6. Jungkook

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Sus ojos azul verdoso brillan de alegría. De todos los chicos que he besado, ninguno me ha mirado como si fuera especial, digno y único. Mi respiración se atasca cuando baja sus labios rosados de fresa a los míos.

Necesito la dulzura. Necesito sus labios.

Antes que me alcance, su sonrisa se arquea hacia un lado mientras sus dedos recorren mi cabello. Mi cabello, como el de Junghyun, es castaño claro y ondulado. Mamá se metía con nosotros cuando estaba demasiado largo. El mío se cierne sobre mis cejas últimamente, curvándose ligeramente alrededor de mis orejas y en mi nuca, pero ella no se queja.

Mamá ya no se queja de nada cuando se trata de mí.

Antes que se me permita reflexionar sobre por qué, los labios de Yoongi están sobre los míos firmes y exigentes. Gimo, para nada sorprendido por su insistencia. Aunque Yoongi es colorido, ruidoso y adorablemente tonto, es absolutamente mi tipo.

Confiado. Descarado. Energético.

Necesito a alguien que contrarreste todo lo que hay mal en mí. Alguien opuesto. Calor para mi frialdad. Luz para mi oscuridad. Bondad para mi... lo que sea que yo sea.

Mis labios se abren para permitir que su lengua entre. Ambos gemimos cuando nuestro beso se intensifica. Siento como si Yoongi estuviera tratando de consumirme. Me gusta. Tanto. Sus dedos se clavan en mi cabello, tirando y acariciando. Me hace querer tocarlo también. Paso mis propios dedos por su cabello, amando cómo sus rizos rebotan una vez que se sueltan de mi agarre.

Él se aleja, con mi labio inferior atrapado entre sus dientes. Soy sorprendido por el escozor y abro mis ojos. Una ardiente intensidad quema sus ojos que parecen más verdes que azules en este momento. Su sonrisa se ha ido, incluso después de que me libera de su mordisco. Ambos estamos jadeando fuerte y yo estoy duro como una roca en mis jeans.

Quiero arrancarle la camisa. Hacerle una mamada. Rogarle que me haga lo mismo. Lo deseo.

—¿Alguien te ha dicho alguna vez que tus ojos grises son tormentosos? —murmura dándome piquitos en mis labios, luego mi mejilla y luego mi nariz.

—Mamá los llama mis nubes sombrías. Ella dice que a cada nube sombría se le regala un arco iris.

Su sonrisa destella en su rostro, bañándome en su cálida luz.

—Me gusta eso.

—Me gustas tú —murmuro, tirando de él hacia mí de nuevo.

Nos besamos con urgencia durante lo que parecen horas. Mis labios están en carne viva y mi mandíbula duele. De alguna manera, mientras nos besábamos, los dos terminamos de lado, con nuestras piernas enredadas mientras nuestras manos libres exploraban. Cada vez que sus dedos se burlan de la línea de mi cinturón en la parte inferior de mi estómago, siento que me vuelvo loco en mis pantalones. Él también lo sabe porque sonríe cada vez más.

—Quieres que te toque —murmura—. ¿No es así?

Trago y asiento.

—Sí.

—Este fin de semana. —Su palma se proyecta sobre mi polla—. Quédate a pasar la noche.

Imágenes de nosotros en esta cama, tarde en la noche, desnudos y retorciéndonos casi hace que me olvide de mi propio nombre. Muevo mis caderas hacia su mano, queriendo sentir el poder de su mano envuelta al alrededor de mí.

—Promételo —suplica.

Agarro su muñeca, tirando de él hacia mí.

—Lo prometo.

E.Q.Q.M.QDonde viven las historias. Descúbrelo ahora