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Le ardían las manos y su papá le hacía masajes para que se calmara, aunque era este último quien más estaba llorando. Una mujer mayor le dijo que tenía fiebre y que los remedios solo aliviarían su dolor, nada más. Sehun quería llorar, pero sentía lástima; su hermano mayor y su padre ahora se quedarían solos. 

—Señor, debe calmarse —se escuchaba de la boca de la mujer mayor—. Ya no podemos hacer nada, es el destino y la fuerza de la Luna. 

—Nuestra manada no se merece esto... —Colocó sus manos sobre el rostro de Sehun—. La Diosa no puede desearnos tanto mal. 

Sehun tosió un par de veces, le temblaron los labios helados y se le endurecieron las mejillas. Su hermano mayor le peinaba el cabello y le hablaba para mantenerlo despierto. Solo tenía dos años y se lo estaba llevando la peste ni siquiera había aprendido a controlar su forma de lobo. 

A media noche, el pequeño cuerpo se sacudió como un pez fuera del agua en la cuna y el jefe de la manada cayó de rodillas cuando el movimiento se detuvo.  Los sirvientes dejaron la habitación, la curandera soltó unas plegarias y lo cubrió hasta el cuello con una manta azul.

—Ni siquiera se había presentado. 

Su hijo mayor, ahora el único que quedaba, recogió los juguetes de su hermano y los guardó en un baúl. La manada estaba devastada con las pérdidas de los omegas y el suicidio de algunos alfas abrumados por el dolor, porque la peste no perdonaba: jóvenes, adultos, embarazados, niños... Todos caían por la fiebre.  

—La responsabilidad no me dejará morir. La Diosa se ha llevado el corazón de nuestro hogar. —Se levantó y cubrió con la manta el rostro—. Adiós, mi pequeño. 

Los territorios de la manada del viento están protegidos por un sin número de fantásticas cuevas, todas con sus elementos particulares le dan paso al magnifico viento que silva al atravesarlas. En una de las cuevas más remotas los restos del hijo menor del jefe fueron enterrados y sellados; hasta que un grupo de hombres profanó el ataúd del niño. 

...

Sehun despertó. Los ojos le dolían y la piel estaba ardiendo como siempre. Extrañaba a sus padres y las comodidades de su solitaria habitación. En esa situación le dolía hasta respirar.

En un día normal su madre lo despertaría para darle su medicina y la taza de té que le quitaba el mal sabor de la boca. Luego se vestiría y acompañaría a su padre hasta la oficina para organizar el trabajo de todo un mes; al medio día volverían para tomar el almuerzo los tres juntos y por la tarde Kyungsoo lo visitaría hasta la hora de la cena. 

Sin embargo, su realidad ahora era diferente. Sabía que estaba en manos de Donghae, muy lejos de su hogar y de sus padres. Tal vez nunca lo encontrarían. ¿Sería eso algo bueno? ¿Estaría bien desaparecer y no comprometer a su familia con esa legión de locos a los que Donghae llamaba manada? Sí, era mejor que ver heridos a sus padres. Ellos habían hecho tanto por él. Si complacía a ese hombre, a pesar del horror, todos sus seres queridos estarían a salvo. 

¿Dejarás que un engendro como ese contamine nuestro linaje? ¿Dónde quedará la fuerza y grandeza de nuestra familia? ¿El último omega de la manada del viento se rebajará aceptando a un alfa que no es su destinado? —le recriminó una voz en su interior—. Busca a nuestra verdadera manada.

—Solo quiero irme a casa. Ayúdame a volver a casa —le suplicó en medio de la oscuridad. 

Entonces, sigue nuestros instintos de una vez por todas.

Desde algún lugar, un aire cálido y pesado le apretó los pulmones, sin embargo, continuó aspirando hasta que sus manos picaron y la humedad traspasó el escotado traje que le cubría la parte inferior del cuerpo. 

—Eres más hermoso de lo que recuerdo. —Las palabras agudizaron  sus oídos y su corazón se animó, no necesitaba ver a la persona—. Llegué un poco tarde, lamento lo que tuviste que ver y escuchar. Las manadas te han esperado por cincuenta años, es una lástima que solo seas para mí. Es increíble que un ser tan desdichado como yo fuera favorecido por la Luna. 

De un momento a otro dejó de sentir las telas en su parte baja y se le secó la garganta por un grito agudo. ¡Dolía! ¡Dolía! ¡Dolía! ¡Dolía mucho! Apretó los dientes y cortó la tierna piel de sus labios. Una gota de sangre tiñó de rojo sus labios rosados y bajó como raíces hasta su mentón. 

Intentó sacudirse con fuerza, pero el peso de sus extremidades no tenía comparación. Se percibía como un muñeco de cera, sin fuerza, sin movilidad en las extremidades y sin defensa. 

—Solo es algo momentáneo. Necesitas sentirme para que tu celo se calme —dijo y sujetó con fuerza la cintura de Sehun—. Te ayudaré a calmara el calor y después contestaré todas las preguntas que tengas para mi. 

—No quiero. ¡Suéltame! ¡Suéltame! —Su piel estaba ardiendo y le dolía. Abrió los ojos con fuerza y clavó sus dedos en la espada de su atacante—. ¡Suéltame! —Gritó con más horror después de recibir un golpe al costado de su vientre, perdió fuerza en sus manos y comenzó a buscar aire. No entendía por qué sus manos tenían una apariencia musculosa y alargada, además, estaban cubiertas de sangre. 

—No puedo lidiar con esto si no colaboras. —Levantó a Sehun y luego lo arrojó boca abajo, solo así podía escapar de las garras de un licántropo tan joven y, a la vez, protegerlo de sí mismo—. No importa que tan culpable me sienta al llegar la mañana, esto es algo que debe suceder. 

Chanyeol abrió las piernas de Sehun y se colocó en medio otra vez, para que el calor cesara y la marca de olor de Donghae desapareciera debían llegar hasta el final. Al alfa le preocupaban más las feromonas de Donghae, dejando de lado el daño que le causaría al omega. 

—Tengo toda la eternidad para cortejarte como compañero. 

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