Tu forma de amar - Rodrigo De Paul

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¿Sabés lo que daría yo por un novio así, amiga? Nah, no te imaginás. — me dice Victoria por el teléfono.

Cierro mis ojos, tratando de que la migraña que me atormenta se vaya de una vez por todas. Masajeo mi cien con la esperanza de que los pensamientos odiosos hacia Julián se borren de mi cabeza.

Hace tan solo cuatro meses salía con él y ya estaba completamente harta. Me sentía excesivamente culpable. Esa era la verdadera causa de mi estrés. Él no había hecho nada más que portarse bien conmigo.

De hecho, hasta yo misma reconocía que podía ser la envidia de cualquier chica. Novia de Julián Álvarez; jugador del Manchester City, o sea, millonario, hombre caballeroso, extremadamente lindo y con un corazón enorme.

De verdad, era como si la vida me hubiera dado todo lo que cualquier chica pedía. Literalmente, no podía pedir nada mejor que eso.

— Es que yo no digo que Juli no valga la pena, sí que la vale. Es solo que... — un gruñido de mi amiga me interrumpió.

— Otra vez él, ¿no, pelotuda? Dale, boluda. Soltálo ya. — alzó la voz.

Si quiera con la mínima referencia hacia él, ya mis lágrimas amenazaban con salir como si se tratase de una cascada.

— Por ahí que no me olvidé de él lo suficiente. — le digo, confesando mis claros sentimientos por Rodrigo.

Cuando estaba a punto de seguir contándole a mi amiga lo que me había atormentado todas esas noches del mes de Julio, el timbre de mi departamento me interrumpió. Maldecí en voz baja, justo me acordé que Julián me había dicho para pasar por mi para ir al cumpleaños de un compañero suyo.

Me levanté de la cama y examiné mi ropa. Una sudadera gigante y unos pantalones tres tallas más grandes que la mía. Arreglé un poco mi pelo, rezando en mi interior que Juli no se enojara porque no estaba lista. Pues, a decir verdad, ni ganas tenia de salir con él.

Me dirigí hacia la puerta y abrí. Lo primero que vi fue a mi novio, excelentemente vestido con un ramo de rosas rojas en la mano.

Lo segundo que vi, y lo que más temía; su cara de decepción.

— Ah... No estás cambiada... — dijo.

Asentí y le indiqué que podía pasar.

— Si, perdonáme. Ya me cambio, Juli. Me entretuve hablando con mamá. — le mentí.

Tal vez hace dos años, yo misma me hubiera juzgado en maneras irrazonables. Odiaba a ese tipo de personas que en una relación mentían, engañaban y destruían. Pero el destino me calló el hocico y me enseñó que uno siempre se puede convertir en lo que jura destruir.

No es que me trate de excusar, pero Rodrigo fue quien me volvió así. Sus celos, sus propias mentiras y engaños, fueron los que me llevaron a adoptar esa manera de vivir las relaciones.

Y aún, al día de hoy, a casi un año de haber terminado, sigo mintiéndole a Julián, escapándome de él y desilusionándolo, solo para encontrar 5 minutos a solas en cuales poder imaginarme a Rodrigo cogiendome.

— Está todo bien, linda. Nada más apuráte un toque, ya casi empieza la fiesta. — me dijo reprimiendo cualquier tipo de enojo que podía haberse producido por la situación.

Esa era una de las cosas que más me había llamado de Julián. Su paciencia y dedicación. Tanto como en su profesión, como fuera de ella; era un hombre íntegro, capaz de esperar mil años con tal de que las cosas resultaran bien y de una manera recta y moral.

Cuando lo conocí, creí que eso era lo que necesitaba para cambiar de aires. Alguien totalmente contrario a Rodrigo y que me brindara todo lo que él no pudo. Sin embargo, nuevamente, el destino me dio tremenda piña. Estar con alguien que fuera un polo opuesto a Rodrigo, me enseñó que por más imbécil que fuera, me encantaba su forma de ser.

One Shots - Scaloneta. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora