Una silueta entre la muerte

203 30 7
                                    

Jacob Crackstone nació de noche. 

Bajo la luz de pálidas estrellas en una noche sin luna, como señal de la oscuridad de rodearía su vida y la de sus descendientes. Una noche larga, silenciosa, oscura y fría en la que el viento sopló tan solo un par de veces: la primera acompañando el grito del recién nacido, la segunda acompañando el suspiro del padre.

Separado de los brazos de su madre para ser depositado en los de su padre, la sombra de una venganza incumplida se cernía ya sobre el espíritu del niño, quien expandía sus pulmones por primera vez inhalando el aire corrompido de aquel lugar, de aquella aldea rodeada de maldiciones e injusticias. Jacob, como lo había alcanzado a nombrar su madre, había recibido la luz de la vida de la mano de la oscuridad de una condena que no le correspondía. El breve instante que duró la pureza de su alma se limitó al roce de la piel de su madre, quien depositó un primer y último beso en la frente con la esperanza de protegerlo así del mundo que ahora se abalanzaba hacia él en forma del contacto de su propio padre.

Joseph Crackstone perdió todo el sentido de lo que le rodeaba en cuanto sus ojos se posaron en la rosada piel del niño. Como si no percibiera los alaridos que éste soltaba en coro con su madre, Crackstone sujetaba al niño en sus brazos con el mayor cuidado con que se había aferrado a algo en la vida. En aquel rostro cubierto de sangre, Crackstone padre depositaba sus sueños, sus esperanzas, sus ambiciones y su futuro. Se prometía en el silencio de su propia mente que, si no era él, Jacob Crackstone cargaría con el pesado legado que él estaba construyendo.

Con un beso similar al de la madre, Joseph Crackstone firmó un juramento en la suave piel del recién nacido. No sólo su sangre corría por las venas de aquel nuevo ser, sino que la vida misma de Joseph se extendía hacia la permanencia mientras la línea de sangre corriera de padre a hijo. Mientras rozaba con los labios la piel que antes había besado la madre, el aliento vengativo y rencoroso del hombre comenzaba ya a corromper la pureza del infante. 

Ahora, sin embargo, ese legado lo construiría solo. Aquella noche en que una nueva vida llegó, una vida se fue. La madre del pequeño Jacob pereció antes de que saliera el sol. Crackstone padre le lloró hasta donde le fue posible, pero la luz del sol entrando por la ventana e iluminando por primera vez el castaño cabello del chico hizo que su dolor se mitigara lo suficiente para recordarle que, aunque había perdido el amor de su mujer, prevalecía el de su sangre. Una sangre espesa, joven, caliente y llena de nuevas esperanzas. 

Joseph Crackstone se condenó a sí mismo en las largas horas que transcurrieron después del nacimiento de Jacob. Pues su vista, incapaz de desprenderse del rostro ahora apacible del pequeño, vislumbraba en él un futuro lleno de diferencias, de separaciones, un futuro lleno de poder, de odio y de destrucción. El pequeño que se entregaba al sueño profundo del primer agotamiento, se dejaba acurrucar por los suaves susurros del padre, quien le murmuraba dulcemente todos y cada uno de los planes que tenía para él en un mundo donde no dominara nada, excepto él. Un mundo sin ambigüedades, sin la otredad, un mundo limpio, purificado y completamente libre de todo aquello que pudiera hacerle frente a Joseph Crackstone... y a su hijo.

----------

El nacimiento de Jacob Crackstone supuso, a pesar de la tragedia que le acompañó, una celebración general. No solo debido a que el líder de la población ahora tenía descendientes, sino porque, embriagado con la sensación de saberse perpetuo, Joseph Crackstone había enviado a Jack Laslow de vuelta al pequeño infierno oscuro en que tanto tiempo había permanecido. Con Laslow, se instauró en el reposo la obsesión de Crackstone por encontrar a la excluida Goody Addams. Todos los hombres que habían pasado meses enteros intentando hallar un rastro de la chica Addams en el lado sur del río se vieron de pronto liberados de aquella pesada y hartante tarea para volver a los brazos de sus propias familias. Hijos que habían empezado a crecer sin padres, padres que habían fallecido sin volver a ver a sus hijos, esposas que se habían resignado a la ausencia de sus maridos. Pronto las heridas nucleares de la pequeña población se aliviaron ante la aparente paz que el pequeño Crackstone había traído al atormentado corazón de su padre.

Hojas en Noviembre | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora