Capítulo#4 Ya no me duele nada.

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-¿Que si recibí tu mensaje?...¿Te refieres al sueño que tuve contigo?- estaba tan asustada que empezaba a dudar de mi cordura.

-Por desgracia no lo recibiste completo. Tú y yo hacíamos algo más -sonó tenebroso.

-¿Qué hacíamos?- dije temerosamente firme.

-Jugábamos.

-Eh...¿Cómo podría ser eso posible? Perdona, Sammy. No quiero hacerte más daño, pero no pienso continuar con ésto. Dime, ¿en qué me metí? ¡y sin saberlo! Dios mío... lo siento, Sammy. No acepto seguir jugando contigo como si nada hubiese pasado.

-No podría importarme menos tu opinión.

-¿Ah...?

-Sheila, no soporté estar en el infierno, perdido, sintiéndome vivo pero sufriendo; tenía que cambiar eso. Por eso me involucré con los arcángeles del infierno.

-¿Los... arcángeles?

-Los ángeles son menos poderosos.

-¿Infierno, dices? Ah, genial. Bueno, no puedes obligarme a jugar contigo. No puedes, lo siento.

-Te dije que no me importa. Y sí. Sí puedo obligarte.

-No me digas...- dije irónica, pero a la vez muerta de miedo.

-Te preguntarás ¿de qué manera puedo obligarte? Verás... Los arcángeles, a ellos acudí en el infierno para darle vida a mi alma, de alguna u otra manera. Les imploré mi petición: vivir. O mejor dicho: parar de sufrir. Aceptaron concederme la vida, pero con una pequeñísima condición: al llegar al mundo mortal, dentro de otro cuerpo que no es el mío (ya que el mío está podrido en un ataúd) tendría que aferrarme a una vida para mantener la mía. Aferrarme literalmente, es decir, con un sólo día que esa otra vida no me hiciera compañía, ellos, los arcángeles del infierno, vendrían a castigarme por desobedecer. Para ese entonces mi poder otorgado por los arcángeles no se había prolongado lo suficiente como para manipular tu mente. Por desgracia tuya, me abandonaste durante 3 largos años. Suficientes para que mi poder avanzara. Ahora siento que valieron la pena los dedos que perdí, los miembros, las narices, los ojos... en fin, al fin conseguí introducirme en tu cabeza. A través de sueños y de otras maneras.

-¿Narices?, ¿ojos?, ¿PARTESITAS?, ¡¿QUÉ?!

-Sí, soy poderoso; me regenero. De hecho, 3 años fueron suficientes para acostumbrarme al dolor. Ya no me duele nada.

-¿Te... regeneras? Osea, ¿te nace un nuevo ojo si... ellos... te lo arrancan?

-¡Qué inteligente eres! ¿ves por qué te escogí a ti?

-No, realmente no entiendo nada.

-Siéndote sincero, estuve cierto tiempo esperando a la persona correcta a la cual aferrar mi alma, pero nadie me inspiraba seguridad. Y entonces ¡PUM! Apareciste tú. Subiste al tobogán, luego allí, luego allá. Jugabas con tanto sentimiento... que hasta te brillaban los ojos. Entonces supe que tenías que ser tú.

-Pero... ¡¿Por qué?! -solté hostil.

-Mi amor, ¡Por el sentimiento con el que disfrutas los pequeños momentos de la vida!- sonó comprensivo e irritantemente dulce.

-Ok, basta, no soporto más. No lo entiendo, ¿Esto... esto me afecta a mí?

-Sí, me das vida.

-Me refiero a si me afecta negativamemte.

-¿En serio quieres que te responda, cariño?

-¿ME ESTÁS MATANDO?

-Te dije que eres muy inteligente -aplaudió.

-Pero...¿en qué sentido, c-cómo?

-Dulce y sutilmente dicho: Mi vida está consumiendo la tuya.

-Y, ¿directa y cruelmente dicho?- me atemoricé.

-Te vas a morir si no haces lo que yo quiero y si me obligas a manipular tu mente.

No puedo creerlo. ¡Qué injusto! ¿por qué a mí? ¡Qué absurdo! Ésto es increíble. Literalmente, increíble.

-¿Y por qué no estoy muerta si han pasado 3 años?- desafié.

-Porque no he empezado a jugar con tu mente... aún.

-¿Y no existe forma de que ambos quedemos libres?- mis ojos destellaron esperanza.

-Si la hay, la desconozco. Pero no me preocupo. Me conformo con la capacidad de jugar con tu mente.

¿Y mis padres?, ¿amigos?, ¿todos aquellos que me conocen? ¿crees que no se darán cuenta de que algo está mal, de que estoy desgastada, de que me estás consumiendo?- interrogué esperanzada y firme.

-¿Qué parte no entiendes de que soy poderoso? Si me cortan los dedos, me regenero unos nuevos. Si sangro, en segundos ya estoy bien. Puedo introducirme en tu mente, Sheila. ¿De verdad crees que no puedo con tu situación social y familiar? Por favor -vaciló.

Me callé por un buen rato, intentando asimilar las cosas bien. Entonces se me escapó una lágrima. Luego otra. Y otra. Y tras esa, otra. Y luego otra y otra...

-Niño... No voy a lidiar con ésto. Si me voy a morir, mejor que sea rápido y sencillo. Razones tengo de más.

Por mi mente se cruzó el suicidio. Una y otra vez. Ya lo había pensado antes, pero nunca tuve el valor, ni el coraje para cortarme la aorta y morir. Pero ahora... ahora es el momento perfecto, ¿no?

Entonces me dirgí al columpio donde tanto me divertí, solté el caucho de la cuerda y lo lancé lejos con furia. Las lágrimas caían por mi rostro como chorritos de pipí. Miré a Sammy. Lo pensé por unos segundos mientras nos mirábamos fijamente... y de repente, solté la cuerda, la desamarré de mi cuello y volví a respirar.

¿Jugamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora