Lysandros tembló de frio mientras su padre intentaba encender la yesca entre juramentos bajos. Se arropo en la capa que su tío Melchor les había regalado pero una ráfaga de aire frio lo hizo estremecer.
—Maldita humedad. –Murmuro Gadros que soltó los pedernales con una expresión de fastidio. Lysandros noto algunas manchas de sangre en el pedernal y en las manos de su padre pero no comento nada, pues hacía ya dos días que su padre había estado de mal humor.
Daltigoth había dejado de ser su hogar y ahora cruzaban el bosque vetusto para llegar a una ciudad al noreste de las montañas Lysandros no conocía el nombre de esa ciudad pues esa ciudad tenia pocos meses de haberse independizado del gobierno de la raza Impallah.
—Papá... —Murmuro el pequeño mientras dejaba en el suelo el morral en donde había guardado una considerable cantidad de fresas silvestres y un conejo que el mismo Lysandros había dado caza gracias a su buena puntería con la honda.
Gadros levanto la vista visiblemente malhumorado. Las cicatrices en su rostro profanado por el fuego se vieron notablemente entre la capucha, dada la luz del atardecer. Sonrió intentando ocultar su mal humor pero ese rostro marcado; más parecía hacer alarde de una mueca sarcástica.
— ¿Un conejo? —Exclamo sorprendido pero después torció el gesto a la leña aun sin encender. Lysandros estuvo a punto de dar un paso atrás, pero después se esforzó por sonreír y se agacho junto a su padre, buscando en su morral.
Saco su mano después de un momento, entre sus dedos había un cristal de roca blanca y transparente, con forma casi por completo octagonal, y era tan largo como uno de sus dedos. Lo levanto un poco, la parte transparente del cristal de roca brillo ante la luz del sol.—«Zenitar, padre mío. Si mi oración llega a tus oídos, te suplico que me ayudes antes de que la noche me alcance. Que tu fuego haga frente a la oscuridad. Que tu misericordia me envuelva en calor, que tus flamas respiren, y la luz de tu fuego me ilumine esta noche.»
Visiblemente el dios del sol le escucho, pues un rayo de luz paso entre el cristal de roca que resplandeció un momento en una luz naranja. Lysandros no perdió el tiempo y dirigió el rayo de luz a la yesca. Un momento después empezó a emitir pequeñas volutas de humo, para después ser reemplazadas por unas pequeñas pero danzantes flamas.
— ¿Cómo hiciste eso? —Dijo Gadros, su hijo le miro con una sonrisa sencilla.
—Mis amigos y yo, compramos estos cristales en la festividad de la cosecha pasada, el buhonero nos enseñó la oración hacia Zenitar y desde entonces siempre los llevábamos con nosotros. A veces jugábamos en el pinar, encendiendo hogueras para ver quien tenía un fuego más grande yo...
Lysandros no termino la frase pues la mano de Gadros le abofeteo con la fuerza para caer de espaldas. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras el golpe palpitaba en su rostro. Comenzó a llorar escuchando el grito de su padre.
—¿JUGANDO CON FUEGO? ¿SABES LO PELIGROSO QUE ES JUGAR CON FUEGO; NIÑO ESTÚPIDO?
—Perdón... —Balbuceo entre lágrimas. El dolor en su mejilla le palpitaba y sintió por un momento un diente flojo cuando el sabor de sangre llego a boca, escupió y se sorprendió un poso porque tuvo que escupir sangre 4 veces más. Un momento después estaba acunado en un abrazo de su padre.
—No, tú perdóname, Lysandros no debí golpearte. —Se disculpó el tono de su voz era de arrepentimiento. —Solo que me tomaste por sorpresa. —Hundió la cabeza en el hombro de su hijo y lo levanto gentilmente. —No debes jugar con fuego, Lys. Es peligroso, pudieron provocar un incendio o quemarse. La madera de pino solo necesita una chispa y esta comenzara a arder casi al instante, no lo vuelvas a hacer, Lysandros. No me gustaría perderte a ti también...
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Guerras de Edurnen
FantasiaUn mundo fantástico, donde 4 Dioses conviven y protegen a su descendencia de una fuerza oscura y maligna exterior.