No tenía hambre, pero llevaba meses sin comer chocolate, y la suavidad y dulzor del chocolate con leche se sentía tan bien en su boca que no pudo evitar gemir.
En la oscuridad de la habitación, con Alfa y Ariel dormidos, y mirando a Agustín saboreando su propio trozo de chocolate, todo se sentía aún mejor. Era algo de los dos, algo que todos sabían que iba a suceder, pero que no dejaba de ser de ellos dos. No estaban los demás a su alrededor, hostigando a Agustín, dándole sonrisas falsas y tratándolo bien para conseguir un poco del premio: solo estaban él y Marcos, como sabía que iba a ser, pero no dejaba de sorprenderlo.
No sabe si fueron las endorfinas del chocolate o el simple hecho de que Agustín no tendría que compartir el premio con nadie, según entendió, pero el pecho de Marcos se sentía cálido mientras aceptaba otro trozo de chocolate. Le sonríe a Agustín, y cuando recibe un guiño de vuelta, Marcos se da cuenta que aún quiere más.
Más chocolate, más de estos momentos íntimos con Agustín, más recuerdos de ser el elegido de Agustín, más de Agustín en general.
Agustín le está diciendo algo, pero Marcos solo puede darse cuenta que, repentinamente, tiene muchas ganas de besarlo.
Niega con la cabeza cuando Agustín le ofrece más chocolate, y cuando insiste, casi lo acepta, pero decide mantenerse firme. Además, el querer besar los labios rosados más la absoluta certeza de que en ese momento saben a chocolate está dando vueltas por su cabeza como un tornado, a punto de destruirlo todo. Si Agustín le insiste una vez más, va a terminar saboreando el chocolate de la boca del otro.
Lamentablemente o gracias a Dios, no lo hace, y los dos vuelven al mundo real cuando Agustín vuelve a guardar los chocolates y se van con todos los demás.
Esa noche, sin embargo, cuando están todos dormidos, Marcos se queda pensando en por qué tuvo ese pensamiento de querer besar a Agustín, su amigo. Supone que es porque estuvo tres años y medio en una relación y que extraña la calidez que puede darle su pareja, en especial porque los dos habían terminado la relación gracias a la próxima estancia de Marcos en la casa y no por algo más. Ella lo había entendido y, agradece, no habían terminado mal. Pero ahora mismo, se da cuenta que no está extrañándola. No está extrañando sus besos, su calidez, su comodidad. Él, hace unas horas, quería besar a Agustín porque quería a Agustín.
Agustín.
Tal vez sí debería haberse alejado de él cuando todos se lo dijeron.
Se pasa una mano por el rostro, frustrado al darse cuenta que todos sus pensamientos volvieron a Agustín, a sus labios y el sabor a chocolate que habrían tenido ese momento, y se congela cuando se da cuenta que hay otra parte de su cuerpo aparte de su cerebro que parece interesado en ese pensamiento.
Se le ocurre pensar entonces que Agustín es, en realidad, un ser enviado por el Diablo.
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La ira de Dios [Margus]
FanfictionAgustín Guardis es un íncubo, no tiene otra explicación. El hecho de que lo tenga todo el día en su cabeza y lo obligue a pecar, es solo un ejemplo del tipo de demonio que es.