El pasado. El ahora

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╰┈➤𝑻𝒓𝒆𝒔.

Crowley sostuvo una copa de vino en su mano recibiendo un saludo de algunas damas, el salón estaba repleto de personas trajeados en blanco y negro, mujeres y hombres, entre 20 y 40 años cada uno, una de esas reuniones aburridas donde empresarios y sus acompañantes van, en busca de negocios y muchas veces de algo más que un negocio entre empresas, unos ojos ámbar buscaron a su acompañante quien le había pedido unos segundos para ir al tocador, cansado de esperar fue a buscar a la misma. Habían estado un tiempo cómo pareja, todo parecía marchar bien y ella era feliz cuando él le compraba un collar caro, aveces el amor te ciega un poco, no ves las intenciones de los demás y simplemente crees que es lo correcto.

Tomó el camino hacia el baño de mujeres en busca de su acompañante, si tienes dudas no te sorprendas con las respuestas, no pidas el boleto de vuelta porque ya no lo hay, sus pasos se detuvieron una vez entreabrió la puerta viendo la escena que se habían montado aquellas dos personas, su compañera con las bragas por los tobillos mientras aquél hombre arremetía contra sus caderas, parecían disfrutarlo o al menos los molestos gemidos que su boca emanaba lo "demostraban", él no quiso una explicación, cerró la puerta volviendo a donde antes estaba para recoger sus cosas y volver a casa, más tarde en la noche aquella mujer volvió con él, una fuerte discusión provocó unas cuantas verdades que sólo le hicieron darse cuenta del por qué ella estaba con él, tras escuchar palabras como "me daría más dinero que tú", "tendría más oportunidades", "tu jamás podrías darme lo que él sí", se dio cuenta de las verdaderas intenciones que tenían las personas hacia él, le veían como un ATM, en un final sus padres tenían razón, el dinero atrae a las personas cómo la miel a las moscas, no importa cuánto intentes ser tu mismo y amar a alguien que sólo te ve como un método para salir de la pobreza, y así la forma de ver a las personas fue cambiando en él. Ninguna pareja era digna de estar con él más que una noche, no volvería a tener una relación estable nunca más, lo había decidido el día en que le rompieron el corazón, si es que se podía llamar amor a aquello que era interés, pero él, muy en el fondo la había querido, los días pasaban y su forma fría parecía no cambiar, sus sentimientos se endurecieron, sin poder ver si alguien hablaba en serio cuando decía "te amo".

– Jefe, ¿podría firmar estos documentos? –la voz de Hastur le sacó de sus pensamientos volviendo a la realidad– ¿Todo en orden?

– Ah, si... –miró alrededor guardando silencio un momento– Todo en orden.

– Hay una cena empresarial hoy, ¿irá o desea que informe su ausencia?

– ¿Donde se efectuará la cena? –dejó su firma en los papeles entregando estos a su secretario.

– En el bar Red Window, sirven un muy buen vino.

– Iré, cómo secretario no tienes que ir si no quieres, puedes tener la tarde libre.

– Oh, muchas gracias jefe, entonces iré a avisarle a ... –mordió su lengua cuando estuvo a punto de exponerse, haciendo que Crowley ría por lo bajo.

– A Ligur, ¿cierto? –el cenizo asintió, haciendo que su jefe baje la mirada pensativo.

– ¿Sucede algo malo jefe? Últimamente parece estar demasiado... Extraño.

– ¿Cómo lo sabes?

– Saber qué –algo sorprendido por la pregunta mantuvo una postura recta observando al pelirrojo

– Que es amor, cómo sabes que amas a Ligur, ¿cómo sabes que no es por algo más que deseo carnal? –preguntaba cómo un niño de cuatro años al que todo comienza a parecerle curioso.

– ¿Puedo tomar asiento? –el jefe extendió su mano indicándole que si, dejándose caer sobre el asiento– Bueno, Ligur y yo al principio fuimos simples compañeros de trabajo, coincidíamos en las reuniones y cenas empresariales a las que asistíamos, comenzamos a vernos fuera del trabajo y poco a poco conociendo más del otro, cosas cómo; la comida favorita del otro, preferencias musicales, empezamos a identificar cuando uno de los dos se sentía mal y por qué... Nos dimos cuenta de que no era sólo una amistad, tampoco era algo carnal ya que al principio nosotros jamás nos tocamos –el silencio se hizo presente haciendo al cenizo deducir que su jefe estaba pasando por una de esas complicaciones del corazón, o al menos ese rostro pensativo daba que decir– ¿Y usted? ¿Por qué me pregunta estas cosas personales?

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