Capítulo 1

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La Advertencia y el Blasfemo


Melodi abrió los ojos con el canto de un gallo. No. No había sido el cantar de los gallos si no un ruido de la cocina. Empero, escuchando atentamente: silencio.
Volvió a acomodarse en la cama pero un momento después volvió a abrir los ojos; de nuevo aquel ruido. Escucho atentamente y oyó la cacerola deslizarse en la hornilla de carbón. Se incorporó. Antes de hacer algo unos cortos y suaves golpes sonaron en la puerta de su recamara.

—Adelante. –Murmuro extrañada. La puerta se abrió, su hijo Lysandros entro despacio mientras llevaba un tazón con algo que emitía pequeñas volutas de vapor.

—Buenos días, madre. Te he traído la infusión para que mejores. –Dijo el chiquillo, de cabello crespo, castaño y unos ojos que tenían un brillo alegre, que parecían dos trocitos de cielo. Tenía una constitución robusta, brazos y piernas fuertes, y un semblante abierto y cordial; al sonreír dejó a la vista una dentadura ligeramente mellada. Era un crío guapo o lo habría sido de no estar desaliñado, y despeinado.

Era más que obvio que había madrugado, pues otro niño a su edad seguiría durmiendo a esas horas. Sonrió y unos hoyuelos se le formaron en las mejillas mientras le ofrecía el tazón a su madre, la cuales estaba enferma por altas fiebres.
Melodi sonrió y acepto el tazón con leche caliente y después la bolsita de tela que contenía las hierbas medicinales que les había suministrado el herbolario local. Esto no ayudaba a bajar la fiebre del todo, pero agradeció el gesto a su hijo acariciando sus cabellos.

—Gracias, Lysandros. ¿Dónde está tu padre?

—Fue al molino –Respondió Lyandros. –Papá quería que me quedara a cuidarte. –Agrego con una mirada firme como si fuera uno de los legendarios paladines que se decía comandaban el ejército contra las invasiones de los Dubhard, no como un niño que era. Melodi sonrió.

—Si me estas cuidando tú, entonces no debo temer ni a un Khavatari enfurecido. –Bromeo y se percató de la mirada halagada de su hijo. Le sonrió. –Anda ve a jugar yo estaré bien.

—Pero, madre, papá dijo...

—Ve. –dijo Melodi atrayendo a Lysandros hacia a ella para plantarle un beso en la frente. –Tus amigos encontraron aquella madriguera de libres ya ¿No es así? Ve si puedes atrapar a aquella liebre, la que tiene una oreja blanca.

El niño dudo pero un momento, después sonrió y obedeció a su madre. Melodi sonrió satisfecha ¿Había alguna madre con un mejor hijo? Lo dudaba. Bebió la infusión con una mueca, después se recostó en la cama. Ahora era una mujer casada; habían pasado 13 años desde que aquellos invasores se habían llevado a la mayoría de sus amigos y a algunas de las jóvenes del pueblo. Ella siguiendo indicaciones de Marsella se había ocultado en el granero junto con otras niñas. Se habían llevado un susto de muerte cuando una saeta en llamas cayó en el heno y el edificio en cuestión de momentos se envolvió en llamas.

—Tenía 9 años en ese entonces... —Cerro los ojos y los volvió a abrir –Leo, hermano y Mar... Si tan solo...

 Si tan solo

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