-Lᴀ ʜᴇʀᴇɴᴄɪᴀ

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—¿Opinas que tenías una estrecha relación con Dumbledore, Ronald?—preguntó Scrimgeour, haciendo oídos sordos a la pregunta de la chica

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—¿Opinas que tenías una estrecha relación con Dumbledore, Ronald?—preguntó Scrimgeour, haciendo oídos sordos a la pregunta de la chica.

Ron se sorprendió.—¿Yo? No...Bueno, no mucho. Siempre eran Harry o Ginny quienes...—Echó una ojeada a sus amigos, y vio que Hermione le lanzaba una mirada de advertencia: «¡No digas ni una palabra más!»; pero el mal ya estaba hecho. Por lo visto, el ministro acababa de oír exactamente lo que quería, de manera que se abatió sobre la respuesta de Ron como un ave de presa.

Y era cierto, la castaña-rojiza y el azabache eran quienes tenían una mejor relación con el anciano, la chica lo iba visitar y el hombre le había tomado mucho cariño, la escuchaba cuando se recostaba encima de su escritorio jugando con Fawkes, mientras le hablaba de su desastrosa vida amorosa.

—Si no tenías una relación muy estrecha con él, ¿cómo explicas que te recordara en su testamento? Hizo poquísimos legados personales, ya que la mayoría de sus posesiones (la biblioteca privada, los instrumentos mágicos y otros efectos personales) se las legó a Hogwarts. ¿Por qué crees que te eligió a ti?

—Pues...no lo sé. Yo...Cuando digo que no teníamos una relación muy estrecha...Es decir, creo que yo le caía bien...

—No seas tan modesto, Ronnie.—terció Ginny con una sonrisa—. Dumbledore te tenía mucho cariño, siempre me preguntaba por ti.

Esa afirmación significaba estirar al máximo la verdad; que Harry supiera, Dumbledore y Ron nunca hablaron a solas, y el contacto directo entre los dos fue insignificante. Sin embargo, Scrimgeour no parecía escucharlos; metió una mano en su capa y sacó una bolsita no mucho más grande que el monedero que Hagrid le había regalado a Harry. Extrajo un rollo de pergamino, lo desenrolló y leyó en voz alta:

—«Última voluntad y testamento de Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore...» Sí, aquí está: «...a Ronald Bilius Weasley le lego mi desiluminador, un aparato creado por mí, con la esperanza de que me recuerde cuando lo utilice, y que cuando todo parezca estar más oscuro, le muestre la luz».

El ministro sacó de la bolsa un objeto que Harry ya conocía; era parecido a un encendedor plateado,pero poseía el poder de absorber toda la luz de un lugar, y el de devolverla mediante un simple clic. Inclinándose hacia delante, el ministro le entregó el desiluminador a Ron, que lo cogió y lo hizo girar entre los dedos, atónito.

—Es un objeto muy valioso —comentó Scrimgeour sin dejar de observar al muchacho—, y es posible que sea único. Lo diseñó el propio Dumbledore, desde luego. ¿Por qué crees que te dejó un artículo tan exclusivo?—Ron negó con la cabeza, apabullado—. El antiguo director de Hogwarts tuvo a su cargo a miles de alumnos...Sin embargo, ustedes cuatro son los únicos a quienes tuvo en cuenta en su testamento. ¿A qué se debe eso? ¿Para qué debió de pensar que usarías ese desiluminador, Weasley?

—Para apagar luces, supongo.—musitó Ron—. ¿Qué otra cosa podría hacer con él?

El ministro no tenía ninguna otra sugerencia. Tras mirar a Ron con los ojos entornados, siguió leyendo: —«A la señorita Hermione Jean Granger le lego mi ejemplar de los Cuentos de Beedle el Bardo, con la esperanza de que lo encuentre ameno e instructivo.»

⁶𝙶𝚒𝚗𝚗𝚢 𝚢 𝚕𝚊𝚜 𝚛𝚎𝚕𝚒𝚚𝚞𝚒𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚖𝚞𝚎𝚛𝚝𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora