CAPITULO 7

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La fuga de la boa constrictor le acarreó a Harry el castigo  más largo de su vida. Cuando le dieron permiso para salir de su alacena ya habían comenzado las vacaciones de verano y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara y, en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas, Henry se había reído mucho contándole a Harry exactamente como sucedió. Harry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe. Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: cazar a Harry

Por esa razón, Harry pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí con su hermano y pensando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiarían secundaria y, por primera vez en su vida, no irían a la misma clase que su primo. Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting. Piers Polkiss también iría allí. ambos Potter en cambio, irían a la escuela secundaria Stonewall, de la zona. Dudley encontraba eso muy divertido.

—Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer día —dijo a Harry— ¿Quieres venir arriba  y ensayar?

 —No, gracias —respondió Harry—. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cabeza y pueden marearse- Henry largo una carcajada y choco los cinco con su hermano mientras lo seguía corriendo, antes de que  Dudley entender lo que le había dicho. Un día del mes de julio, tía Petunia llevó a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smelting, dejando a Henry y Harry en casa de la señora Figg. Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes (al escuchar eso Henry tuvo que aguantar las ganas de burlarse). Dejó que vieran la televisión y les dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años.

Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo. Los muchachos de Smelting llevaban frac rojo oscuro, pantalones de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura. 

Mientras miraba a Dudley con sus nuevos pantalones, tío Vernon dijo con voz ronca que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida. Tía Petunia estalló en lágrimas y dijo que nopodía creer que aquél fuera su pequeño Dudley, tan apuesto y crecido. los Potter no se atrevían a hablar. Creyeron que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse.

 A la mañana siguiente, cuando fueron a tomar el desayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina. Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregadero. Se acercaron a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecían trapos sucios flotando enagua gris. 

—¿Qué es eso? —preguntó Henry a tía Petunia. La mujer frunció los labios, como hacía siempre que Henry o su hermano se cruzaban por su vista.

—su nuevo uniforme del colegio —dijo

volvieron a mirar en el recipiente.

—Oh —comentó Harry— No sabía que tenía que estar mojado. 

—No seas estúpido —dijo con ira tía Petunia— Estoy tiñendo de gris algunas cosas viejas de Dudley. Cuando termine, quedará igual que los de los demás. 

Henry Potter y la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora