Paper Hearts | Dnf

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—Recuerda que él podía oírnos, así que tienes que fingir que todo está bien. ¿Bien?- Se giró para susurrar una última vez, una mano cubriendo las llamas de las velas para evitar que parpadeen.

El día finalmente había llegado. Para Clay, sentía que era demasiado pronto y demasiado tarde al mismo tiempo.

Su último día con Gogy.

Era marzo y, para esta ocasión especial, les había pedido a Quackity y Wilbur que visitaran a George para poder celebrar juntos su cumpleaños. Los dos hombres no eran tan cercanos al castaño como él, pero también eran los únicos aparte de él que podían considerarse sus amigos.

—Está bien.- Respondieron los otros dos al unísono, asintiendo. Junto a ellos, Sapnap ofreció una pequeña sonrisa antes de abrir la puerta de la habitación.

Como una máscara, una brillante sonrisa se deslizó de inmediato en su rostro, aunque sabía que el niño no lo vería de ninguna manera, sus labios aún se curvaron de una manera que no llegaba a sus ojos. Se había vuelto algo natural para él después de todos estos años, por lo que no fue una hazaña tan difícil. Lo que no reveló fue que la sonrisa era más para engañarse a sí mismo que para engañar a George.

Siguiéndolos de cerca, Quackity y Wilbur tomaron eso como una señal para comenzar a cantar una versión muy fuerte y no sincronizada de "Feliz cumpleaños". Con Nick murmurando en voz baja, todos aplaudieron cuando Dream rodeó la cama para ir al lado de George. En su mente, trató de imaginar la mirada de sorpresa y felicidad que habría estropeado el rostro del joven en este momento si hubiera podido expresarlo. Se había imaginado que los ojos del joven se iluminaban y sus mejillas se sonrojaban; como esa ventosa noche de otoño bajo el arce. El pensamiento lo tranquilizó.

—¡Feliz cumpleaños a ti!- Terminaron, cerrándolo con otra ronda de aplausos desiguales. En la bandeja de comida que sacó, Dream dejó el pastel con sabor a matcha; se acordó de pedir el favorito de George.

Bueno, no era como si George pudiera saborearlo, o verlo, de hecho. Pero era el pensamiento lo que contaba, ¿verdad?

El temor comenzó a hundirse en la boca de su estómago mientras miraba al menor. Este sería el último día que podría sentarse a su lado así; la última vez que lo vería yacía en esa cama.

La última vez que lo volvería a ver.

Tan egoístamente como pudo formar un pensamiento, el chico alto solo quería congelar este momento en su cabeza; capturando la imagen del único chico que alguna vez miró frente a él y enterrándola en la grieta más profunda de su cerebro, y probablemente el único al que alguna vez miraría. Hasta el final de siempre.

Supongo que esto es lo más largo que puede ser una eternidad.

—George, tienes visitas.- Anunció, tratando de mantener su tono lo más ligero posible. Detrás de él, los chicos abordados se acercaron. —Hola, Gogy.- Hablaron simultáneamente.

—¿Los recuerdas? Esos son Quackity y Wilbur. Te dije que los arrastraría para verte algún día. Están tan enamorados que es asqueroso.- Bromeó, lo que resultó en una ligera risita de Wilbur y un pequeño puñetazo en el hombro de parte de Quackity.
—¡George, te tenemos algunos regalos de cumpleaños!- Chirrió el más joven antes de colocar suavemente dicho regalo en el regazo del chico. Era un ramo lleno de ásteres rojos, cuidadosamente envuelto en papel de lino lila.

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—¿Qué deberíamos darle a George cuando lo visitemos?- Quackity reflexionó una tarde durante el almuerzo. —Hm, ¿qué hay de las flores? ¿Le gustan las flores, Dream?.- Inquirió Wilbur, dejando su café antes de volverse para mirar al rubio.

Tras la mención de su nombre, Dream salió de su ensoñación. —Creo que le gustará cualquier cosa que le regales.- Respondió el joven, a medias.

—Entonces, ¿qué tipo de flor sería una buena elección? ¿Rosas?- Preguntó Quackity, con una mano sosteniendo su barbilla mientras miraba contemplativamente. Después de un momento, Dream habló. —Ásteres rojos.

—¿Por qué ásteres rojos?- Preguntó Wilbur, con la boca medio llena.

—Los ásteres rojos significan devoción eterna.- Dijo el de ojos claros, picoteando su almuerzo con un tenedor, desinteresado.

Inmediatamente, los otros dos entendieron y no preguntaron más