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Wilbur estaba tocando todo lo que podía tocar. Espalda, pecho, abdomen, muslos. Eran toques por arriba de la ropa. Y estaban volviendo loco a Alex. Hasta que Wilbur empezó a tocar su piel por debajo de su camisa. El calor aumentó en ese momento. Wilbur dejó de besar sus labios para besar y lamer su cuello. Había aprendido. Había aprendido muy bien. Sabía dónde tocar. Y Alex también sabía. Él tenía experiencia haciendo eso. Sabía qué iba a hacer. Era el turno de Wilbur de sentirse tan bien como él se había sentido.

Wilbur estaba mordiendo su labio inferior para evitar hacer demasiado ruido y no despertar a Tommy, porque sabía que él se despertaba con el más mínimo ruido. Alex hacía eso muy bien. Hizo un movimiento para el que Wilbur no estaba preparado, ni esperaba, lo cual causó que soltara un grito. Tomó el pelo de Alex y lo jaló un poco. Empezó a ayudarlo con sus movimientos, moviendo su cabeza rápidamente. Alex clavó sus uñas en los muslos de Wilbur. Wilbur sonrió, finalmente soltando un fuerte grito.

[Eso va a ser ¼ de lo poquito que van a tener de eso]

"Tienes que haber despertado por lo menos a tres personas"

"Tommy incluído"

...

Era imposible olvidar eso. Especialmente porque fue la primera vez que Wilbur sintió algo así. Cada vez que hacía contacto visual con Alex no podía evitar recordar lo sucedido. Quería más. Quería esa sensación otra vez.

"Es tu turno"

"No es cierto"

"Yo decidí qué hacer después de que George se fuera"

¿Él había decidido?

"¿No fue una decisión que ambos tomamos?" Dijo Wilbur, acercándose a Alex.

"No. Yo lo decidí"

"Entonces es mi turno"

Decidió quedarse abrazando y dándole besos a Alex. Quería hacer eso. Quería momentos lindos como ese antes de que Alex se fuera. Había perdido la cuenta. No sabía cuántos días faltaban para que ya no estuviera con él. Porque no iba a estar con él. Porque había decidido cumplir su promesa. No iba a seguir el tren. Se iba a quedar. Iba a intentar no olvidar a Alex. No lo iba a olvidar, porque había sido una parte importante de su vida. Le enseñó que amar nunca está mal. Le enseñó que llorar no era un signo de debilidad, sino de humanidad. Le enseñó que el mundo no era color rosa. Le enseñó que, no importa lo mucho que sufras, podrás salir adelante con la ayuda adecuada. Le enseñó a besar por más tiempo del que alguna vez había besado a alguien. Le enseñó tantas cosas que nunca iba a olvidar. Siempre iba a tener en su memoria su voz, su rostro, su cuerpo, los lugares que le gustaban, cada pequeño detalle de su piel. Le gustaba amar. Le gustaba amar, y le gustaba cómo amaba a Alex. Alex tenía una forma diferente de amar. Mientras que Wilbur lo demostraba mayormente con besos y caricias, Alex regalaba cosas. Flores, libros, collares...pequeñas cosas que se iban a quedar con él para siempre. Podría encontrar a alguien más después, pero siempre tendría a ese chico de ojos cafés y cabello negro en su memoria. Ese chico a quien conoció gracias a que decidió saltar una cerca. Alguien tan especial que sólo estuvo a siete metros de él y con quien nunca había hablado antes. Sabía que en algún momento iba a llegar alguien así, pero no esperaba que fuera él. Siempre le habían contado de amores así. Alguien a quien nunca esperas y terminas amando con todo tu corazón. Y te duele cuando se va. Y te es imposible olvidar a esa persona, porque hizo mucho por ti.

Wilbur besaba suavemente el cuello de Alex, provocando que riera un poco. Alex volteó para ver a Wilbur. Se puso serio un momento, al igual que Wilbur. Intentaron quedarse así, pero terminaron riendo, como cada vez que hacían eso. A Wilbur le encantaba cuando Alex reía. Y le gustaba aún más cuando era él quien provocaba su risa. Amaba mucho a Alex. En ese punto podría significar su mundo entero.

A un tren de distancia| QuackburDonde viven las historias. Descúbrelo ahora