¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ㅤEn el mar existen criaturas extraordinarias. Un marinero podría afirmarlo, mas jamás podría afirmar haberlas visto todas; después de todo el mar era desconocido para el hombre, sus peligros y maravillas jamás acabarían de ser expuestos del todo y quizás no debían serlo.
ㅤLuego de un larguísimo viaje, el Alcor arribó a las costas de una isla cercana a Mondstadt. El viento allá era fresco y soplaba como una agradable bienvenida en las mejillas de Kaedehara Kazuha, el samurái errante sentado en el soporte de una de las enormes velas del barco.
─¡Kazuha, muchacho! ¿Es que no piensas bajar de ahí? ─le gritó el oficial al mando, para que lo oyera desde la distancia.
─Ustedes adelántense ─negó este. Vió a la capitana Beidou codear al oficial y decirle algo que no llegó a oír, pero que probablemente significaba que lo dejara tranquilo.
ㅤBeidou comprendía que la inspiración del errante era como él mismo: iba y venía, sin aviso y sin una pista de cuándo regresaría ni a dónde se iría. Por eso, era mejor dejarlo solo para que admirara el paisaje a su alrededor, para que sintiera el aire contra su cuerpo y oliera el distintivo aroma que solo podía trasmitir Mondstadt: el olor a libertad y gozo.
ㅤCerró sus ojos y escuchó atentamente: el murmullo de las olas, las voces de los marineros, el arrastrar y golpear de cajas y materiales, todo tan ajetreado como siempre. Pero si escuchaba con mayor atención... Había una melodía, una canción, la sonata de una voz dulce que intentaba pasar desapercibida con el sonido del mar pero que no pasaba desapercibida para él.
ㅤKazuha dio la vuelta a la isla hasta su zona más rocosa, siguiendo la voz traída por el viento y buscando su dueño alrededor. Allá estaba, sentado sobre una piedra que sobresalía en la costa, un chico con todo el torso desnudo que cantaba esa bonita canción mientras escurría su dorado cabello para secarlo bajo el sol. Se sintió como un intruso que espiaba un momento privado, después de todo, no había sido invitado a escuchar.
ㅤPero él era curioso. Además de disfrutar la canción, él quería conocer la identidad de aquel que la interpretaba. Avanzó uno, dos pasos, las pequeñas rocas y la arenisca se removieron bajo sus pies haciendo el mismo sonido que la grava al ser movida con una pala, alertando al joven que giró la cabeza en un movimiento rápido. Alcanzó a verle la expresión temerosa, los ojos bien abiertos y los labios formando una pequeña "o" de sorpresa, pero este ni siquiera se tomó un segundo para mirarlo a él; en un abrir y cerrar de ojos el chico había desaparecido, dejando solo la espuma alrededor del lugar en el que se había hundido.
ㅤNo podía dejarlo ir tan fácilmente. Quería preguntarle por la canción, quería preguntarle su nombre, al menos quería verlo, confirmar de cerca esa belleza de la cual solo llegó a tener un pequeño vistazo.
ㅤGuiado por sus instintos, el errante saltó de roca en roca mirando hacia la traslúcida agua bajo él en busca de su silueta. Apresuró su paso cuando le pareció ver el destello dorado de sus cabellos siendo iluminados a través del agua por los rayos del sol, pero un solo paso en falso sobre la piedra húmeda lo hizo caer y sumergirse. El estruendo que hizo al salpicar alrededor y el movimiento de la corriente hacia abajo llamó la atención de la figura que trataba de escaparse de él.
