¿Qué es esto?

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╭┈─────── ೄྀ࿐ˊˎ-
╰┈➤𝑫𝒐𝒔

– Prefiero morirme de frío antes de entrar a esa habitación del demonio –masculló un enojado Aziraphale, sentándose en el sofá para abrazarse a sí mismo– No va a obtener lo que quiere, definitivamente no.

Se negaba a ser tentado por aquél que le había secuestrado, si es que se le puede llamar secuestro a la acción de ir voluntariamente con tu "secuestrador", él fue quien accedió a subirse a ese auto e ir a "conversar", ahora debía abstenerse a las consecuencias. Por suerte había dejado cerrada la librería y también la estufa, así que no habría un incendio, pero mientras pensaba en aquello no se dio cuenta que estaba siendo observado, levantó la mirada frunciendo el ceño haciendo que el otro suelte una pequeña risa burlona.

– ¿Vas a quedarte toda la noche ahí? –con sus dedos llevó hacia atrás algunos mechones de cabello– Cómo sea, si tienes frío en la habitación están las colchas.

– Estás jugando con la calefacción, es obvio que tengo frío, ¡este lugar está helado! –frotaba sus brazos en busca del calor que comenzaba a hacerle falta.

– Bien, buenas noches.

Sin más se marchó a su habitación metiéndose entre las colchas y sábanas, apagó las luces quedando todo el departamento en total silencio, y aunque en la sala de estar Azira tiritaba de frío haciendo que el sonido de sus dientes resuenen por el espacio abierto, a aquél simplemente no le importaba ya que ni siquiera le estaba escuchando.

Estaba enojado, frustrado, ¿cómo alguien era capaz de dejar morir de frío a un hombre tan bueno como él? Las horas se deslizaban entre los minutos y segundos, dando a entender que aquél no iba a darle el mando de la calefacción para subirla y calentar un poco el lugar, no quería rendirse, pero el frío que sentía pudo más que su orgullo y a las crudas doce de la noche entró a la habitación, no había comido nada y sinceramente moría de hambre, por un momento en la tarde noche había pensado que el pelirrojo le serviría algo de comer, pero este solo se bebió dos copas de vino y le brindó tanto vino cómo agua, la cual había accedido a beber, lo que significa que en su estómago solo estaban las crepas que había comido minutos antes de ir con Crowley y un vaso de agua. En silencio y a punta de pies se movió hacia la habitación que le esperaba a puerta abierta, "quizás está abierta para que entre" pensó inocentemente, cerrándola con suavidad para evitar que el frío en el resto de la casa se colara a la habitación, poco a poco se acercó a la orilla de la cama confirmando que el de ojos ámbar estuviese dormido, cerró su puño en un gesto de "yes" dando la vuelta y metiéndose a la cama para cubrirse con las colchas entrando en calor pronto, pensando que al fin estaría durmiendo, en pocos minutos sus planes fueron frustrados ya que el otro se giró hacia él aprisionando ambas muñecas para así subirse sobre el cuerpo del recién arropado, Crowley lamió sus labios mirándole y sus ojos brillaron en la oscuridad gracias al rayo de luz que entraba por la ventana, el rubio pudo darse cuenta en ese momento que había cavado su propia tumba, la respiración se le aceleró al igual que el pulso, sus pupilas recién acostumbradas a la oscuridad pudieron ver los ojos ámbar del que le aprisionaba contra el colchón, sabía que eso no acabaría bien, ¿ahora de qué servía poner resistencia?

– Entonces, quieres que te ayude con tu erección.

– Pero, ¿quién tiene una erección a las doce de la madrugada? Loco desquiciado, suéltame ahora mismo –ordenó pataleando un poco, pero el otro hacía caso omiso a las quejas ajenas.

– Bueno, otros no sé, ahora mismo tú si –tomó las muñecas ajenas con una mano, bajando la otra a su entrepierna frotando el miembros ajeno que estaba algo duro y en pocos segundos comenzó a levantarse gracias a los toques del pelirrojo– Viniste a la habitación, aceptaste mi ayuda.

El Equivocado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora