Parte 4: Un día en Moscú

463 28 10
                                    

James estaba apoyado de una pared cuando Kara llegó al punto de encuentro. La miró de arriba abajo descaradamente, intentando intimidarla. Kara se dio cuenta del escrutinio del soldado, así que puso las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta y aceleró el paso hacia donde él estaba.


-Pensé que no volverías- Dijo el Soldado esbozando una sonrisa maliciosa y cruzando los brazos sobre su pecho. Kara sonrió.


-¿Apuesto a que eso te habría gustado verdad? He decidido esperar para ver qué vas a hacer conmigo. Me muero de curiosidad...- Dijo la joven coquetamente, acercándose al soldado. James se sorprendió por ese comentario. ¿De dónde había salido esa confianza? Si ella estaba intentando seducirlo, no iba a tener éxito. Aun así, le siguió el juego a la joven. El soldado no tenía nada que perder y quizá esto resultaría entretenido. Kara se detuvo hasta estar a pocos centímetros de él, bajó la mirada y se mordió el labio inferior. Al ver ese gesto de la joven, algo dentro de James despertó, algo que no había sentido en mucho tiempo...


-Todavía no lo he decidido. Pero tranquila, no seré muy rudo contigo.- Dijo con una sonrisa.


-Gracias, no esperaba menos de ti. -Dijo la joven guiñándole un ojo. -Ahora, no sabemos a dónde ir y no sabemos qué tenemos que hacer.-Dijo Kara con un tono suave. Sonaba muy segura de si misma.


-Se supone que el milagro nos mostrará el camino. ¿Tienes idea de a qué se podrían referir?- Preguntó el castaño. Kara no tenía ni idea de qué significaba eso. No estaba segura de que existiera un Dios, mucho menos un milagro. Algo en su mente le decía que tenía que ver con su último recuerdo antes de aparecer en Rusia, la explosión... No recordaba todos los detalles del acontecimiento, pero estaba muy segura de que se debía referir a eso. Apretó los puños dentro de su chaqueta y comenzó a caminar hacia la salida del centro comercial con James a su lado.


-Pues... No, la verdad es que no tengo ni la menor idea...- Dijo lentamente. El soldado se veía más serio. Siguieron caminando en silencio por las calles de Moscú. Parecía como si las horas pasaran más rápido, ya el sol comenzaba a ponerse, haciendo que las nubes reflejaran destellos naranjas y rosados. Luego de caminar durante un buen tiempo, llegaron a una plaza y se sentaron en una banca. El lugar estaba lleno de gente, habían padres enseñándoles a sus hijos a andar en bicicleta, algunos ancianos jugaban ajedrez y habían personas paseando a sus mascotas. Kara se sentía algo triste, extrañaba su hogar, ella no pertenecía en un país como este. Todo era hermoso, pero muy distinto a lo que estaba acostumbrada.


-¿Estás segura de que no tienes idea de a qué se refieren?- Dijo James, haciendo énfasis en las primeras dos palabras. Kara sabía que él sospechaba que había algo raro en ella, algo especial, y estaba decidido a saber qué era. Por más que ella quisiera gritarlo a los cuatro vientos y quitarse ese peso de encima, simplemente no podía decirle nada. No podía ni siquiera comenzar a explicar algo que ni ella misma sabía qué era.


-Si, estoy segura.- Dijo cabizbaja. James miró las nubes. Hasta ahora Kara no se había fijado, pero James era atractivo. No solo por su cuerpo sino por su rostro. Tenía unos ojos azules hermosos, una nariz fina y unos labios carnosos y bien formados.


-Yo sé que hay algo que me estás ocultando Kara, y quieras o no, terminaré sabiendo qué es. Es preferible que me lo digas ahora antes de que tengamos un problema. Me gusta saber cada detalle de mis misiones. - Dijo el castaño. A Kara le sorprendió que no le hubiera hablado de mala manera, más bien fue bastante ameno. Pero aún así, a Kara le molestó que la llamara una misión.

La Era de los MilagrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora