Peeta
Mis dedos tamborilean de manera distraída contra el sillón del carruaje. No hemos de estar lejos, pero la desesperación ya ha comenzado a hacer de las suyas.
Ha pasado tanto desde la última vez que la vi, que su recuerdo resulta como un sueño lejano y dulce. Un lugar al que cada parte de mí ansía regresar.
Noto que surge un cosquilleo desde la boca del estómago, porque falta tan poco para volver a inhalar el aroma a lavanda de su cabello, y probar el tentador sabor salado y dulce de su piel.
Falta tan poco para tenerla conmigo, entre mis brazos.
Vaya que no fue fácil estar tanto tiempo lejos. Pero había asuntos pendientes que resolver. Cosas que debían quedar listas antes de empezar mi nueva vida.
Una vida completamente diferente. Una decisión que tomé casi de manera precipitada, y que me dió vueltas en la cabeza por mucho, mucho tiempo. Pero sé que es la mejor opción.
¿Qué mejor que casarme ahora, antes de que mi madre me reciba un día con una señorita casamentera y una propuesta a medias? Una propuesta que me haría cumplir sin duda, porque sé que se encargaría de aplicar toda la presión social posible.
Y es que, en verdad parece urgirle el asunto de atarme a un matrimonio cuanto antes, para acallar las habladurías que rondan por ahí, de mi cuestionable vida libertina. Una de las razones por las que también me fui de Londres. Para descansar un poco de ella. Aunque no lo conseguí del todo, porque, semanas después, llegó a Kent, y siguió hablando sin parar de un montón de señoritas con talentos excepcionales.
Normalmente suelo disfrutar de mis ratos a solas, lejos de la acelerada vida en la ciudad. Lejos de las presiones de mi madre para que haya esposa. Pero, por primera vez... en verdad que ha llegado a pesarme. Especialmente por la ausencia de Kat.
Lo único que conseguía mantenerme cuerdo era escribir cartas durante mis noches de insomnio, hablándole sobre mi estadía en el campo, y confesándole lo mucho que la echaba de menos durante el día.
Nunca recibí una carta de regreso, pero confío que leyó todas las mías. Especialmente las últimas, donde le avisaba de mi pronto regreso, y que, a pesar de estar abusando de su paciencia, le pedí que aguardara sólo un poco más. Sólo un poco. Porque tenía algo especial aguardando por ella.
Bajo la mirada a mi puño cerrado, donde aguarda la cajita negra recubierta de suave terciopelo.
Vaya que el cargamento tardó bastante en arribar. Muchas veces estuve a punto de rendirme y mandar todo por la borda para simplemente volver. Pero sabía que no podía reencontrarme con ella sin tenerlo. No podía regresar a casa con las manos vacías.
Una cálida sensación me recorre el pecho al imaginar la expresión que pondrá al ver el anillo coronado con uno de los diamantes azules más exóticos de la India. Es lo único que le debo, un anillo.
Me vi con un joyero reconocido de la zona, y sólo fue cuestión de tiempo para que quedara listo. Tuve que ser discreto, pero conseguí escapar de la mirada perspicaz de mi padre.
Lo último que necesitaba era ser cuestionado por él del porqué mandé a confeccionar un anillo de compromiso. Mucho menos con mi madre rondando por ahí.
Mi padre es de esas personas que ponen especial atención a las cosas, como si siempre estuviera atento a lo que pasa a su alrededor. Aunque, en realidad no podría decir que lo conozco del todo.
Casi no lo veo. Siempre ha sido así, desde que tengo memoria, siempre ha pasado casi todo su tiempo en Kent, excusándose con el hecho de que tiene que ocuparse de los asuntos que trae consigo el título de conde. Asegura que debe estar ahí para cumplir con su deber, aunque en realidad parece que prefiere disfrutar de la paz del campo que la que podría ofrecerle mi madre en la vertiginosa ciudad de Londres.

ESTÁS LEYENDO
Perfectos desconocidos [Everllark]
RomanceVersión [Everllark] [Los Juegos del Hambre] Los rumores son terribles y crueles, pero la mayoría de ellos son ciertos. O eso es lo que dicen. Nadie lo comprendería, todos juzgarían sin molestarse en buscar la historia detrás. Sólo se centrarían en e...