencio, como si ella acabará de decir algo que no debía. Continuó -dígame que piensa hacer cuando encuentre a la persona que busca.

Empiezo a hablar muy animadamente -Bueno pues, si el dueño de la voz es el mismo que me salvó, antes que nada me gustaría recompensarlo, soy un mercader, manejo muchos objetos raros y exóticos, y si no le interesa alguno siempre puede pedir efectivo.

-Eso es en el caso de que sea la misma persona que lo salvo pero, ¿y si no es así?- la pequeña me miro con sus grandes ojos esperando una respuesta.

-Realmente espero que sean el mismo por qué si no lo son, no se que haré cuando esté al frente del dueño de esa voz- mi sonrisa animada se desvanece dejando lugar a la duda. -No quiero ser impertinente pero me parece que saben algo y no me lo pueden decir- les dirijo una sonrisa triste y enseguida saco un papel y empiezo a anotar algo en el -si no me pueden decir, espero que aunque sea puedan entregarle esto- doblo el papel en el que había escrito y se lo entrego a la chica, -muchas gracias por su tiempo y su amabilidad, es momento de que me retire- hago una reverencia y procedo a salir del recinto, nadie dice ya nada, el lugar está en completo silencio.

_._._._._ _._._._._

Esa misma tarde en la oficina del director.
La pequeña chica que recibió la nota toca a la puerta y procede a entrar.

-Maestro...

-Dime Jammes- le contesta en hombre que se encuentra sentado en el escritorio, es alto y delgado, su rostro se encuentra cubierto en su totalidad por una máscara y una pesada capa negra cubre su cuerpo por completo, no voltea a verla cuando le habla, el sigue revisando unos papeles.

-Vino alguien en la mañana buscándolo.

Esas palabras lo desconcertaron y volvió su rostro hacia la chica, él era el director de la ópera pero nadie fuera de esta lo había visto, todos los asuntos que involucraba tratar a las personas del exterior eran ejecutados por su secretario y este le rendía cuentas personalmente.
La chica se acercó lentamente a su escritorio, cosa rara en ella que siempre se encontraba animada saltando de un lado a otro, le entrego la nota mientras él la recibía no le quitaba la vista de encima a ella como preguntando que era lo que le estaba dando.

-Me pidió que le entregará esto- se quedaron en silencio un rato hasta que la chica volvió a hablar -pensé que ya no se escabullía por las noches maestro.
Él retiro la mirada de ella, se quedo mirando hacia abajo y suspiro -era una noche hermosa, no pude resistirme- era difícil saber en qué pensaba al tener su cara cubierta pero la chica supo que se sentía triste.

Todos en la ópera sabían de su condición, nadie lo había visto nunca pero todos respetaban su desición de mantenerse oculto. Antes solía dar una vuelta por París en las noches de luna nueva, se sentía seguro en la oscuridad hasta que una noche regreso agitado, llorando, gritando, cubría su rostro con la capa, corrió directo a su oficina, la única razón que supo dar fue que le habían quitado la máscara, no decía nada más, estuvo días encerrado, se escuchaban sus sollozos a través de la puerta, la administración de la ópera colapso por casi dos semanas, hasta que un día salió de la oficina y se dirigió al palco número 5, ese era su lugar favorito, se dirigía hacia allá siempre a la mitad del primer acto y se regresaba antes de terminar el último, todo para evitar las miradas curiosas de los visitantes.
La ópera era su vida, la música su pasión, pero él nunca podría estar en el escenario actuando, su apariencia era su mayor tormento y ayudar a mejorar a los otros y verlos triunfar frente al público era su premio de consolación.
Ese día con la sala vacía canto desde su palco con toda su alma, derramó su dolor y soledad en su voz, era un canto hermoso pero desgarraba los corazones de aquellos que escucharon su lamento, desde ese día las personas sintieron su sufrimiento y juraron proteger a su sagaz, enérgico e imponente, pero delicado y sensible, muy sensible Maestro.

El maestro de la ópera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora