Parte 4

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William cuando era el señor del crimen no tenía una percepción de sí mismo demasiado favorable, ya que su vida terminaría cuando acabase con todos los demonios incluido él mismo.

-Quiero morir, quiero morir, quiero morir- se repetía infinitas veces en su mente.

Nadie sabía que tan terrible era realmente la gran carga que llevaba sobre sus hombros y el hecho de que para algunos de sus asociados era un mesías contribuía a ese aplastante peso. Saber que su plan y él mismo eran la única forma de vida que conocía el coronel también le sumaba presión a toda la situación.

Tenía tantos arrepentimientos que se clavaban como agujas en su piel que ni siquiera podía descansar bien pues las pesadillas lo atormentaban.

-Estás sucio, eres un monstruo despreciable- le decía esa voz en su cabeza a la vez que lo abrazaba y le señalaba su siguiente víctima.

Tal vez la gota que derramo el vaso fue haber tenido que asesinar a un hombre bueno como lo fue Whiteley. Todo por culpa de Milverton quien termino asesinado por Sherlock y ese hecho sumo más culpa a su adolorido corazón. Ni siquiera podía comer bien y verse al espejo le causaba nauseas así que evitaba hacer aquello. Su delicado cuerpo perdía fuerzas a cada minuto que pasaba y no sabe de donde sacó el valor de ir a visitar al detective, para pedirle que lo matara y entregarle esas cartas.

En realidad, nunca quiso que fueran simplemente amigos, nada más alejado de la realidad. La conexión entre ambos era tan exquisita como si sus mentes se fundieran en una sola y aquello era tan agradable que egoístamente se permitió desear más, mucho más de lo que jamás podría permitirse.

"Verdadero amigo", nada más que patrañas y mentiras que buscaban una huida fácil. Un escape conveniente lejos de sus sentimientos. Ni si quiera se atrevía a tener una vida a su lado pues sus pecados eran tan pesados que lo aplastaban cortando su corazón y comprimiendo sus pulmones.

La vida era difícil e ilógica, su mente de estratega que lo tenía todo calculado obvio el detalle de que Sherlock Holmes era impredecible. Se lanzó detrás de él borrando cualquier duda de su mente.

Ahora recordando eso todo parece tan irrisorio y ahora que estaba a su lado nuevamente en Londres viviendo junto a él, su corazón no podía estar más feliz. Además, ya tenía la estima de todos sus cercanos y su concepto propio ya no era para nada un peso en su pecho. Su mente corría libre y tenía un puesto como maestro en una escuela cercana al departamento donde vive con su pareja.

Aunque junto a su pareja tenían que fingir una amistad cercana tal como lo hicieron en nueva york eso no impedía que tuvieran sus noches amatorias en donde se entregaban al placer carnal. La vida era dulce y pensar en el futuro, no como en aquellos tiempos en que su fin era terminar con el plan y morir después, sino como una oportunidad de poder seguir encontrando esa estima que aprendió a tener por la vida.

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Ya casi terminamos este fanfic, espero que les esté gustando tanto como a mí. Muchas gracias por leer <3

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