༻Capítulo 7 ༺

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El pueblo Omatikaya estaba feliz con el regreso de la familia Sully. Fueron recibidos con calidez, con lágrimas de alegría y muy pronto el manto de Olo'eyktan regresó a los hombros donde habían reposado anteriormente.

Sin embargo, Mo'at, madre de Neytiri, insistía en honrar a Tarsem, el joven que había recibido el gran peso de ser el jefe del pueblo del bosque. El cual había devuelto por voluntad propia con la llegada de Toruk Makto.

Pero parecía que los ancestros eran los únicos inquietos.

"Para honrar a los ancestros, hay que complacerlos con un nuevo hermano del bosque" decía Mo'at.

Pronto supieron que estaba insinuando una unión entre la hermana de Tarsem, N'dyan, y Neteyam. Que diera como fruto luz a un nuevo Omatikaya con la sangre de Toruk Makto.

Neytiri fue la primera en mostrar su desacuerdo. Sus cachorros tenían el mismo derecho que tuvo ella de seguir su corazón. El gran amor que sentía por él padre de sus hijos era el mismo que deseaba para la vida de ellos.

Pero Mo'at no estaba tan relacionada con las nuevas formas de amar, estricta y autoritaria.
Y como dictaba su ley, la energía es prestada y no solamente se puede manejar al antojo y egoísmo de los sentimientos. Los ancianos pensaban igual que ella.

- Puedo hacerlo, señor.

El primogénito le confirmó a su padre. Neteyam nunca fue consciente al firmar su sentencia. Quería darle orgullo a su familia, aún cuando eso sacrificara su propia vida, la propia naturaleza de sus sentimientos...

- Ma'Jake... - Neytiri trataba a toda costa que su compañero leyera su mirada.

- Él es un adulto, es parte del pueblo. Es capaz de decidir. Esto es lo que se debe hacer. Es lo que es. - Mo'at sentenció.

Jake miró a su compañera, quien apretaba el brazo de su hijo, sin lastimarlo, solo con miedo de perderlo en ese camino. Neteyam asintió, inclinándose frente a su padre. Con ello quedó sellado su compromiso.

La primera vez que se encontró a solas con N'dyan, su próxima compañera, nunca deseó con tantas ganas estar hundido en las aguas de aquel arrecife. No era una mala hembra, todo lo contrario. Ella parecía muy feliz con la decisión, aún así, él no lograba sacar esos ojos acquamarina de sus sueños.

Cuando Lo'ak anunció su partida hacia Awa'atlu, para su reencuentro con su hermano espiritual, no dudo dos veces en acompañarlo.

Engañó expresando su voluntad por ver a los Tulkun y acompañar a su pequeño hermano para cuidarse mutuamente. Era mentira, sabía que Lo'ak era perfectamente capaz de cuidarse por sí solo y a pesar de la majestuosa criatura como Payakan no era suficiente razón para moverlo de su hogar.

Quería volver al mar. Exactamente a una persona hecha del océano.

Solo quería ver a Ao'nung por última vez.

☾✧

Ao'nung sentía una presión indescriptible en su pecho. Las lunas de Pandora estaban en su máximo punto, la fluorescencia natural de su tierra iluminaba todo por donde caminaba. Todo estaba tan lleno de vida, pero no su corazón. Aún que este seguía latiendo dentro de su pecho.

Se sumergió en las aguas frías, nadando hasta el árbol de las almas. Su lugar más sagrado, para él y todo su pueblo. Lugar donde debía lavar la savia que fue puesta sobre su cuerpo.

Pero no estaba solo.

El murmuro, casi tarareo de un hombre llamó su atención. Reconociendo sin ver su rostro a su dueño.

Neteyam estaba ahí también. Dejándose flotar y mover por la marea tranquila, con sus ojos cerrados y simplemente dejando que una suave melodía saliera de sus labios.

- 𝘔𝘪𝘱𝘢 𝘵𝘪̀𝘳𝘦𝘺𝘵𝘪, 𝘮𝘪𝘱𝘢 '𝘪𝘵𝘢𝘯𝘵𝘪. 𝘓𝘢𝘸𝘯𝘰𝘭 𝘢 𝘮𝘪̀ 𝘵𝘦'𝘭𝘢𝘯...

El Metkayina dudó. Casi tentado por darse la vuelta.

Pero no podía.

Su alma estaba aferrada a alguien que no le pertenecía.

Pero aún así se acercó.

Su mano alcanzó la del Omatikaya, quien abrió sus ojos abruptamente y casi perdió su concentración al flotar, hundiéndose con una pizca de pánico que no demostró.

Se aferró a la mano que le sostenía, apretandola inconscientemente con más fuerza al ver de quien se trataba.

- ¿Qué haces aquí? Pensé que todos... Pensé que estaban todos durmiendo.

El tono de Neteyam le saco una sonrisa, pareciera que estaba indignado por perturbar su paz.

- Debo lavarme.

Los ojos del chico del bosque observaron las marcas de savia que él mismo trazó, casi con ganas de volver a correr las yemas de sus dedos por las líneas.

- Probablemente no debería estar aquí en ese caso. Me disculpo por la intromisión. Te dejo solo.

Neteyam dio la primera brazada para alejarse nadando, pero fue detenido cuando una fuerte mano sostuvo su cintura. Pensó que su firme mano podría abarcar toda su anatomía.

- Quédate.

No fue una orden, pero tampoco fue una sugerencia. Aún así Neyetam quería obedecer.

Ao'nung se negaba a soltar su cintura y parecía que el contrario tampoco quería que lo hiciera.

Sin decir nada Neteyam sacó sus manos húmedas del agua, limpiando los rastros de savia de su rostro. La sonrisa que le regaló el Omatikaya cuando lavó su nariz tenía el poder de volver a encender la hoguera sobre la playa, pensó el Metkayina.

Ambos sabían lo que estaba pasando y no lo evitaron.

Neteyam no se alejó cuando ambos brazos de Ao'nung rodearon su cintura, por debajo del agua. Ao'nung no se alejó cuando Neteyam juntó su frente con la suya.

Parecía que ambos sabían lo que sentían. Sin necesidad de mencionar palabra.

- Quédate. - No se refería de dejar el árbol de las almas.

- No puedo. Tengo...

- Lo sé. Lo sé todo. Quédate.

El pecho de Neteyam parecía compartir el mismo aire que el de Ao'nung, sintiéndose uno mismo.

- Tengo que volver.

- Eligeme a mi. Eligeme y te prometo cada estrella que brille en los cielos, cada gota que conforma mi océano.

El Metkayina no tenía vergüenza en doblegar su orgullo. Sus ancestros podrían revivir por la deshonra de rogar, su madre podría soltar la furia del océano por amar a un demonio del bosque. No le importaba. Al contrario, su pecho se hinchaba con gusto.

Quería ser quien alimentará aquel hombre, quien lo protegiera, quien lo amara, quien lo satisfaciera.

Bosque y océano unidos. Sin querer separarse. Enamorados.

- Conmigo no existirá un "no puedo".

- Ao'nung... - Él chico del océano amo el sonido de su propio nombre saliendo de sus labios.

Los dedos húmedos del chico del bosque se arrastraron con suavidad sobre sus labios, limpiando los restos de la savia sin poder romper el contacto de sus miradas.

- Eligeme a mi.

☾✧

Esa noche, en medio de las frías aguas del pozo que refugiaba el bendito árbol de las almas y de semillas florales blancas que bailaban con la marea, dos seres, hechos de océano y bosque, compartieron un pedazo de sus almas. Juntaron, por primera vez, sus labios con los de la persona que amaban.

𝐋𝐢𝐞 𝐬𝐢 𝐨𝐞 𝐍𝐞𝐭𝐞𝐲𝐚𝐦𝐮𝐫 - 𝘈𝘰'𝘯𝘶𝘯𝘨 𝘹 𝘕𝘦𝘵𝘦𝘺𝘢𝘮. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora