Ese boludo se hacía el más capo bailando con Nati y yo lo alejé mirándolo con cara de orto. A ella parecía no interesarle él, por eso cuando estuve frente a ella solo me miró sonriendo y siguió bailando. Yo apenas me movía, pero intenté ponerle onda.
Ella estaba cada vez más cerca moviéndose y ronzando conmigo, el aire me faltaba y no podía despegar la mirada de ella. Se veía preciosa con los cachetes ligeramente enrojecidos y el cabello húmedo, pero inmaculado como siempre. En un momento, sus ojos claros como el cielo y su sonrisa de labios rosados se alinearon con mi rostro.
Mi corazón empezó a acelerarse, aunque a mí al rededor todo parecía ocurrir en cámara lenta. Natalie de a poco se acercó a mí y yo a ella, hasta que nuestras respiraciones se cruzaron y pude percibir en el aire el aroma al alcohol que habíamos consumido; mis mejillas ardían, al igual que todo mi cuerpo.
Nuestros labios muy tímidamente se rozaron y ya no hubo vuelta atrás.
En ese momento para mí no hubo más música, ni cantos, ni gente bailando a mi alrededor. Solo Natalie Heredia pasando sus brazos sobre mis hombros mientras me besaba y exploraba mi boca con intensidad mientras los flashes de las luces nos iluminaban. No sé cuánto duró, pero fue lo mejor que pudo pasarme esa noche...
Pero de pronto todo el momento se interrumpió cuando ella se puso tensa y se alejó de repente haciéndome preocupar. Tocó sus labios con sus yemas y me miró con los ojos bien abiertos, llenándosele de lágrimas.
—¿Nati? —pregunté asustada—. ¿Estás bien? Discúlpame. Si algo te molestó, decime...
Ella no respondió, solo comenzó a llorar.
«Mierda».
Las lágrimas cayeron por sus mejillas que segundos antes había acariciado mientras nos besábamos. Ella parecía tan vulnerable en ese momento y yo no sabía en qué culo meterme, porque no entendía qué había pasado. ¿Había hecho algo malo? No quería hacerle daño, ni hacerla llorar.
«¡Carajo! ¡Qué pelotuda soy!» Me sentí culpable y me odié a mí misma. Me odiaba por amarla y por haber sido tan osada, quizás ella no quería que la besara. No estaba lista y yo la había presionado.
—Nati, por favor, discúlpame... —Me dolía el pecho de la angustia, de verdad la había cagado.
Natalie lloraba frente a mí y no sabía si podía acercarme a ella o no para consolarla. No quería volver la situación más incómoda para ella.
—Che, ¿qué pasa acá? —Thiago apareció poniéndose al lado de Nati, que seguía llorando con las manos cubriendo su rostro—. ¿Qué hiciste, Leiva? —Sonaba severo.
Pilar no tardó en abrazar a Natalie para consolarla y el ambiente se puso demasiado tenso, a pesar de la música tan movida que sonaba y las luces que ambientaban la pista de baile. Pensé que había superado lo de escapar como una cobarde, pero sentí el impulso de salir corriendo de ahí y esconderme en el Bosquecito.
—No sé, yo no sé... —balbuceé con torpeza. Estaba desesperada, de pronto también vino Nacho y otras pibas del curso.
Para mi suerte, el Abuelo se apareció para ponerse de mi lado y ya no estaba tan sola. Pero seguía sintiéndome juzgada, como si fuera la peor basura del universo, solo porque había hecho llorar a Nati... Bueno, de estar yo en el lugar de ellos también estaría mirándome así.
Natalie era una persona muy especial, que siempre irradiaba alegría. Todos la querían mucho y pobre del ser que la hiciera sufrir, porque sin dudas se ganaría el odio de todos.
—¡Algo le hiciste Verónica! —Thiago acusó y de pronto pensé que lloraría yo también.
Respiré tratando de mantenerme firme, pero todo era muy abrumador. El Abuelo empezaba a inflar el pecho, listo para saltar a defenderme de Thiago. Todo estaba a punto de irse a la reverenda mierda en cualquier momento.
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Aquel último año
Teen FictionA Verónica Leiva le entusiasma empezar su último año de secundaria, su objetivo es disfrutarlo a más no poder junto a sus mejores amigos y el próximo año marcharse a la universidad para comenzar una nueva etapa. Cuando las clases están a punto de e...