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Beomgyu tenía que decir esto sobre las naves aéreas: podían ser lentas, pero eran espaciosas. Había crecido con las historias de las condiciones de hacinamiento en los barcos matrimoniales de las generaciones anteriores. Ferno no estaba convencido, pero el gato estaba acostumbrado a vivir en el regazo del lujo. Una aeronave, por muy opulenta que fuera su decoración, no podía compararse con un palacio. A pesar de los meses que habían pasado viajando, Ferno seguía descontento por no poder entrar en las cocinas a cualquier hora y exigir que le dieran de comer.

Beomgyu lo había compensado creando un nuevo juguete para Ferno, un ratón de relojería que funcionaba con un pequeño trozo de plata celestial. Inclinándose sobre el lado de su cama, activó el hechizo del ratoncito de juguete y lo envió a patinar por el suelo en busca del gato. Ferno lo observó desde su posición en la cama, moviendo la cola, antes de abalanzarse, corriendo de un extremo a otro de la habitación mientras el ratón evitaba hábilmente sus patas. Era un juego interminable de persecución para él.

La puerta de la habitación de Beomgyu estaba abierta con un libro para poder escuchar lo que pasaba en el pasillo. Siempre era bueno estar al tanto de los chismes. Ferno golpeó al ratón con la pata, haciéndolo rodar hacia la puerta, por encima del libro y hacia el pasillo. El gato lo persiguió.

-¡Ferno!

Beomgyu dejó caer su libro y se puso en pie de un salto, saliendo a toda prisa.

Dos de sus compañeros omegas se dirigían por el pasillo hacia él, con el ratón de juguete en su camino. Si conseguían ver de cerca el juguete alimentado por la magia, podría tener muchos problemas. Uno de ellos, Bethan, se agachó para recogerlo mientras corría hacia ellos. Beomgyu lo arrebató de la mano de Bethan, sobresaltando al omega.

-¡Beomgyu!

-Lo siento, lo siento. Ferno es muy posesivo con sus juguetes.

Se dio la vuelta y se apresuró a volver a su habitación, agachándose para recoger a Ferno mientras lo hacía.

-No es el único -oyó murmurar a Bethan detrás de él, haciendo lo posible por no ponerse tenso al oír las dos omegas reír.

Llevó al gato y al ratón de juguete a su habitación, los dejó en el suelo y cerró la puerta con firmeza. Se apoyó en ella con un suspiro de alivio.

-Eso estuvo muy cerca, Ferno.

Volvió a su libro y se acomodó para pasar una tarde aburrida viendo pasar los minutos. Ferno acabó por acurrucarse en la cama a su lado, quedándose profundamente dormido. Cuando por fin llegaron las cuatro, Beomgyu llevaba media hora mirando la misma página, sin haber leído una sola palabra. La última ronda de ofertas saldría pronto. Odiaba que siempre se anunciaran públicamente, le gustaba curar sus heridas en privado, pero era la tradición, y había que mantenerla.

Una suave campanada sonó, llamándolo a él y a los demás omegas a la sala principal.

-Vamos, Ferno. Es hora de enfrentarse a la música.

Escondió el ratón y salió de sus aposentos, con Ferno pisándole los talones. No debería sentirse como si estuviera caminando hacia su propia ejecución, pero en lo que respecta a su familia, otro rechazo bien podría haber sido una sentencia de muerte. Se le estaban acabando las oportunidades La voz imperiosa del Facilitador Glade se extendió por el pasillo.

-Reúnanse, Príncipes.

Jeongin se puso al lado de Beomgyu, retorciéndose las manos.

-Estoy tan nervioso que podría vomitar.

Beomgyu hizo una mueca.

-Será mejor que no lo hagas o tendremos que asistir a otro sermón sobre el 'decoro'. -Al facilitador Glade le encantaba el sonido de su propia voz. Después de meses encerrado con él en el circuito matrimonial, cada palabra que pronunciaba irritaba los nervios de Beomgyu.

La apuesta del Omega - YeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora