Capitulo 6

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— ¿Cuál es tu nombre? — le preguntó a la joven de ojos  ámbar, siendo la más alta de las tres. Cabello castaño, regordeta y de nariz pequeña.

—Lizzo.— respondió inclinándose en una reverencia.

— ¿Y él tuyo? — prosiguió con la que estaba a la izquierda de Lizzo, siendo de estatura media, pelirroja de cabello corto, delgada y de ojos almendrados color avellana.

— May — respondió haciendo una reverencia de igual manera.

Miró a la que le seguía en la fila. La más bajita de todas, con un cabello tan negro como el de ella, ojos redondos tan oscuros como la noche y de nariz ancha.

— Camille — respondió repitiendo el mismo movimiento que las otras jóvenes.

— Y por último...

Alice le indicó a la ultima de ellas que le dijera su nombre. De estatura mediana baja, rubia de ojos azules y que de todas, era la que menos había hablado.

— Marry— dijo y no despego su mirada ni un solo segundo de Alice al realizar su reverencia.

Asintió satisfecha.

— Bien, siento no poder recordar sus nombres  — se levantó del comedor llena de energía.

 Ya que iba a quedarse atrapada en aquel lugar por un largo tiempo, debía disfrutar un poco. No había nada que la esperara en casa.

 — May y Lizzo me acompañaran en esta ocasión. — ellas asintieron colocándose a sus costados  — Camille y Marry, pueden tomarse la mañana libre.

La puerta trasera del comedor las llevo hacia un pasillo que supuestamente las guiaría al jardín principal del castillo. Este estaba repleto de puertas de madera densa y sobre cada una de ellas había el retrato de un hombre que parecieran ser hechos a lápiz.

— ¿Dibujos? — preguntó acariciando uno con suavidad. Era impresionante lo bien hecho que estaba, se percibía tan real.— ¿Es acaso una foto?

— Ah, bueno... — titubeó Lizzo — No se a que se refiere con foto, mi lady, pero debo decirle que son retratos hechos con puntillas.

La joven, curiosa del perfecto trabajo que observaba, comenzó a trazar con los dedos aquella hoja que era protegida por un cristal que se incrustaba a la puerta.

— Los retratos son para saber quien es la persona que se encuentra detrás de las puerta — dijo May casi en un murmullo — En esta área están los que trabajan exclusivamente en el castillo y para el rey Phillips. Él que lleva las cuentas del dinero, el que supervisa al ganado, los consejeros...

Alice bajo la mirada hacia el nombre de la persona que estaba admirando. Un hombre anciano con bigote y cejas espesas, cabello enmarañado y una ligera cicatriz en la barbilla.

— Enzo Blackford, medico real de Valhalla — pronunció con suavidad y no le había pasado desapercibido el cosquilleo que atravesó su piel al pronunciar aquel nombre.

— Si, él es el doctor de confianza del rey. — añadió May — Vamos,  mi lady. El jardín esta cerca.

Caminó tras Lizzo y May hacia un túnel cilíndrico de cristal cubierto de hierba y enredaderas  que se iluminaba gracias a la luz del sol, donde dicha luz se iba haciendo cada vez más resplandeciente entre más cerca se encontraban del jardín. Y fue como si cambiara de escenario abruptamente, donde la sorpresa de Alice no pudo ser más grande por lo maravillada que se encontraba, pues a donde quiera que miraba no faltaba el color verde de los arboles y arbustos. Había aves volando tan cerca del suelo que podía sentir las ráfagas de aire que provocaban sus aleteos. Pavo reales dentro de los jardines que eran adornados con rosales de distintos colores.

— Es hermoso — susurró absorta en tal belleza.

Tanto que ni siquiera le importó que las rosas fueran regadas por jarras flotantes y tampoco se había dejado asustar al ver como los lirios eran plantados por cuenta propia. Deslizo los dedos por una fuente de sirena donde los patos  nadaban en círculos perfectos por encima de peces dorados que chapoteaban sin miedo de ser cazados por las aves cuando estas bajaban a beber un poco de agua.

— Parece mágico — dijo oliendo una delicada rosas azul que desprendía un olor a mora azul.

Ese era su color autentico.

— En su mayoría, es magia — respondió Lizzo — Mi lady, Adeline.

— No me llamen Adeline— se detuvo de golpe frente a una enorme estatua de Ángel que se encontraba en el centro del jardín, bajo un arco dorado tallado de piedra y mármol.

— ¿Pasa algo, mi lady? — cuestionó Lizzo.

Aquel monumento era muy hermoso e impresionante, pero no fue lo que captó su atención. Lo que la atrapó fue el enorme retrato de papel que estaba justo en el centro de la base de aquel ángel de marfil. Se trataba de un hombre lo bastante guapo para dejarla sin aliento a pesar de estar en blanco y negro.

— ¿Quién es él? — preguntó bajando la mirada a los números que estaban bajo su cabeza.

— Oh, no lo mire tanto — dijo May parándose frente a ella impidiéndole mirar, pero tal pareciera que olvido que ella era prácticamente un hobbit y Alice un elfo comparada con ella.

— ¿Por qué esta aquí? — insistió con una curiosidad desconcertante.

— Él es el hechicero oscuro, mi lady — respondió Lizzo con voz trémula — Es buscado por todo el reino por traición. El rey Phillips le ha puesto precio a su cabeza.

— Diez mil... — dijo pensativa — Es muy poco, ¿no?

— Oh, no — intervino May — Diez mil es la cantidad máxima que se puede ofrecer por un mercenario y traidor, después de un asesino.

— Si, diez mil tambos de oro y diamante.

— ¡¿Oro y diamante?! — exclamó sorprendida.

Amabas asintieron afligidas.

— ¿Y cuál fue su traición? — preguntó analizando el rostro de aquel traidor.

 Para Alice él era hermoso en toda la extensión de la palabra y no podía despegar su mirada de aquella imagen que le provocaba una sensación de familiaridad mezclada con  dolor.

— Eso solo lo sabe el rey y el príncipe.

— Y hablando del príncipe — la cortó recordando su papel en Valhalla  — ¿Cuándo voy a conocerle?

Nuevamente ambas se miraron desconcertadas, pues Alice solía olvidar que supuestamente ya debían de conocerse.

— Tengo amnesia, chicas — añadió apresuradamente.

— Amnn... Amne... ¿qué?

— Olvi...

Su inspiración al hablar fue interrumpida por esa sensación extraña que la invadía de nuevo. Esa perdida de su propio control hizo presencia y entonces  comenzó a caminar de regreso al castillo sin mediar una palabra con las jóvenes, pero podía sentirlas detrás de ella murmurando lo desconcertadas que se sentían por su abrupto cambio de planes.

EL HECHICERO DE VALHALLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora