Capítulo 4

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La Noche del Fuego


—Gracias Melchor. —Agradeció Gadros mientras su amigo le entregaba una cesta tejida con varios huevos de gallina en su interior. Saco de su chaleco dos monedas de bronce y las dejo en el mostrador.

—No me lo agradezcas, viejo amigo. Pero te recomiendo seas cuidadoso. —Melchor Lebrim el posadero de "El Gallo Rojo" miro a Gadros y después al hijo de este Lysandros. Y empujo las monedas hacia Gadros. —He oído algunos rumores malos. Mejor guarda tu dinero, puede que lo necesites más que yo.

—También yo, he oído los rumores, Melchor. Pero lo comprendo, el agotamiento y este sol abrazador ha puesto nerviosos a muchos. —Gadros volvió a empujar las monedas hacia el posadero. Este suspiro y las tomo ambas.

Melchor Lebrim era un hombre alto muy gordo de piel clara y cabello casi por completo blanco. Los ojos gris verdosos miraron a su viejo amigo tras unas gafas de montadura redonda. Normalmente regalaba una manzana a Lysandros y a los otros niños. Pues el afable posadero era conocido por su corazón alegre y generoso. Muchos decían que su empatía hacia los niños, era a causa de que no alcanzo a ser de ayuda años atrás cuando los niños de Daltigoth fueron raptados.


Lysandros no dijo nada, tenía dos horas que Tulio con la muerte de su ganado había decidido marcharse de Daltigoth y se había llevado a su hija Tania por la cual Lysandros tenía un sentimiento más allá de la amistad. También los padres de Zebam se habían marchado de la ciudad una semana atrás. La sequía le había arrebatado a dos buenos amigos al pequeño y estaba muy triste por eso.

Levanto la cabeza cuando el posadero le dio una palmada amistosa en la cabeza, revolviendo su cabello castaño.

—Vamos, niño no estés triste. Tania y Zebam volverán cuando la sequía termine. —Sonrió. —Además, la amistad no muere nunca, si son buenos amigos se verán de nuevo algún día.

—Gracias tío Melchor. —Respondió el niño saliendo de la posada con aire ligeramente animado.

— ¿Tío? —Rio el posadero visiblemente halagado.


Lysandros tenía un inmenso parecido con su padre. Cabello castaño, ojos azul zafiro. Las mismas cejas y mandíbula cuadrada. Cuando Gadros se rasuraba la barba, parecía rejuvenecer por lo menos de 7 a 10 años, hasta el punto de que parecía más el "hermano mayor" que el padre de Lysandros.

Ciertamente, Gadros y Melodi se habían casado siendo aún jóvenes. Demasiado jóvenes, según habían dicho algunas de las comadronas del pueblo. Melodi, tenía apenas cumplidos los 16 cuando dio a luz a su hijo.

—Papá... ¿Crees que lo que dijo mi tío Melchor sea verdad? ¿Volveré a ver a Tania a Zebam y a Centeno?

— ¿También extrañas al gato? —Respondió su padre con una sonrisa comprensiva y divertida.

—Sí. Era como la mascota de todos. Tania nos prometió que cuando Centeno tuviera crías nos daría a uno de sus hijos...

—Ay, hijo... a veces...

—¡¡GADROS!!

Padre e hijo levantaron la mirada, mientras volvían hacia su casa; tres hombres avanzaron hacia ellos. Lysandros reconoció al granjero Bolem, a Higar un mozo de cuadra de la posada y a un hombre llamado Víctor, al que apodaban «Espantapájaros» por su extrema delgadez y cabello rubio-cobrizo siempre despeinado.

—Hola Amadeo. —Saludo Gadros al granjero Bolem; mientras daba un disimulado paso delante de su hijo, para que quedara a sus espaldas. Los tres hombres advirtieron eso. Lysandros desde atrás vio a Tychos mirando al escena tratando de pasar desapercibido entre uno de los postes que indicaban los nombres de las avenidas. —Vaya calor ¿no te parece?

Guerras de EdurnenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora