-Fᴇʟɪᴢ ᴄᴜᴍᴘʟᴇᴀɴ̃ᴏs

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Los Delacour llegaron a la mañana siguiente a las once en punto

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Los Delacour llegaron a la mañana siguiente a las once en punto. Harry, Ron, Ginny y Hermione estaban un poco resentidos con la familia de Fleur; por ello, Ron subió refunfuñando a su habitación a cambiarse los calcetines desparejados, y Harry intentó peinarse también de mala gana. Cuando la señora Weasley consideró que todos ofrecían un aspecto presentable, desfilaron por el soleado patio trasero para recibir a sus invitados.

Harry jamás había visto el patio tan ordenado: los calderos oxidados y las viejas botas de goma que normalmente estaban tirados en los escalones de la puerta trasera habían desaparecido, siendo sustituidos por dos arbustos nerviosos, uno a cada lado de la puerta en sendos tiestos enormes. Aunque no corría brisa, las hojas se mecían perezosamente, ofreciendo una agradable sensación de vaivén. Habían encerrado las gallinas, barrido el patio y podado, rastrillado y arreglado el jardín. No obstante, Harry, a quien le gustaba más cuando presentaba aquel aspecto de abandono, tuvo la sensación de que, sin su habitual contingente de gnomos saltarines, el jardín tenía un aire tristón.

El muchacho ya había perdido la cuenta de los sortilegios de seguridad que la Orden y el ministerio le habían hecho a La Madriguera; lo único que sabía seguro era que ya nadie podía viajar directo hasta allí mediante magia. Por eso el señor Weasley había ido a esperar a los Delacour a la cima de una colina cercana, donde los depositaría un traslador. Los alertó de su llegada una estridente risa que resultó ser del señor Weasley, a quien poco después vieron llegar a la verja, cargado de maletas y precediendo a una hermosa mujer, rubia y con túnica verde claro, que sólo podía ser la madre de Fleur

—¡Maman!—gritó ésta, y corrió a abrazarla—. ¡Papa!

Monsieur Delacour no era tan atractivo como su esposa, ni mucho menos; era bastante más bajo que ella y muy gordo, y lucía una pequeña y puntiaguda barba negra. Sin embargo, parecía bonachón. Calzado con botas de tacón, se dirigió hacia la señora Weasley y le plantó dos besos en cada mejilla, dejándola aturullada.

Ya sé que se han tomado muchas molestias pog nosotgos —dijo con su grave voz—. Fleug nos ha dicho que han tenido que tgabajag mucho.

—¡Bah, no es para tanto!—replicó Molly—. ¡Lo hemos hecho encantados!

Ron se desahogó dándole una patada a un gnomo que había asomado la cabeza por detrás de un arbusto nervioso.

—¡Queguida mía!—exclamó radiante monsieur Delacour, todavía sosteniendo la mano de la señora Weasley entre las suyas regordetas—. ¡La inminente unión de nuestgas familias es paga nosotgos un gan honog! Pegmítame pgesentagle a mi esposa, Apolline.

Madame Delacour avanzó con elegancia y se inclinó para besar a la señora Weasley.

Enchantée.—saludó—. Su esposo nos ha contado unas histoguias divegtidísimas.

El señor Weasley soltó una risita histriónica, pero su esposa le lanzó una mirada y él se puso muy serio, como si estuviera en el entierro de un amigo.

⁶𝙶𝚒𝚗𝚗𝚢 𝚢 𝚕𝚊𝚜 𝚛𝚎𝚕𝚒𝚚𝚞𝚒𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚖𝚞𝚎𝚛𝚝𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora