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Que me declarase igual no cambiaría el rumbo de mis decisiones pasadas, o eso ella lo dejaba bien claro cuando volvió a vestirse y rechazó más placer de mi boca, así que yo no tardé en hacerlo tampoco.
Cuando salí del baño, ya Laura estaba haciendo unos escritos para estudiar la Hora Muerta sobre la mesa, sin separarse del té. Había señales y oraciones desorganizadas dispersas por todo el papel. Su tinta lo había rellenado en menos tiempo que yo con la misma hoja analógica que se burlaba de mí a cada rato.
—¿Qué has anotado? —me senté frente a ella.
—Datos sobre la última aparición.
—¿Has sido capaz de verlas antes?
—Sí. —terminó confesando en un suspiro breve. —Por eso corrí a buscarte. Pensaba que, yéndote a ver, ya sabes, cambiarían algo las cosas.
—Ya veo. —tragué en seco para aliviar un poco el doloroso disparo. No había venido exactamente por mí. — ¿Y por qué no me lo dijiste antes y actuaste de esa manera?
—Solía ver cuerpos andantes sin cabeza o cardumen de insectos llenos de sangre podrida que querían devorarme, ya sabes, lo típico. —sabía de sobra que estaba usando el sarcasmo como arma para concentrarse y a la vez distanciarse de las emociones. Luego continuó lo suyo. —Todo eso aparecía siempre a la misma hora: dos y media, pero nada comparado con este.
—¿Fue por ello que me pediste que saliera de mi casa la primera vez?
—Así es.
Iba a recriminarle su silencio, pero cerré la boca. Ahora eso no importaba en lo más mínimo. No más que esto, por lo que cedí a la poderosa inercia que provocaba este asunto.
—Los patrones del comienzo siempre se repiten. —dije—Pero empeoran por episodios. Este ha sido también mi peor y a este paso, me atrevería a decir que tengo miedo del siguiente.
Continuó sus anotaciones con ciertos dibujos y tachones. Estaba muy centrada en el papel, así que yo comencé a hacer lo mismo, donde mi pregunta principal encerrada en un círculo era: «¿Qué ocasiona la Hora Muerta?» El reloj se detenía y con él, el tiempo mismo. ¿Cómo se estudiaba una cosa que carecía de sentido absoluto?
—Dante…
—¿Sí?
—Voy a tener que irme.
—¿Qué? No. Laura, recuerda que…
—Tranquilo, no voy a huir esta vez. —sabía que esas palabras bastaban para calmarme—Si tengo que investigar esto a fondo, debe ser aquí, ¿no? No quiero exponer a más nadie a daños, así que tendré que instalarme acá por un tiempo. No te preocupes, tienes ahora la seguridad de que no me pasaré de las dos y media.
—¿Hablas en serio? —mi cara reflejaba ahora más felicidad que miedo, de echo la sonrisa cubrió todo mi rostro inconscientemente. No era capaz de disimularlo.
—Cambia esa cara, que ya te dije lo que sucede. No se trata de una mudanza oficial.
Se levantó, pero menos seria que antes. De hecho, tal parecía que habíamos simpatizado en eso último, y aunque no fuera el último descubrimiento del siglo, para mí era un canto de esperanza.
Noté que del otro lado de la mesa ya había preparado la mochila y no tardó en colocársela en sus hombros. Nunca fue una mujer de bolsos. Me sentiría muy solo ahora sin ella, aunque solo fuera por algunas horas. Tener en mente la posible opción de perderla no era ahora fácil de digerir, no como la otra vez. No quería que se marchara, pero tenía un punto y debía confiar en ella.
—Está bien. —suspiré tragando mi miedo con una sonrisa, aunque ya ella conocía esa expresión de sobra—Haz lo que tengas que hacer. Sólo asegúrate de volver antes del anochecer.
—Oye…—se me arrodilló de forma compasiva— Ya he visto esa cara antes y déjame decirte que no sucederá lo que estás pensando. ¿Acaso no te he mostrado suficiente confianza hasta ahora?
—Siempre. —acaricié su barbilla y suspiré uniendo su frente con la mía— Ve.
Ella asintió con una sonrisa y besó mi frente antes de partir. No quería sentir celos o desconfianza de sus palabras, aunque me costara. Esta vez quería hacer las cosas diferentes, así que giré mi vista hacia la taza de té vacía para cuando abrió la puerta. Quería desviar dichos sentimientos, o al menos intentarlo.
Bajé mi cabeza sobre el papel con tinta, hasta que la voz de Laura volvió a distraerme.
—Dan…
—¿Qué?
—No puedo salir.
—¿Qué dices? —me levanté y noté que la puerta estaba abierta—A ver…
Efectivamente. Cada vez que intentaba poner un pie fuera de la casa, algo revertía mi paso con la misma fuerza que lo intentaba. Era un día lleno de claridad soleada, pero cuando levanté mi vista al cielo, este estaba completamente negro y sin estrellas, solo el eclipse de un astro. No era posible. No estábamos en la Hora Muerta.
El aire era frío y denso a lo lejos y comenzaba a formarse a nuestros alrededores, una acumulación de neblina oscura y pesada. No había rastro de persona alguna.
Tomé a Laura de la cintura y la aparté de la entrada. No permitiría que se lastimase como la otra vez en caso de otro ataque. Arremetí todo mi cuerpo contra el espacio vacío, pero impenetrable y todos mis intentos fueron en vano. La niebla era la única que contaba con el poder de atravesar la entrada a voluntad. Laura se despojó de la mochila y quiso intentarlo también, pero el fracaso era la única respuesta. Agotada, dejó caer su cuerpo encima del sofá y llevó sus manos a la boca. Ahora estábamos prisioneros en la misma casa.
Cerré la puerta. La luz atravesaba las ventanas como un día normal, pero el cielo continuaba negro cuando miré por la ventana. Yo también dejé caer mi peso encima de una silla luego de ver aquello. Necesitaba aire. Entre respiraciones que se esforzaban por aliviarse, vimos el reflejo de cada uno en los ojos del otro.
—Supongo que… esto es algo más de lo que anotar en nuestra investigación, ¿no crees?… —terminó por decir ella para aliviar el temblor de sus labios.
—Así es.
—Dante…—limpió su cuello del sudor—Ayer pusiste el reloj en marcha, ¿cierto?
—Sí. Espera, no…Me hablaste justo en el momento que lo iba a hacer y lo olvidé.
—Dan…—abrió los ojos asustada.
Yo tragué en seco con el miedo invadiendo mis entrañas, debido a que comprendía exactamente a qué se refería.
—DEBES PONER EN MARCHA EL RELOJ. AHORA.
Corrí directo al comedor y lo saqué de la pared de la cual colgaba. Efectivamente, continuaba detenido desde la pasada dos y media. Miré mi móvil y vi que pronto serían las doce en punto del medio día. Moví tan rápido como pude las manecillas hacia adelante hasta que marqué la hora exacta en el momento exacto que correspondía en el día. Enseguida el reloj comenzó a correr a su ritmo normal de segundos y regresé a la sala para dejarlo en la mesa.
Asustada, Laura miró a través de la ventana y comprobó que el cielo había vuelto a tornarse de azul. Yo también lo hacía detrás de su espalda para asegurarme de ello. Ella se volteó más asustada para refugiarse en mi pecho y yo no dudé en cobijarla. Esto era aterrador para ambos. No podíamos hacer otra cosa salvo esto.
—Dante…—le dijo a mi oreja—No creo que estemos muertos, pero que tampoco estemos vivos del todo.
—Yo también lo creo. —tragué en seco—Y creo que por eso también no ocurrió hoy la Hora Muerta.
—Y ahora, en nuestra frecuencia musical favorita… —comenzó a sonar la radio—. Estamos orgullosos de presentarles al grupo…
—¡Mierda! —gritó Laura de un brinco—. ¡Desconecta esa basura ya!
No tenía que decírmelo dos veces. No le di tiempo siquiera a que la banda comenzara a tocar. Esto era demasiado. Cuando regresé, Laura estaba temblando sentada. Controlé mi respiración y abrí la puerta por ella. Con cuidado, saqué mi pie fuera de la puerta. Luego el otro, hasta que comprobé que no se corría peligro. El día estaba completamente normal.
—Nueva regla. —dije y esperé a que su miedo le permitiera mirarme—Si vamos a salir, tendremos que hacerlo juntos. ¿Está bien? No podemos arriesgarnos ahora, que no sabemos los peligros que pueda haber allá afuera.
Laura asintió sin dudar y cerró los ojos con fuerza para calmarse. De su boca brotó bastante aire luego de una larga respiración y tomó otra vez su mochila. Iría conmigo sí o sí. No iba a permitir que le ocurriese algo en este nuevo mundo.
Fuera de la casa, todo el ambiente no podía ser menos tétricamente normal. El comportamiento de sus seres era demasiado ordinario. Sus caras felices me horrorizaban y comprobaba a cada rato que no era el único, a ella también. Eran demasiado naturales y forzosas para nuestro gusto. A medida que nos alejábamos de la casa, más sentíamos que el mundo se tramitaba cada vez más lento.
A los árboles, animales y personas, podíamos notarle una especie de rastro de sombra de color opaca que despedían sus cuerpos, debido a lo lento que presenciábamos el tiempo en ellos. Desde las sonrisas de los niños jugueteando por los parques hasta el vuelo de los pájaros eran demasiado tardíos y con prolongadas resonancias de eco. Los árboles se movían al son del viento, pero nosotros éramos incapaces de sentir la brisa en nuestras caras.
Laura tenía razón. No estábamos en condiciones de ignorar que posiblemente estábamos igual de muertos que la Hora. Ese reloj, nos había hecho algo definitivamente y no podía ser nada bueno.
Llegado a la mitad del camino, nos preguntamos si este recorrido era realmente necesario. Esto me recordaba bastante a mis pesadillas.
Por un instante, detuve mis pasos en seco. El recuerdo de las sombras de mis sueños me había hecho percatarme de algo. Ahora esto no podía ser coincidencia y un escalofrío recorrió toda mi espina vertebral hasta las piernas.
—Dante, ¿qué sucede?
—Laura, ¿cuándo fue la última vez que sentiste hambre?
—Pues, no recuerdo. Hace…—abrió sus ojos de par en par—Oh, dios. Hoy sólo hemos bebido té y ayer…No comimos nada.
—Y ahora, ¿sientes algo? ¿Aunque sea sed?
—No. Tampoco.
—Hay que regresar.
De vuelta al hogar, el tiempo iba tomando su ritmo natural. Las personas se comportaban normales e incluso nuestros vecinos nos notaron antes de entrar. Esto se estaba convirtiendo en un callejón sin salida.
—Definitivamente es el reloj. —aseguró Laura sobre la cama—Debemos hacer algo con ese trasto. Tal vez quemarlo, no sé.
Yo me acerqué al reloj y lo tomé de la mesa. Lo había dejado ahí antes de salir. Una vez en mis manos, lo examiné. Temía que lo que se me estaba ocurriendo fuese la respuesta correcta. No por algo mediocre los escritos de terror eran mi especialidad. Miré por última vez los ojos confundidos de Laura antes de una posible despedida y le besé su frente antes de poner en reversa el reloj.

La Hora MuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora