Su traje de segunda mano se notaba demasiado apretado sobre él, como cada abrigo de la tienda, el problema estaba en sus ridículamente anchos hombros y tampoco coincide con su talla de pantalones. Las costuras amenazaban con estallar cada vez que flexionaba sus musculosos brazos y él se sentía horriblemente fuera de lugar en medio de todos sus compañeros de clase con sus trajes de etiqueta perfectamente adaptados. Estaba solo y eso sólo empeora la sensación.
Jaehyun odiaba esto. Él odiaba todo sobre la situación.
Bueno, casi todo.
Sus ojos se desplazaban a través de la habitación, moviéndose para descansar otra vez sobre Renjun. Como una brújula apuntando hacia el Norte, él siempre lo podía encontrar en un gimnasio abarrotado. Y estaba abarrotado; incómoda y horriblemente abarrotado. La gran sala estaba llena con todos los alumnos, todos vestidos con las mejores galas, tratando desesperadamente de fingir que estaban en un baile "Bajo el Mar" en lugar de asumir que estaban hacinados dentro del mismo gimnasio donde juegan al balón prisionero y corren.
Las luces eran bajas, había serpentinas que colgaban del techo, burbujas que volaban en el aire, y popurrí de cosas en las mesas, pero todavía olía a sudor y zapatillas sucias. Todas las demás decoraciones temáticas sobre el océano parecían tontas y pretenciosas, como las boyas y las cuerdas que decoraban el escenario improvisado, pero Renjun... Hoy Renjun parecía una sirena que había llegado a tierra sólo por esta noche.
Había brillo en sus pálidos hombros, su sedoso pelo rubio en onduladas olas y llevaba un magnífico vestido rosa perlado con un dobladillo rizado que se extendía sobre su trasero bien formado y dejaba a la vista sus delgados muslos y su estrecha cintura. Mostraba curvas mucho más deliciosas que la mayoría de las chicas presentes. Aunque no parecía una chica, todavía se parecía al escandalosamente muchacho hermoso que es, y el vestido sólo se sumaba a su atractivo único.
Él era perfecto.
Por un momento, Jaehyun se perdió en su propia cabeza, imaginando a Renjun como una sirena. Era tan encantador, puro e inocente. Jaehyun lo capturaría y lo sacaría del mar y lo mantendría en un estanque en su casa, toda esa belleza únicamente para sus ojos y nadie más. Jamás lo dejaría marchar.
Jaehyun inclinó su cabeza hacia atrás, cerró los ojos y tomó un profundo trago de ponche rojo con un buen chorro de licor del frasco que escondía en el bolsillo de su pecho. No estaba lo suficientemente borracho como para lo que estaba a punto de hacer, así que tomó un segundo trago después del primero. El coraje líquido ardía en su garganta.
En el momento en que sus ojos se abrieron, revolotearon nuevamente hacia Renjun, que estaba riendo y bailando con sus amigos. El pulso arrítmico de sus latidos y su ágil cuerpo se balanceaban rítmicamente hacia él, incluso cuando ni siquiera estaba bailando deliberadamente. Como el reloj de un hipnotizador o el capote de un torero, los ojos de Jaehyun seguían cada uno de sus movimientos. Sus mejillas estaban sonrosadas y sus labios estaban bellamente pintados en un degradado rosa cereza, Jaehyun pensó en quien dijo que quién llevara rojo y rosa necesitaba que revisaran su mente, aunque Renjun se veía hermoso así...
Pero una vez más, él siempre parecía hermoso.
Jaehyun lo quería, y vaya que si lo quería. Siempre lo quiso, pero algo sobre la graduación con toda la música lenta, el baile de parejas y las burbujas flotado mientras las luces brillantes parecían estrellas y todo el mundo se quedaría sin aliento por la anticipación de lo que vendría después del baile, hacía querer a Renjun por mucho que doliera.
Sintió que su anhelo reprimido se había convertido en algo visceral, como si hubiera una bola gigante en su pecho, expandiéndose y presionando contra sus pulmones hasta hacerle muy difícil respirar, hasta que no podía decir si quería gritar sus sentimientos al cielo, o correr antes de convertirse a sí mismo en un completo idiota.
En vez de eso, Jaehyun tomó otro trago.
Como hijo de un alcohólico, uno podría haber pensado que habría aprendido una o dos cosas sobre la moderación, pero cuando se trataba de Renjun, esa noche, Jaehyun no parecía poder manejar la situación estando sobrio. Renjun obviamente había estado bebiendo también. Estaba achispado y tontamente se inclinaba hacia Yeonjun más de lo que usualmente lo hacía. Los ojos de Yeonjun recorrían sus hombros desnudos y sus manos acariciaban la seda del vestido de Renjun de un modo posesivo. Jaehyun podía ver los pensamientos lujuriosos escritos en la cara de Yeonjun, y sabía en lo que estaba pensando, porque Jaehyun pensaba lo mismo.
Desorientado, Renjun se reía y gesticulaba con sus manos por su estado de embriaguez. Su cabello salvaje, de rizos sueltos, enmarcaba su rostro enrojecido y su mandíbula afilada. Su flequillo era demasiado largo. Era hermoso, desaliñado, inocente e hilarante, todo lo que Jaehyun podía pensar era en como poder soportar tener que aguantar las manos de Yeonjun sobre él.
Yeonjun con sus ojos codiciosos, que es rencoroso e insensible, descuidado y quién es todo lo que Renjun no es. Jaehyun lo odiaba. Lo odiaba. Es el odio lo que le dio coraje para seguir adelante con su plan; el odio, los celos, el amor, la lujuria y el alcohol que lo arremolina todo en una mezcla confusa, como llevar una descuidada camisa teñida con una corbata.
Cuando llegó el momento de que el Rey y la Reina bailaran con sus coronas sobre el escenario y luego se dirigieran a la pista para el baile exclusivo, Jaehyun primero se deslizó entre bastidores. Sus oscuros ojos miraban desde las sombras de las oscuras cortinas donde le habían dicho a Renjun y a Yeonjun que esperaran hasta que los llamaran. Yeonjun, por supuesto, iba primero. Besó la mejilla de Renjun con todo el aire de un Rey conquistador y salió del escenario con sus manos levantadas en medio de vítores de sus aduladores.
El discurso del Quarterback es decididamente autocomplaciente y de larga duración, que es perfecto porque le daba todo el tiempo necesario a Jaehyun para llevar a cabo el secuestro. En el momento en que Yeonjun comienza a hablar, Jaehyun sale de las sombras y mete su corbata en la boca de Renjun, deslizándolo su rubia cabeza por detrás de su hombro, amordazándolo antes de echarse fácilmente al pequeño niño sobre uno de sus grandes hombres. En medio de todo esto, pensó seriamente en las costuras de su ropa barata, que al menos sería bueno para todos los demás, ya que sus ropas caras no se romperían fácilmente.
Mientras tanto, Renjun era una bola de gasa reluciente, brillante y furiosa mientras estaba boca abajo y sus pequeños pies pateaban cuando Jaehyun huía con él. En el pequeño forcejeo, Renjun perdió uno de sus pequeños tacones color plateado, justo igual que la Cenicienta, y esto es todo lo que Yeonjun encontraría cuando viniera en busca de la princesa que Jaehyun se negaba a dejar convertirse en Reina.