Ella no quería eso. Cuando le dijeron que tenía que hacerlo, solamente lo acepto por miedo.
Cuando intentan matarla a costa de otro, su esposo decide tomar cartas en el asunto y darse cuenta de lo débil que es el tenerla en su vida.
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La luz que entraba por la ventana iluminaba el cuarto. Volutas de polvo volaban en el aire, iluminadas por esa luz, un paisaje nevado tras la ventana más relajado e inocente. Era suficiente para iluminar los dos cuerpo que estaban sobre la cama.
Ran la había despertado acariciándole la cara, con la tonta excusa de que estaba contando todas sus pecas faciales. Había dormido tan bien aquella noche, sin tensión ni algún pensamiento de arrepentimiento por haberle pedido que la saca de la capital, que su cuerpo se lo pagaba de aquella forma tan deliciosamente tentadora a repetir. A lo tonto, Hope había conseguido llamar la atención de un marido ausente, pero a qué coste. Ahora conversaban en voz baja, entre ellos, él recostado en la cama y ella envuelta en la sábana sentada a su lado mirándole con cierta incredulidad.
-¿De verdad?
-Sí.
Tenía el pelo revuelto, pero se había despertado con un pequeño mechón trenzado bailando sobre su cara. El brazo derecho de Ran era usado como almohada y el otro se posaba en su bien trabajado vientre. No pudo evitar soltar una carcajada. Su pecho se infló de felicidad al ver cómo las comisuras de sus labios volvían a elevarse y la acompañaban, la luz reflejando traicionera sobre los tatuajes del pecho. Escucharlo reír ya no sonaba como si se burlase de ella o a la fría risa que había mostrado en su boda.
-No me lo creo -se opuso. No podía hacerlo. Tenía que estar mintiéndole como muchas otras veces solo para verle la cara de tonta.
-Me gustaba ese estilo, era cómodo -se defendió, tirando de las raíces del pelo hacia atrás y enseñando la corta longuitud que tenía a diferencia de lo que contaba-. Rindou también lo tenía así, pero más corto.
-Es difícil imaginarte... ¿Hasta qué edad? ¿Los dieciséis? Solo tienes fotos con tu hermano hasta los diez años -murmuró, inclinándose hacia él y dejando que jugase con un mechón rizado de su pelo. Lo envolvía alrededor de su dedo, lo dejaba libre, estiraba y volvía a hacerlo. Así durante todo el rato-. Quiero una.
Estiró la mano para acariciarle la mandíbula, tanto el hueso como la carne que la formaba. Dibujó algo que no supo distinguir, pero causó el mismo revuelo en su estómago que la consiguió estremecer de placer. Aún sentía los miembros adormecidos, pero había conseguido sentarse en la mullida cama solo para no tener el objetivo de . Hope inspiró por la nariz.
-Tendría que buscarlas, pero tengo hasta los veinte, creo -rodó los ojos a un lado como si estuviera pensando, de verdad, dónde podría haberlas puesto.
-De paso podrías darme la mía -sus ojos se movieron hacia ella de nuevo, en una mirada entre perezosa e interesada. Hope se colocó el pelo detrás de la oreja-. Solo como...idea.
