Para Carlos el día en el Liceo había estado interesante, el profesor de historia había ido resuelto a relatar batallas épicas de la humanidad. Escucharon hablar de la batalla de las termopilas, la de David contra Goliat, las batallas entre España, Portugal e Inglaterra, el alzamiento y caída de la gran Roma, etc. El profesor supo captar la atención de los jóvenes no solo dándoles un montón de datos cruentos y crueles sino también dándoles contexto; explicándoles más allá de la posición moral del bien o el mal, los motivos políticos, sociales e históricos que tuvieron los imperios para actuar como actuaron. En el transcurso del día vieron otras materias como es de esperarse, sin embargo fue esa clase la que Carlos se llevó rumiando en la cabeza cuando fue hora de volver a casa.
Abandonó el edificio de arquitectura horrible que era su Colegio. Por alguna razón en aquel país las casas de estudio de básica y diversificada compartían la misma estructura y estética que los centros penitenciarios. En otras palabras, los Liceos parecían cárceles para niños y adolescentes. Por suerte para Carlos vivía cerca del Liceo y podía ir perfectamente caminando si así lo hubiese preferido.
El viaje fue tranquilo salvo por un pequeño incidente en una esquina en la que una señora mayor le dio con un paraguas en la cabeza a un chico porque según éste le había empujado al pasar, el chico lo había tomado con humor y por eso no fue a más; el que la había empujado en realidad había sido otro señor mayor que iba repitiendo "gente de mierda, maldita gente de mierda" cómo si fuera un mantra.
Al doblar la esquina, Carlos se encontró de frente con una señora entradita en carnes con un escote pronunciado por el que se asomaban una parte de los apretados senos que sujetaba aquel corpiño. Carlos quedó como hipnotizado por una fuerza superior a él y se zambulló mentalmente en medio de aquel mar de carne. Aquella línea separadora de esos portentosos senos le llamaba, le invitaba. Carlos trago grueso y cuando al fin se acordó de que era un ser humano lo que veía, alzó la mirada y una señora con un rostro hermoso y redondo le miró divertida como llamándole pillo con la mirada, pero más divertida que ofendida. Carlos que en realidad era un pillo le miró con descaro a los ojos y sonrió, Carlos no tenía los problemas de autoestima que tenía su hermano, al contrario, era un adolescente muy seguro de si mismo.
Carlos pudo haber seguido por aquel camino, en cambio decidió tomar el desvío que le permitía pasar frente a la casa de su amigo. Yendo de camino encontró que Omar estaba asomado en la ventana como esperando a alguien, al ver a Carlos se alegró y le hizo señas.
—Carlitos, ven acá, tengo algo que quiero mostrarte ¿Puedes entrar a casa o tienes que irte directo a la tuya?— Preguntó Omar.
—Mamá llega hasta la noche, así que puedo entrar ¿Está tu mamá ahí?— Preguntó Carlitos.
—Mamá no está pero no pasa nada si estuviera, ella más bien le gusta que estés aquí.— La mamá de Omar la señora Viviana era una mujer de cuarenta y pocos, físicamente no era muy atractiva, era una mujer trabajadora y esforzada, trabajaba casi todos los días turnos dobles como enfermera en una clínica. Osmar al igual que Carlos no tenía relación con su papá, sabía que existía, dónde vivía y con quién pero no le interesaba compartir con él, había un resentimiento silente en el corazón de Omar para con su padre.
Carlos se paró frente a la puerta de la casa, una sólida puerta de metal negra con detalles geométricos. La puerta se esperaba que fuera funcional no estética por lo que parecía la entrada a un antro nocturno. La sala en cambio era bonita un lugar agradable y espacioso que siempre estaba limpio pues la señora Viviana era terrible en cuanto a higiene y orden se trataba. Carlos recorrió detrás de Omar el pasillo que precedía a la sala de la casa, a la que se accedía luego de traspasar un marco de puerta que solo tenía una cortina. Cuando Carlos se liberó por fin de la cortina que le tapaba la cara a medida que la atravesaba quedó frío con lo que vio. En la sala de su amigo había un enorme televisor y reposando frente al televisor en una mesita estaba el casco de realidad virtual, la consola y los controles de la nueva Nintendo "Future", la última consola de la Nintendo.
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Cobardía
RomanceCuando se escribe se deja parte del alma en lo que plasmamos y abrimos puertas y ventanas en nuestro ser por donde se puede colar (queramos o no) nuestros más íntimos pensamientos, secretos o deseos. Escribir no es fácil y no me refiero solo al arte...