Adela
Trece años después.
Suspiré con los ojos cerrados, disfrutando del sol de la mañana que bañaba mi cuerpo.
Era un día especial, uno que había estado esperando por mucho tiempo. Pero ahora que finalmente había llegado, no sentía la emoción que esperaba o que pensaba que iba a tener. Sin embargo, era como cualquier día. Solo un día más. Miré la refrescante piscina frente a mí mientras permanecía acostada en la tumbona disfrutando del día. ¿Cómo se podía estar emocionada y a la vez aburrida en una fecha tan especial? —Ya tengo dieciocho años... —Bufé, al pensar en todas las maneras en las que mi única amiga del colegio había tratado por días de persuadirme para hacer una enorme fiesta. Una idea con la que estuve en desacuerdo desde un inicio. Misi ladró intentando captar mi atención. Mi incondicional y vieja amiga ya no tenía las mismas fuerzas de antes. Su linda barba ahora estaba repleta de canas y su mejor deporte era dormir.
—Sí sabes que tú has sido el mejor regalo de mi vida, ¿verdad? Te amo demasiado... —Le dije acariciando su barba. Los años le habían pasado factura a mi querida perrita. —Yo sé que sí lo sabes mi viejita. Lo sé. Levantándome me quité los lentes, el corto traje que cubría mi vestido de baño, y caminé hacia la piscina. De un solo clavado entré al agua dejando que la frescura arropara mi cuerpo. Comencé a nadar de punta a punta, dejando que el agua relajara mi cuerpo y pensamientos. Era como si al entrar al agua todos los problemas se quedaran en la superficie.
Pero ¿qué problemas podría tener una chica como yo? Tenía una familia hermosa. Estaba en el último año del colegio y aunque no tenía novio, (porque mi suerte no había sido la mejor en esa área) contaba con amigos y compañeros fabulosos. Di tres vueltas a la piscina hasta que mi cuerpo no pudo más. Al salir del agua, aún con el cloro de la piscina nublando mi mirada, me resalté al sentir a alguien parado frente a mí. Tomé la toalla que estaba en la orilla para secarme y una sonrisa se dibujó en mi rostro instantáneamente. Lo reconocería hasta con los ojos cerrados.
Él lo sabía. Él... que siempre sonreía al verme... y se alegra cada vez que me acerco a él.
—¿Algún bicho insoportable y cumpleañero pidió pizza? —Preguntó, alzando la ancha caja de pizza que tenía en sus manos. Sin embargo, esta cayó al suelo sin previo aviso al brincar sobre él.
—¡Pero estás loca! —Respondió, sonriendo ante mi locura y al ver que envolvía mis piernas y brazos en su cuerpo.
Él. Marcus Morton.
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Cuando Te Miro
RomansaEra tan solo una niña cuando su mirada llego para cambiar mi vida. Pero años después, el recuerdo de aquella misma mirada no hizo más que remover la peor traición y dolor de mi vida. Ella es la luz de mi oscuridad, mi ángel. Y haré lo que sea para p...