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Jeff  Worakamol Satur cumplía sus dieciocho años.

Con el paso de los años se había convertido en un jóven demasiado apuesto, con basto conocimiento y decidido.

Era lo que muchos llamaban un prodigio.

No había cosa alguna que no hiciera perfecta.

Jeff era serio, con el rostro sereno pero emociones ardientes.

Vivió algunas cosas que poco a poco despertaron el poder dentro de él, aunque no completamente. La grandeza de su ser se completaría hasta la edad de 23 años.

Recordaba su niñez tan vivida en su mente.

Aún recuerda cuando tomó un cuchillo por primera vez.

Era de noche, la mayoría de monjas dormían en la comodidad de sus colchones y él apenas tenía doce años.

Daba la medianoche cuando un gentío se abrió paso en el convento, llevaban antorchas, palos y pistolas. Incluso iba con ellos una patrulla de policías.

— ¡Los hijos de Satán deben de irse, deben de morir! —

— ¡Pecadores, ojalá y Dios tenga piedad de todos ustedes! —

— ¡Hijos del Demonio! —

Las monjas pronto se alarmaron, corriendo y cubriendo las ventanas y puertas con tablones de maderas. Su único propósito era mantener a salvo al pelinegro.

La hermana Hwasa había ido por él a su habitación, despertándole de sus sueños y llevandoselo a rastras por los pasillos.

— ¿Por qué debemos de huir? —

— Porque son capaces de herir de muerte a un simple niño como lo es usted, señor — había respondido la monja.

Jeff bien sabía que la mayoría de las personas le odiaban, tal vez le tenían miedo.

Pero no lograba entender el por qué se resistían, por qué no aceptaban la verdad y su destino.

No era algo que pronto se hubiese decidido con su nacimiento, aquello estaba en las mismas escrituras del Dios en el que tanto creían.

Aún así se dejó hacer por la mano de Hwasa que le sostenía, la mujer pedía protección a su Señor para el pequeño.

Podía ver en la mujer la adrenalina y su preocupación hacia él, a decir verdad, la hermana Hwasa confiaba en él y él en ella, después de todo le había cuidado y criado.

Sin embargo la gentuza de afuera logró entrar rompiendo las tablas, comenzaron a quemar todo a su paso, y pronto el convento estaba en llamas.

Tres minutos habían pasado y en el transcurso de ellos habían dado muerte a siete monjas con la excusa de que eran pecadoras y siervas de Lucifer.

Born for evil || JeffBarcodeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora