𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 𝐂𝐀𝐍𝐃𝐋𝐄

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Hela Malfoy

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Hela Malfoy.

  El leve calor de las manos de Mattheo sobre mi piel hacía que se me hiciera complicado controlarme rodeada de tanta gente. El rehén que manteníamos en el salón, se mostraba tranquilamente mientras que lo controlaba todo tan solo con sus ojos.

  Estaba tan segura de que su mente no estaba ideando absolutamente nada dado que estaba ocupada tratando de comprender muchas cosas de las que estaban hablando Tom y Draco.

  Mi mirada se iba posando en cada uno del lugar, sin querer dejar mucho tiempo por si me pillaban acechándolos con mis ojos. Mi respiración se tornó más complicada en el mismo momento en el que Blaise encendió una vela negra.

  —¡Blaise, para!— Exclamó Draco yendo a pasos largos hacia su mejor amigo. El moreno le miró con curiosidad por su actitud.

  —¿Qué coño te ha pasado?— Ahora las manos de Mattheo ya no estaban en mi pierna sino en mi cara intentando espabilarme dado que me encontraba ciertamente descentrada.

  —Estoy bien— logré murmurar a penas con un poco de aliento, anhelando mi cama con desesperación mientras mis párpados iban cayéndose poco a poco.

  Mattheo frunció su ceño antes de ponerse en pie y cargarme al estilo princesa, escondí mi rostro en su cuello logrando alcanzar mi tan deseado sueño recordando la voz de Mattheo por última vez diciendo algo antes de dormirme. Sus manos tenían mi cuerpo bien retenido evitando que me caiga y me encuentre peor de lo que ya me encontraba.

[...]

  Desperté por el inesperado movimiento de algo a mi alrededor, conseguí descifrar sin mucho esfuerzo que eran los brazos de Mattheo que se habían apretado sobre mi cuerpo. Sonreí a la par que abrazaba sus brazos, acariciándolos con suavidad.

  Pestañeé un par de veces antes de cerrar mis ojos dispuesta a volver a retomar mi sueño de nuevo, pero fue entonces cuando caí en cuenta de que no estaba en mi cama, en Hogwarts.

  —Joder— exhalé con disgusto al darme cuenta de todo lo que había cambiado en tan poco tiempo. Pensé en absolutamente todo lo que se había dado la vuelta injustamente y sin darme otra opción.

  Pensé en Mattheo y en lo que teníamos. Pensé en que quizás él sepa más de lo que yo creo y todo esto sea un simple montaje para continuar con su reino de la maldad contra mí. Respiré algo incómoda cuando sus brazos se apretaron de nuevo, recordé que tenía a la persona más retorcida del mundo abrazada a mí en ese instante.

  Recordé la manera en la que mi mente se enredó cuando todas esas fechas me cuadraron, fueron tan exactas que incluso me agobiaron al creer que algo malo ocurriría ese día. Y hasta ahora mantengo que todavía no había sucedido nada malo, pero quizás un día me asegure de recordar mi odio hacia ese día para siempre, incluso cuando a penas pueda recordar mi nombre y el de mi familia.

  Recordé todas esas miradas que me regaló en múltiples ocasiones para ofrecerme una pequeña y preciosa muestra de su cariño. Siempre supe que los Riddle estaban en contra del afecto, pero que sus pequeñas porciones de amor eran valiosas, y para ser ellos, en cantidad.

  Planeé un futuro a su lado, uno en el que tan solo estábamos él, mi hermano y yo junto con nuestros hijos en una preciosa casa en el campo. En un entorno totalmente distinto al que habíamos tenido desde siempre.

Desear huir de Lord Voldemort era lo que era, un deseo, aquí nadie sabía la manera para poder evitar que el mago obscuro te encuentre, pero todos conocían la manera para esconderse durante unos pocos minutos antes de morir.

—¿Qué piensas?— El murmullo de Mattheo fue más que algo que resonó de fondo en un inmenso silencio, fue una ligera preocupación sobre alguna cosa que habrá imaginado.

  —En todo— exhalé desahogando ese nudo en el estómago que llevaba horas atormentándome.

  —¿En nosotros?— La forma en la que hizo esa pregunta me encogió el corazón, el miedo y la desilusión en sus ojos y sus palabras me hacían saber lo mucho que me amaba. 

  —En lo feliz que me haces— le contesté con calma, una sonrisa relajada en mi rostro mi mirada centrada en la comisura de sus labios.

  Volvió a besarme una vez más. Una de tantas. Ni la primera ni la última. O al menos eso quería creer.

Draco Malfoy.

  Lo que era una simple misión se había convertido en toda una pesadilla, más de lo que ya era entonces. Los miedos y los sentidos estaban a flor de piel todo el rato, sin darnos ningún tipo de tregua dado que en cualquier momento podía suceder cualquier cosa.

  Mi hermana y Mattheo estaban juntos, era algo que todavía no lograba explicarme, pero simplemente lo aceptaba pues Hela no necesitaba más problemas. En el tema de mi hermana, estaba muy preocupado por ella, era plenamente consciente de que todo esto la estaba consumiendo por dentro, y que cada día se encontraba más lejos de mí.

  Por un momento temí perderla. Temí a esa soledad que tanto me disgustaba. No podía dejar que mi hermana fuera estrechando nuestro vínculo cada vez más pues eso podía suponer no saber más de ella, y eso era lo último que iba a ocurrir en nuestra historia. Éramos dos hermanos unidos, por la miseria y el miedo, pero realmente unidos; dos hermanos que se amaban profundamente y que no podían separarse pues eso acabaría con el otro.

  —Deja de comerte la cabeza— la voz de Blaise hizo que todos mis pensamientos se nublaran de nuevo, perdiéndoles en esa infinitud de desesperaciones.

  —¿Y mi hermana?— Fue lo único que fui capaz de responderle en ese momento, lo único que mantenía mi conciencia intranquila.

  —Se ha quedado dormida con Mattheo en la cama— me contestó poniéndome una cerveza al lado de mi cabeza, yo la tomé y observé que ya estaba abierta por lo que le di un largo trago. Nos encontrábamos en el exterior de la casa, el cual habíamos acabado acomodando a nuestro gusto.— Ella está bien con Riddle, no tienes porqué preocuparte si se aleja de ti, ella va a saber que no ha sido por nada malo, sino porque escogió el amor antes que a la familia y no tendrá ningún problema por volver de nuevo donde ti— a medida que iba hablando mi mente iba cayendo más en la tierra, reconociendo la verdad en su consejo, y aceptando que esa era la realidad.

  —Ya, ¿y si no quiere volver nunca más?— De nuevo, mis tormentos salieron hacia el exterior.

  —Ella siempre va a volver donde ti, Rubia, sois como el perro y el gato, ni juntos ni separados— me respondió convencido de sí mismo. Yo le miré con una sonrisa ladina y juguetona, alcé mi cerveza y la choqué con la suya.

  —Al final de todo esto, acabaremos siendo como una familia todos— suspiré más tranquilo perdiendo mi vista en el mar de estrellas que se hacían notar sobre ese lienzo oscuro.

  —Ya lo somos— asintió el italiano a mi lado llevando la cerveza hacia sus labios para dar un trago ciertamente largo para ser él—, ¿sabes? Tenía tantos planes para éste año que me jode que hayamos acabado así— me reconoció, yo le miré frunciendo el ceño, confuso—, ya lo sabes, era nuestro último año y ni si quiera sabíamos si el año que viene íbamos a vernos de nuevo, pero ahora parece que nuestro futuro está más que escrito— añadió dando por finalizada esa conversación cuando volvió hacia el interior de la casa dejando la puerta abierta, probablemente habría vuelto a por más bebida.

  Me quedé pensando en lo que había dicho sobre nuestro futuro, hallando la respuesta que tan ignorada tenía por miedo. Íbamos a ser mortífagos en cuanto todo esto acabara, la única oposición que tenía esa idea era morir y tampoco era opción. Blaise estaba aceptando tantas cosas en esos momentos tan jodidos que me di cuenta de que realmente era maduro y se daba cuenta de las cosas.

  Pero a esas alturas, ¿quién no?

𝐊𝐄𝐌𝐄𝐓 [𝐄𝐔𝐏𝐇𝐎𝐑𝐈𝐀]- 𝐌𝐚𝐭𝐭𝐡𝐞𝐨 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora