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Ao'nung llevaba una vida relativamente tranquila.

Sus días se basaban en las tareas que su padre le encomendaba, de vez en cuando bromeaba con sus amigos y hacian alguna travesura, buceaba junto a su hermana buscando materiales para su madre,o simplemente paseaba por el arrecife sin que su rutina se viera perturbada.

Para ser hijo del Olo'eyktan del clan Metkayina, las cosas eran fáciles, de todos modos, él ya decepcionaba a su padre.

Su actitud imprudente regularmente lo metía en problemas, por lo que Tonowari, su padre, tenía que dar la cara por él en constantes ocasiones. Habían castigos y reprimendas, pero nada más allá de eso.

Su clan era un pueblo realmente pacífico, las cosas más interesantes que llegaban a suceder en sus costas eran las visitas de sus hermanos los Tulkun o cuando en los días de caza encontraban a una bestia dura de matar.
Había ocasiones en las que los clanes más allá del bosque corrían a voces la situación con la gente del cielo, sabía que había clanes enteros luchando en plena guerra, y de cierto modo agradecía que aún no llegará el desastre al territorio de su gente.

Un día como cualquiera, estaba junto a su amigo Rotxo, platicando de lo productivos que habían sido en la mañana en el grupo de caza, comenzaron a bromear sobre quien era mejor entre ellos , pero el sonar de las cornetas de los vigías del clan los hizo dejar a un lado la conversación.

Alguien había llegado a sus costas.

Ambos metkayina se apresuraron al ver la gran cantidad de na'vis que ya parecían reunirse alrededor de un grupo de extraños.
Ao'nung se abrió paso junto a su amigo para ver mejor y más cerca a los recién llegados.

Parecían Na'vi, pero no de los océanos, por su apariencia deducia que venian de la jungla lejana, sus cuerpos eran mucho más delgados y eran de un color azul más ceruleo.
Era una familia de Omaticaya.

Los miró más a detalle , inspeccionando cada detalle, sus vestimentas, los accesorios de estas y lo que parecía ser su equipaje.
Antes de terminar todo ese chequeo visual hacia los visitantes, se percató que dos de los otros na'vi lo saludaban con respeto, haciendo una señal con sus dedos, pero no le paso ni el más mínimo interés en devolver el gesto.
Esos dos Omaticaya parecían ser de su edad o quizá un poco más jóvenes, seguramente eran hermanos.

Uno parecía un idiota y el otro todavía más idiota.

El que aparentaba ser el mayor se sorprendió al no recibir el saludo de vuelta y por unas milésimas de segundo, tanto Ao'nung como el se vieron a los ojos.

El metkayina apartó al instante la mirada, y es que por más corto que había sido el contacto visual con el contrario, había sido suficiente para ponerlo nervioso.

Los ojos del Omaticaya eran de un tono amarillo, muy brillante, su iris era bastante cautivador y profundo,parecian dos luceros.

Definitivamente nunca había visto un na'vi así.

-Miren, ¿Se supone que eso es una cola?- La voz de su amigo Rotxo lo sacó de el pequeño trance en el que parecía haberse metido.

Guió su vista a las colas de los Omaticaya y sonrió con diversión, eran colas muy pequeñas y delgadas, se movían de manera curiosa y eso de cierta manera les daban un toque muy enternecedor.

Pero claramente Ao'nung no diría algo así, dispersó aquellos pensamientos intrusivos de su mente y se burló junto a otros metkayina.

Quizá hubiera dicho una o dos cosas más que había encontrado en los Omaticaya por las que podrían burlarse de ellos, no obstante, toda su diversión se vio interrumpida con la llegada de su hermana, que reprendió a ambos por su actitud.

Sus padres no tardaron en hacerse presentes también en el lugar, bajaron de sus ilus y se acercaron a los extranjeros.

Las manera en la que su padre los habia recibido fue cálida y respuestuosa, por lo contrario su madre había sido algo impetuosa.

La familia de Omaticaya no era ni más ni menos que la de Toruk Makto. Ao'nung recordaba haber escuchado algo acerca de su historia, pero igual que su madre, el pensaba que ellos no debían estar ahí.

Solicitaban Oturu, y estaba seguro de que sería algo indefinido.Se supone que estaban escapando de la gente del cielo, aún no entendía por qué debían refugiarse específicamente en su aldea.

Estaba bien si no se los topaba a menudo, lo que no esperaba era que su padre le dejara el papel de ser su guía y además su maestro.
Quiso decir algo pero Tonowari no le permitió tener objeción alguna, así serían las cosas.

Con disgusto tuvo que aceptar el encargo y a acompaño a su hermana Tsireya para llevarlos a lo que sería su nueva tienda.

Tsireya iba en el frente, lo seguían las hermanas y Toruk makto junto a su mujer, detrás iban los dos hermanos y él, seguido de Rotxo.

No pudo evitar darle una que otra mirada al mayor de ellos, era raro y no entendía que captaba tanto su atención de ese chico. Finalmente llegaron a la tienda , y se sorprendió mucho el ver sonreir al Omaticaya.

-Muchas gracias- Fue lo único que le dirigió a Ao'nung antes de meterse a la tienda junto al resto de su familia.

El metkayina quedó estático por varios segundos, abrió los ojos un poco y sus orejas se levantaron ligeramente. Se detuvo a repetir esa sonrisa que recién le habían dedicado una y otra vez en su cabeza.

-Espero que estén cómodos, cualquier cosa pueden hacérmelo llegar- Tsireya comenzó a salir del flotante en donde los Omaticaya se hospedarian y se despidió cordialmente.
Rotxo también siguió a la joven y empezó a retirarse, hasta que se percató de que su amigo parecía estar meditando el origen del universo.

-¿Te vas a quedar a cenar con ellos?- Ao'nung por fin salió de su nube de pensamientos al escuchar a su amigo burlarse de él, no se molesto en responderle y también se retiró del lugar.

La sonrisa de ese chico le generaba mucha Calidez.

ocean eyes ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora