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La señora Yang se había encerrado en el cuarto y sus lamentos se escuchaban si pasabas cerca de su puerta.

Minho quería hacer lo mismo, pero pensando en que debía ser fuerte para hacer sentir mejor a Jeongin, borró sus lágrimas camino al cuarto.

Al abrir la puerta, encontró a Jeongin, envuelto en una toalla para que su húmedo cabello no mojara su pijama, tenía la mirada baja y perdida.

El pelinegro alzó la vista cuando entró, mirándolo con sus lindos y brillantes ojitos. Y Minho quiso llorar de nuevo.

Con lentitud, se sentó sobre la cama donde Jeongin dormiría, el chico se irguió un poco, sentándose de piernas cruzadas junto a él.

Minho tomó la mano de su novio, besando su dorso, una sonrisa penosa apareció en sus labios.

— ¿Por qué no me dijiste? — preguntó Minho, su voz sonó ronca, algo rota, Jeongin bajó la vista, supo que ya no podría esconderlo.

Tris-te— dijo, bajito, señalandolo—. Como Ma-.

El labio de Minho tembló con ganas de llorar.

— Innie, hay cosas, que por más tristes que sean, deben saberse— murmuró.

Jeongin negó, parpadeó varias veces para despejar las lágrimas que comenzaban a crecer en sus ojos, aunque eso no impidió que comenzara a llorar.

No... Quiero— murmuró—. Yo q-quiero ser fe-liz, s-sin de-cir eso, s-sin pen-sar eso... — habló entre sollozos e hipidos.

Y Jeongin se rompió, desbordando en lágrimas.

Minho lo abrazó con fuerza, como si así pudiera arreglar las cosas, acomodando a Jeongin contra su cuerpo.

— Jeongin... Tú mereces toda la felicidad del mundo— murmuró el rubio, carcomido por la injusticia.

❛ ː ՞ ❪ 𝐌𝐈𝐍𝐉𝐄𝐎𝐍𝐆 ❫ ⸻ 𝐌𝐔𝐓𝐄¹ ᠉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora