XI

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Otra tensa reunión para discutir las tácticas de defensa contra los piratas y Yeonjun necesitaba urgentemente un descanso para despejarse. Los escurridizos
piratas continuaban con su nueva pauta de desembarcar en cualquier lugar excepto en las inmediaciones del castillo, y los guardias estaban desbordados. Era sólo cuestión de tiempo que alguno de ellos se abriera paso.
Y luego estaba el nuevo problema de los barcos. Los barcos hechizados. ¿De dónde diablos sacaban los piratas barcos así? Protegidos con magia rúnica, del tipo que los hacía extremadamente difíciles de hundir.

Se levantó para seguir a sus hermanos fuera, aliviado por tener algo de espacio para respirar, pero no había llegado ni a la puerta cuando escuchó su
nombre.

—¿Yeonjun?

Volvió a entrar en la habitación, donde su padre estaba hablando en voz baja con Lord Alton.

—¿Padre?

—Lord Alton y yo tenemos algunas... preocupaciones... sobre Beomgyu.

Yeonjun había visto poco al omega desde el incidente del acantilado, demasiado ocupado con los piratas como para pasar mucho tiempo en el castillo o
en el salón principal. ¿En qué problemas se había metido ahora el príncipe omega?

—¿Qué tipo de problemas?

Lord Alton habló, tímidamente y casi retorciéndose las manos.

—Los sirvientes informan de que parece apagado. Tal vez añorando su casa. Ha estado dejando las comidas sin tocar. Los guardias dicen que apenas ha salido de sus habitaciones, y mucho menos del castillo, en toda la semana.

—Gracias, Lord Alton —dijo el rey, despidiendo al hombre.

Lord Alton se inclinó formalmente y se retiró, dejando a Yeonjun a solas con su padre.

—Cree que estás descuidando tu deber con tu nuevo marido.

Yeonjun se obligó a mantener los brazos a los lados y no cruzarlos, las palabras cortaron profundamente.

—Me casé con él, padre. Tal y como me dijiste. ¿Qué más quieres?

—Es tu marido, Yeonjun. Tenemos que mirar de cuidar de él. Es invierno, y las cosas sólo se van a poner más oscuras y sombrías a medida que las noches se hagan más largas y los días más cortos. Si se enferma y muere añorando su hogar,
¿cómo se verá eso ante la alianza real?

—No va a... —comenzó Yeonjun, sólo para detenerse cuando recordó el destino del hermano menor de su padre, casado hacía años en un intento de alianza
con otro reino insular.

—No tienes que amarlo —dijo su padre con firmeza—. Pero sí tienes que interesarte por su bienestar. Habla con él, mira si se puede hacer algo para alegrar
su espíritu. Es duro para alguien tan joven estar lejos de casa, de todo lo que ha conocido. Ten un poco de compasión, Yeonjun, por favor. Por mi bien.

—Todo esto es por tu bien —señaló Yeonjun a regañadientes.

—No. Es tu deber, por el bien del reino. No es desagradable,¿verdad? Bastante agradable a la vista, con unos modales encantadores. También es valiente, incluso al poner un pie fuera de la aeronave.

Yeonjun no podía negar nada de eso, pero tampoco podía ocultar sus sospechas.

—¿Estamos seguros de que es realmente un príncipe y no un espía plantado por la alianza? —No se lo pensaría dos veces.

—Oh, no. He tenido a los guardias vigilándole, y ha sido investigado desde la boda. Definitivamente es el príncipe Beomgyu, el hijo menor del rey de Ludinia. Su matrimonio ha causado un gran revuelo en su corte o eso me han dicho. Parece que fue completamente inesperado.

La apuesta del Omega - YeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora