Dentro del bosque frío.

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Las entrañas del bosque frío resguardaban muchos secretos con recelo.

Ya sea entre las copas altas de sus árboles o en las profundidades de los lagos, misterios prevalecían arraigados desde incluso siglos atrás. Hierbas con propiedades medicinales nunca antes vistas, flores con néctar hemostático, cantidades ridículas de Yin corriendo por las aguas del subsuelo; el bosque era único en su tipo.

Si bien, en los últimos veinte años y a excepción de los cultivadores de Gusu Lan, nadie podría conocer el valor real de este lugar. Y todo gracias a la barrera protectora que rodeaba la periferia del bosque frío, un método que evitaría saqueos, amenazas o por demás, visitas no deseadas.

Cualquier individuo externo que intentara atravesar la muralla sería repelido inmediatamente, dejando solo a los cultivadores de Gusu Lan entrar u salir a voluntad, sin embargo, ninguno se atrevía por el miedo irracional a ser arrastrados a la guerra que se libraba afuera.

El receso de las nubes, el reino situado en el epicentro del bosque frío y responsable del levantamiento de la barrera, ya había perdido tanto con esta absurda guerra. ¿Porque molestarse en asuntos ajenos? Solo era una pérdida de tiempo y ningún habitante de Gusu Lan disponía de el.

—¡Mira esto, SiZhui!

Un hombre de aparentes veinticinco años dijo divertido desde un punto aleatorio al interior de la maleza. Entre sus manos, una pequeña pala y un racimo de hojas vibrantes se agitaban. Ese era Lan JingYi, cultivador sanador de categoría cuatro — previamente aprobado para ascender a rango cinco— y maestro responsable de los juniors de categoría dos del reino de Gusu Lan.

—Eso es... ginkgo— con un tono nervioso, el mencionado miró a la canastilla de bambú repleta de ginkgo y sonrió abatido.

Y ese otro joven apuesto era Lan SiZhui, cultivador categoría cinco y miembro real del reino de Gusu Lan.

—¡Mierda, podríamos encontrar algo más inútil!

JingYi lanzó lejos la hierba y se dispuso a colocarse de pie para sacudir su túnica mancillada por tierra húmeda. Si no fuera por el conjuro especial que arrojó a sus ropas esa mañana, sus ropas níveas se encontrarían totalmente arruinadas.

—Sabes que está prohibido maldecir, JingYi.

Por su parte, SiZhui permaneció arrodillado sobre el césped. Debido a la excesiva cantidad de horas invertidas en la tarea, su cuello se encontraba tenso, por lo que giró su cabeza en círculos un par de veces antes de detenerse para mirar el cielo que se encontraba despejado y sin ninguna nube a la vista.

El pronóstico apuntaba a ser un día perfecto.

—Deberíamos volver, pronto será hora del almuerzo. Escuché que hoy servirán...

No obstante, algo en SiZhui se encontraba intranquilo.

—Mn. Regresemos, A-Yi.

Entonces, el dúo tomó su colecta y emprendió el viaje de regreso.

Para volver a casa, los jóvenes cultivadores debían recorrer el bosque durante dos varitas de incienso, atravesar un riachuelo y finalmente, encontrarían un pasaje secreto que conectaba directo con el pabellón norte del palacio del receso de las nubes, lugar de residencia ambos Lan.

Un trayecto sencillo y sin complicaciones, un camino tan familiar para los dos chicos, nada debería detenerlos ni retrasarlos.

Aunque ese día sí hubo una variante diferente.

SiZhui miraba al suelo distraído, sus pies se perdían bajo el largo de su túnica y retornaban con cada paso dado, la superficie bajo estos no mantenía cambios.

Dinastía [Zhuiling]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora