Capítulo III.

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A la mañana siguiente te despertaste pensando en lo patético que eras al amar un sueño, ¿sabes?, me hace sentir tan feliz que le hayas tomado cariño a mi ayuda, así que me encargare de poner en tu cabecita que aquel sueño fue real para que puedas extrañarme un poco siquiera, de todas maneras te negabas a aceptar que era un sueño y te aferraste a ese recuerdo mientras te cuestionabas si la soledad te pesaba tanto como para poner tus esperanzas en un ser que solo podría vivir en tus sueños.

Las semanas pasaban y tú más añorabas mi presencia, tengo muchos deseos de verte y abrazarte, pero tengo miedo que esto termine con mi vida aunque también me alegra que te sientas feliz de sentirte amado porque eso es lo que siento por ti, amor, tu rostro mostraba ansiedad buscando verdaderamente mi voz, añorando que volviera acurrucarte entre mis brazos, te escucho desesperante ante la búsqueda hasta que decides hablar.

Te sentías feliz, si, feliz de sentirte amado.

—¿Estás aquí? ¿Cuándo vendrás? ¿Puedes escucharme?

Y con las expectativas a flor de piel esperaste, pero no viste ni escuchaste nada, no sé si hacerlo.

—Eres malo — respondiste con las manos en tu rostro — Muy malo conmigo — agregaste sentándote sobre tu cama con un puchero en tus labios.

—¿Me estabas buscando? — debo admitir que esa clase de gestos me causan ternura.

—¿Por qué no habías aparecido? — respondiste corriendo para abrazarme, parecías un gatito.

—Estoy aquí.

Sentí una punzada sobre mi pecho gracias a tu cercanía, pero es normal, poco a poco pierdo mi divinidad solo por estar contigo, ¿pero vale la pena? Claro que lo vale, todo aquello que esté relacionado contigo vale la pena, pero no, no estoy para nada bien. Tu y yo sufrimos por esta lejanía, pero tengo que soportar, dolería mucho tener que irme de tu vida dejando a la deriva tu corazón.

—¿Puedes abrazarme mientras me quedo dormido?

—Claro, recuéstate — respondí estirando mis brazos.

Mis manos temblaban, sentía que mi pecho se rompía, pero no quería negarme al placer de estar a tu lado, durante esta semana habías reacomodado tu departamento cómo si fueras a vivir con alguien, al principio me asuste porque no conocía a esa persona que irrumpiría en tu vida, pero poco a poco me fui dando cuenta que ese espacio era para mí.

Las tres veces del día cocinabas para dos personas, pusiste un cepillo de dientes junto al tuyo, compraste ropa una talla más grande acomodándola dentro del closet junto a la tuya pensando en que algún momento yo podría usarla, durmiendo solo en un costado de la cama porque el otro lado le pertenecía a tu ángel, de esa manera te referías a mí, estabas feliz viviendo en esa burbuja.

Durante todo este tiempo has intentado disfrazar tu tristeza con sonrisas para evitar que yo sintiera lo vacío de tu corazón, te sentías emocionado por tener compañía dentro de tu vida, eso hacía que la sonrisa regresara a tus labios otra vez.

Disfrazas tus sonrisas y ahora me siento culpable pensando en que tal vez confesarte mis sentimientos no fue lo mejor que pude haber hecho, sería mejor mantenerme en el anonimato porque ahora no poder estar junto a ti o al menos no podré asegurarlo.

Ahora todo esto es aún peor porque inconscientemente sembré una pizca de esperanza en un lugar que nunca podrá florecer, pues lo que siento por ti no es natural, este sentimiento debió permanecer en mí y evitar que llegara hasta ti.

Y de todas maneras me encuentro aquí admirando tu rostro mientras velo por tus sueños, debo admitir que me duele poder tocarte y abrazarte, nunca creí que ese dolor en realidad sería insoportable, pero sabes tú respiración delicada hace que todo ese dolor desaparezca de mi cabeza mientras mis ojos se enamoran aún más.

—Recuerdo que una vez te preguntaron que era el cielo para ti — me recosté a tu lado acariciando tu cabello buscando que te durmieras — Dijiste que el cielo era amar. En ese momento no sabía a qué te referías con eso, es que el cielo para mí era un lugar pulcro y bueno, los humanos al morir suben al cielo para arrepentirse de sus pecados, de donde nace la naturaleza.

Entrelazo su mano con la del pequeño que dejaba suaves suspiros siendo adormecidos por sus vestiduras blancas.

—Pero al ver tu rostro iluminado a la luz de la luna, la respuesta se reafirma y no es la misma de aquellos días, porque el cielo para mi es verte despertar cada mañana mientras luchas contra los deseos de seguir durmiendo. Para mí, es verte sonreír aun cuando la situación sea la más desastrosa. Para mí, el cielo eres tú.

Bese tu frente con cuidado escuchando un suspiro salir de tus labios, mi dolor comenzaba a empeorar es momento de irme.

—Ahora lo afirmo con certeza, pues como tu ángel guardián conozco el cielo mejor que nadie y puede escucharse como blasfemia, porque nunca podría comparar el cielo contigo. Pues ahora me parece un lugar tan frío, un lugar tan banal en comparación de tu celestial existencia.

Acaricie tu mejilla hasta que una de mis lágrimas cayó sobre tu piel, me iré antes que el sol nazca, será lo mejor.

El miedo que tengo de tocarte, de hablarte, de acercarme o mirarte sin ser ignorado, pues mi cuerpo es vulnerable a los humanos y mi vida podría terminar, aun así seguiré junto a ti.

Te despertaste buscando mi brazo, con pequeños movimientos de tus ojos los abriste con sorpresa y te incorporaste de inmediato sobre tu cama, lo siento pequeño.

—Mentiroso — musitaste entre sollozos abrazando tus piernas dejando que tus ojos soltaran esas lágrimas que lastimaban mi corazón.

Perdóname, en realidad debo hacer esto, por tu bien y por el mío, lamento haberte dado esperanzas que al fin y al cabo nunca podrán hacerse reales, tu eres mi cielo y por ello te cuidare en cada momento, en cada segundo, en cada día.

Te amo Build, por eso debo cuidarte.

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Heridas de un Ángel │BibleBuildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora