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ㅤLa ceremonia de la mayoría de edad del príncipe Laurent no era en ningún sentido una ocasión que se pudiera tratar a la ligera. El hecho de que el joven príncipe hubiera alcanzado los dieciocho años era más que solo una señal de que estaba listo para heredar el trono, también era una señal de que necesitaba conseguir una esposa pronto.
ㅤEl gran Rey Ragnvindr podría haber elegido a cualquier princesa de cualquier nación aliada y conseguir firmar una promesa de matrimonio para su hijo, o lo que era más fácil, escoger a cualquier hija de una familia noble y traerla a la corte de alguna de las seis princesas de Mondstadt, pero Dedrick tenía... una debilidad especial por su pequeño y único hijo varón.
ㅤ"Padre, yo no puedo casarme con una mujer que jamás he visto. La mujer que sea mi esposa y que gobierne nuestra nación a mi lado no puede ser una desconocida" había dicho, elocuentemente. Dedrick pensó que tenía un punto, hasta que dijo: "¡Debo casarme con una persona que ame de verdad!"
ㅤ¿Amor? Por supuesto que el rey estaba de acuerdo, él amaba a su esposa, pero eso ocurrió después de años de matrimonio. ¿Laurent quería enamorarse antes de casarse...? ¡Oh, bueno, era su único hijo!
ㅤPor lo que allí estaban reunidas: en el cumpleaños número dieciocho del príncipe, todas las señoritas nobles de la nación y muchas otras de naciones tanto vecinas como lejanas. Todas aspirando a ser la que se robara el corazón del heredero de Mondstadt. No era tarea fácil para ninguna.
─Por favor disculpen nuestra tardía aparición ─exclamó una voz masculina de timbre alegre, pero de tono sutilmente amenazante─, nuestra invitación no tenía el horario escrito. ¡Oh, bien! Parece que no nos hemos perdido la entrada del príncipe todavía.
ㅤJadeos de sorpresa y murmullos silenciosos se expandieron por todo el gran salón con la llegada de once sombríos individuos. En el trono junto a la reina, el rey Ragnvindr frunció el ceño y apretó la mandíbula mientras que esta disimuladamente se agarró al brazo de su marido casi con temor.
─No había ninguna invitación para ustedes ─remarcó severo, una vez los Once se hubieron inclinado ante él─. Los Fatui no tienen lugar en Mondstadt, no después de sus crímenes contra esta nación. Ahora váyanse antes de que llame a mis guardias y me asegure de que no tengan un pie que poner en mis tierras de nuevo.
─Mi lord, ya se lo he dicho, eso fue un accidente ─se quejó un joven pelirrojo casi como si lloriqueara─. Entiendo que es mi culpa que el joven príncipe casi muera atrapado en el lago congelado el invierno pasado, pero solo estábamos jugando. Tampoco hacía falta que me prohibiera venir a verlo... ─esto último lo dijo por lo bajo, entre dientes, bajando la cabeza con arrepentimiento.
─Eso es suficiente, Tartaglia, muchas gracias ─interrumpió un hombre robusto e imponente, que sobresalía como una enorme escultura de mármol blanco. Si el rey Dedrick se sentía intimidado por él, hacía un muy buen trabajo ocultándolo─. Su majestad, discúlpelo: es solo un chico, aún no sabe medir su fuerza, pero le aseguro que el incidente no ha sido pasado por alto y hemos castigado a Tartaglia apropiadamente.
