|Capítulo 4|

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Macy bajó corriendo las escaleras al escuchar su nombre una segunda vez y abrió los ojos con sorpresa al ver a Luke

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Macy bajó corriendo las escaleras al escuchar su nombre una segunda vez y abrió los ojos con sorpresa al ver a Luke. Su corazón, pesado por la angustia, necesitaba el consuelo de su cercanía. El chico de pelo rubio la recibió con preocupación, tomando su rostro entre las manos.

—¿Estás bien? —susurró, examinando su rostro—. Estaba muy preocupado.

—Estoy bien —respondió ella, con los ojos llenos de lágrimas al ver la alegría en los suyos.

Luke soltó un gruñido frustrado y añadió:

—¡El puto mundo se ha vuelto loco! —dijo con rabia—. He tenido que golpear a mi hermano en la cabeza cuando intentó morderme. Parecía fuera de sí.

Macy intentó explicarle la situación, pero sus palabras se quedaron atrapadas en la garganta.

—Papá ha... —comenzó a decir, pero Luke la interrumpió al secar sus lágrimas y abrazarla.

Su expresión cambió de inmediato cuando vio a Percy bajar las escaleras.

—¿Qué hace él aquí? —preguntó, mostrando hostilidad.

—Luego te lo cuento —respondió Macy con urgencia, tirando de la mano de Luke hacia el exterior—. Tenemos que irnos.

Percy dejó escapar una risa desesperada mientras presionaba el botón para abrir las puertas de su coche.

—Suerte que llené el depósito esta mañana —dijo, intentando sonar optimista.

El jeep verde de Percy rugió al ser encendido, y los tres se subieron rápidamente mientras una horda de vecinos infectados avanzaba hacia ellos. Eran como una marea imparable, hambrientos y desesperados.

—Han destruido casi todo el centro de Chicago —informó Luke desde el asiento del copiloto—. Lo que no han volado las bombas, lo están destrozando esos bichos. No hay radio, ni tele, ni teléfono. ¿QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO?

Macy miraba por la ventanilla, observando cómo los que aún seguían vivos luchaban por su vida en medio de la oscuridad de la noche aunque su mirada se distrajo cuando Percy frenó en seco al ver una horda aproximándose rápidamente. Eran demasiado rápidos, nada como en los videojuegos que Macy solía jugar. El miedo se apoderó de ella.

—Hay que salir de aquí. YA —ordenó.

El chico de ojos verdes pisó el acelerador a fondo, arrollando a los infectados que se interponían en su camino. Luke, desesperado, rebuscó en su mochila.

—¿Lleváis armas? —preguntó.

Percy negó con la cabeza, pero Macy levantó la pistola de trabajo de su padre.

—La pistola de papá —dijo mientras contaba las balas de la cartuchera —. Trece.

Trece balas en el fin del maldito mundo. Macy sentía que estaba jodida, muy jodida.

 La Última Luz [TLOU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora