Abrió lentamente sus ojos en busca de acostumbrarse a la luz, se sentía sin fuerzas como si su energía hubiera sido drenada pero al mismo tiempo sentía que había dormido como si nunca lo hubiera hecho antes, con fastidio volteó al aparato que emitía un incesante bip bip y apagó el celular.
Hizo sus estiramientos básicos y dirigió la mirada al traje negro que colgaba junto a la ventana, dió un largo suspiro tambaleante al recordar a donde tenía que asistir hoy. Con pesadez se fue a dar una ducha entre interminables hilos de pensamientos que saltaban de un lugar a otro sin descanso.
Una vez terminó de alistarse, tomó su celular y sus llaves para irse en dirección a la iglesia que estaba a un par de kilómetros, donde un funeral le esperaba.
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Antes de llegar a la iglesia, pasó a recoger a Theo, el acompañante con el que volvió a Los Ángeles. Cuando llegó al tétrico lugar con tétrico ambiente, no pudo evitar soltar una lágrima solitaria entre jadeos de tristeza, Theo se acercó y lo conforto dándole una palmada en la espalda. Ya tranquilo, entró para ser recibido por viejas y nuevas caras, pasó al ataúd donde lo vió, no pudo retener más sus lágrimas y mientras caían sonrió con melancolía y lamento.— ¿Él era tu...? — quiso preguntar un tipo a su lado que le apretó el hombro.
— Si... — susurró.— él lo fue, pese al sufrimiento que me causó, me hizo ser quién soy ahora, él fue tan importante para mí que... — y no pudo continuar para soltarse a llorar.
De pronto el sonido vibrante y ruidoso de su celular irrumpió en todo el silencioso lugar, haciéndose suyas las miradas desaprobatorias, burlonas e incrédulas de los presentes.
— Ay por Dios, lo siento.— dijo intentando tomar la llamada mientras se dirigía a la salida.— No puede ser, cállate, cállate, ay por favor.
— ¿Señor Stilinski?, hablo del hospital Santa Valeria.— preguntó una voz femenina en el celular.
— Si, él habla pero realmente no es un buen momento.— respondió.
— Lo siento, solo para avisarle que su familiar despertó hace unos momentos.— avisó la mujer, enseguida Stiles dejó caer su celular y corrió con fiereza a su camioneta en la cual arrancó a toda su capacidad.
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Un agitado y velozmente torpe Stiles corría entre los pasillos de aquel gran hospital, 8vo, 7mo, 6to, 5to...contaba en su mente con impaciencia los pisos que el elevador bajaba y antes de llegar al 3ero se detuvo, colmando la paciencia inexistente de Stiles, que corrió a las escaleras y subió hasta el noveno piso con acrobacias que ameritaban un par de lesiones.Hasta que por fin llegó a la habitación 317, sin siquiera tocar, abrió con brusquedad la puerta que resonó en toda la habitación al estrellarse contra la pared. Ahí lo vió, recostado en la camilla sosteniendo una cuchara de pudin que parecía haber olvidado a que iba a medio camino, de fondo sonaba una telenovela mexicana que no lograba entender y un par de aparatos electrónicos.
Sólo podía enfocarse en aquellos orbes verdes que lo miraban atónito, recorrió su mirada hasta el cabello alborotado y negro que parecía mal cortado, bajo a su frente que se arrugó por la sorpresa, vio sus ojeras un poco más oscuras, sus facciones cansadas y demacradas, la barba descuidada y más abundante a como la recordaba, sus labios un poco pálidos y entreabiertos, su cuello en el instante en que tragó y la mano delgada pero fuerte que sostenía la cuchara con pudin.
— Derek...— murmuró Stiles con desconcierto.— Oh Dios, Derek.— gimió corriendo hacia él con los ojos llorosos, se lanzó de lleno al lobo que soltó un quejido por el impacto y lo abrazó como si hubiera resucitado.— Derek, no me hagas eso de nuevo.— suplicó llorando en el pecho del atontado paciente.

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Destino
RandomUna historia corta acerca de la relación de Derek y Stiles. El mayor regresó el día de la graduación de la manada para pedirle matrimonio al humano que corre entre lobos. Esté aceptó. Habían estado mutuamente enamorados por años, por fin podían esta...