¿Sociopata?

80 8 2
                                    


Ya antes había mencionado que soy muy bueno leyendo a las personas. Me resulta fácil leer los movimientos, los gestos, el "entrelineas" de las palabras y Mendoza para mi no era una excepción.

Desde que lo conocí supe que todo él era una fachada, muy bien elaborada, si, pero una fachada al fin y al cabo.
Y por supuesto sabemos que toda fachada bien pulida esconde aquello que no queremos mostrar; en el caso de Armando escondía una maraña de inseguridades, mucha soledad y aunque el nunca quisiera admitirlo, escondía un ego frágil.
Por eso estaba frente a mi.
Por eso intentaba reparar algo que estaba aparentemente roto.

Yo jamás creí en nadie pues tenía motivos para que así fuese, es más, aprender a leer a las personas y sus movimientos fue mi forma de protegerme ante las desgracias, ante la gente y sus malas acciones desde que apenas era un chiquillo.
Por supuesto, no le creería ahora a Mendoza.

Me buscó después de clases en mi apartamento y llevó una botella de whisky para "conversar como hombres"

"Armando Mendoza, tu final será el alcohol" -pensé, pues había notado que Armando bebía demasiado, sobretodo cuando intentaba evadirse o darse valor.

-Pase -contesté en tono seco. Realmente no me importaba nada, solo tenía curiosidad por escuchar lo que tuviera que decir.

-Mario hombre... -comenzó de un tirón- yo siento muchisimo lo que pasó, de verdad, muchisimo... Yo no sabía nada, Sofía tampoco me advirtió respecto a lo que sea que ustedes tuvieron.

Yo estaba enamorado, pero no me había embrutecido tanto como para pensar que Armando Mendoza era inocente.

-Tuviste que haberte dado cuenta Mendoza -solté con tono cansado- pero veo que ser amigos implica compartir hasta las viejas ¿no? -apunté con una sonrisa guasona.

-No me hable así hermano, vea -apeló nuevamente- de todos modos lo que pasó con Sofía no era serio, solo fue un encuentro casual y chao -soltó el imbécil como si nada  como si yo no hubiera dado todo lo que tenía por una noche con ella, como si todo mi amor valiera nada para ellos.- hermano, Sofía me buscó, yo se lo juro.

-Armando no sea payaso ¿si? ¿Usted por quién me toma? Yo lo veía coqueteando...

-¡No pare ahí! -interrumpió- ¡Pare ahí Calderón! ¡Yo traté a Sofía como trato a todas las mujeres!

Eso no lo podía negar.
Armando coqueteaba con cualquier mujer que cumpliera con sus altos estándares tuviera algún fin con ellas o no.
Armando reaccionaba a cierto tipo de mujeres y como si estuviese arraigado a su sistema las abordaba y les mostraba todas sus armas, como un pavo real exhibiendo sus plumas. Sofía habría sido una más de las que cayó y no lo suficientemente buena para Mendoza.

-Está bien, si eso es todo lo que tienes que decirme puedes irte Armando -dije habiendo escuchado lo suficiente.

-Calderón, perdón ¿si? -declaró cerrando los ojos intensamente, y en ese instante lo comprendí. Armando Mendoza le tenía miedo al rechazo, tenía miedo a quedarse solo, a perder al único "amigo" con el que al parecer se mostró un poco más humano.- perdón hermano, no quería que esto te afectara de ninguna manera, de verdad lo siento mucho... Quedese con la botella de whisky y si necesita hablar, sabe donde estoy -finalizó antes de abandonar mi apartamento.

Abrí la botella de whisky, puse un poco de musica instrumental y me senté a meditar sobre lo que había ocurrido.
Desde aquella noche con Sofía algo dentro de mi se apagó. Juré que sería la última vez que una mujer se burlaría de mi.
Y después de desahogarme extrañamente no sentí más dolor, es más, no sentía nada. Podría explicarlo como si algo se hubiera desconectado en mi mente, como si ahora nada importara, como si nada pudiera hacerme daño.
Por supuesto, sobra decir que no le creí en absoluto a Armando, sin embargo, soy una persona que cree que el ser humano es imperfecto y comete errores. Armando había errado y yo lo entendía, pero aún así para mi no era suficiente razón para extenderle mi amistad.

Todo esto ocurría en mi mente cuando de pronto una palabra llegó a mi como una señal divina: "Fachada"

Armando había conquistado a Sofía motivado por su reputación y su imagen.

Por mi amistad pediría a cambio lo mismo y me explico:

Ser amigo de Armando Mendoza no solo significaba pertenecer a su circulo y ganar una reputación de galán, también significaba tener acceso a un circulo de gente que estaba fuera de mi alcance, como las top models de Colombia, empresarios de la industria textil y accionistas, entre otros privilegios que podría obtener solo siendo el apoyo amistoso de un hombre inestable e incompleto.

Es frivolo, lo sé, pero cuando tuve corazón solo conocí la derrota y el dolor.

Por lo demás, Armando me caía bien.
Lo considero el más recto de los payasos del grupo, sin embargo su inmadurez, impulsividad e impaciencia sumado a su necesidad de ser reconocido pueden hacer de él un ser muy influenciable y eso también me agradaba.

El único motivo por el que mantendría su amistad, sería ese. Pues no había algo más que Armando pudiera aportarme y al encontrarme en ese estado emocionalmente adormecido, no había espacio para sentimentalismos.
La amistad de Armando servía o no servía, punto.

Me levanté del sofá aún dandole vueltas a esta idea. Me sentía conforme con este contrato implicito de amistad.
Además permanecer cerca de Armando significaba una puerta abierta a su vida y tal vez, pueda estar presente cuando al tigre de Bogotá le toque enamorarse...
No es que planee una venganza por entrometerce en mi relación, pues le ofrezco el beneficio de la duda. Pero bueno, Armando es bastante influenciable y sé que me divertiré en algún momento viendolo carcomerse por dentro tal y como el se divirtió abusando de su cercanía con Sofía.

Llamé a Armando más tarde para comentarle que estaba todo bien, que me parecía que hizo lo correcto y que seguiríamos siendo amigos pese a todo.

-Me parece muy bien Mario -respondió entusiasmado- y le juro que no sucederá algo parecido otra vez, ¿oyó?

-No creo tigre, yo después de esto no me vuelvo a enamorar. Así que tampoco lo voy a andar tentando -comenté sarcasticamente.

-¡Hombre ya, Mario! ¡Usted está más resentido que una vieja! Hagamos borrón y cuenta nueva ¿si? Por favor -recalcó y pude imaginarmelo girando los ojos- además no hable así, mire que hay muchas sirenas en el mar ¿quien quita que no pueda enamorarse después de una que si valga la pena?

- Vale hermano, está bien. Usted tiene razón. Aunque a mi me ganan más las ganas de verlo enamorado a usted...

-¡Naaah estás loco hombre!

-Ya le tocará Mendoza y yo estaré ahí también...

El Origen de un Don JuanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora